Álvarez de Miranda, uno de los cerebros de la Transición
Con motivo del fallecimiento de Fernando Álvarez de Miranda, el autor glosa la figura de uno de los políticos decisivos para la recuperación de la democracia.
Vivimos unos tiempos en los que el mito de la Transición se cae. Quizá los fundadores del régimen del 78 no supieron crear el espíritu adecuado o unas instituciones respetadas por todos. Zapatero puso en cuestión la Transición contraponiéndola a la Segunda República, y la derecha le siguió el juego comparativo.
Mientras unos reivindicaban un régimen fallido, los otros, tras un duro camino desde el posfranquismo hasta el liberalismo-conservador, se aferraban al “espíritu de la Transición” y al “consenso”, justamente cuando el Pacto del Tinell les arrinconaba. Y la batalla mediática y superficial se hizo, como diría Lincoln, cambiando de caballo mientras se cruzaba el río. De aquel Zeitgeist del 78, o espíritu de la época, no ha quedado nada. Los padres de la Constitución no son respetados, ni siquiera los niños en las escuelas (no me atrevo a decir, en las Universidades) son capaces de nombrar a dos o tres de ellos.
Durante el franquismo abrazó la democracia cristiana, esa ideología dúctil que construyó el Estado del Bienestar
Por eso, al conocer la noticia de la muerte de Fernando Álvarez de Miranda no puede pensarse otra cosa que no sólo un tiempo se acaba, sino que sus protagonistas se van. Había nacido en Santander en 1924, y durante el franquismo abrazó la democracia cristiana, esa ideología dúctil que en la Europa de la posguerra construyó el Estado del Bienestar, y que pocas diferencias tenía con la socialdemocracia.
Por eso estuvo en el llamado por el falangismo “contubernio de Múnich”, en 1962, en el que bajo la autoridad de Salvador de Madariaga se reunieron todos los opositores a la dictadura de Franco, salvo el PCE. La asistencia a aquel IV congreso del Movimiento Europeo le costó, según contó luego en su Del contubernio al consenso (1985), ser “deportado” a Fuerteventura y separado del cuerpo Técnico de Administración General de la Diputación Provincial de Madrid, en el que había ingresado por oposición en 1951.
Creía en la monarquía de los Borbones como soporte para la transición a la democracia
Álvarez de Miranda creía en la monarquía de los Borbones como soporte para la transición a la democracia, y en 1964 fue designado por Don Juan miembro de su Consejo Privado. Junto a Gil Robles y Ruiz-Giménez fundó Izquierda Democrática, un partido democristiano que participó en la Plataforma de Convergencia Democrática.
Las divergencias en la democracia cristiana por apoyar la reforma o la ruptura no tardaron en llegar, pero vencieron los reformistas del grupo «Tácito». Sin embargo, tras la muerte de Franco, y por diferencias con la dirección, constituyó un grupúsculo partidista denominado Izquierda Demócrata Cristiana.
Al igual que Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda creía que el Transición debía hacerse “de la ley a la ley”
Álvarez de Miranda fue uno de los cerebros de la Transición. Al igual que Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda creía que el proceso debía hacerse “de la ley a la ley”; es decir, aprovechar los mecanismos institucionales para instaurar la democracia sin que hubiera ruptura, sino desde el reformismo. La coincidencia con el proyecto del rey Juan Carlos y Suárez fue tal que acabó integrándose en Unión de Centro Democrático para las elecciones de 1977.
Ahí empezó el país en el que creyó, La España que soñé, como titulo su libro de 2013, en el que recordaba su vida, dirigida hacia un régimen de consenso y democracia. Le hubiera gustado que en nuestro país, como en Alemania o Italia, hubiera habido un fuerte partido demócrata cristiano que hubiera encabezado el centro-derecha, pero, a su entender, y obviando errores propios y el ambiente social, no pudo ser por la influencia significativa del cardenal Tarancón.
La firma de la Constitución fue, según contaba, el acto más importante de su vida
En las elecciones de 1977 fue elegido por la provincia de Palencia, y nombrado presidente del Congreso de los Diputados en la legislatura constituyente hasta 1979. En la sesión del 19 de octubre de 1977 expresó el espíritu con el que guiaría a la Cámara: “España vuelve a recobrar su pulso democrático y por ello nos estamos dedicando a la construcción de una convivencia pacífica y estable en el marco de un Estado de Derecho”. La firma de la Constitución fue, según contaba, el acto más importante de su vida.
Pasó luego a un segundo plano, desempeñando el cargo de embajador en El Salvador, entre 1986 y 1989, donde conoció a Ignacio Ellacuría y los demás jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, asesinados apenas un mes después de que dejase la embajada. Después, también bajo el gobierno del PSOE de Felipe González, fue elegido Defensor del Pueblo en 1994. Esta etapa no la recordaba con agrado, pues sufrió muchas presiones para que no interpusiera recurso de inconstitucionalidad contra la ley de inmersión lingüística catalana.
En su último libro se lamentaba de que España hubiera perdido el legado de la Transición: la tolerancia
Álvarez de Miranda se lamentaba en su último libro, el ya citado de 2013, de que España hubiera perdido lo que él consideraba el legado de la Transición: la tolerancia, el olvido del guerracivilismo, el respeto a las instituciones democráticas, y la búsqueda del centro político. Es evidente, como dijo, que estamos en otros tiempos.
[Fernando Álvarez de Miranda, abogado, político, embajador y primer presidente del Congreso de los Diputados, nació en Santander el 14 de enero de 1924 y ha muerto en Madrid este domingo 7 de mayo de 2016.]
***Jorge Vilches es politólogo e historiador y profesor en la Universidad Complutense de Madrid.