Todos viviríamos mejor disfrutando de más y mejores servicios públicos y sin pagar ningún tipo de impuestos. Bueno, eso nos podemos creer, porque tal cosa no existe, y si no recaudamos impuestos, no podremos pagar el gasto público. Como señalaba el juez Oliver Wendell Holmes, "los impuestos son el precio que pagamos por la civilización; en la selva no existen". Por eso, cuando la recaudación fiscal disminuye por el fraude y el déficit aumenta, nos estamos alejando de la civilización y acercándonos a la selva, nos demos cuenta o no.
Esto resulta particularmente cierto en estos tiempos de populismo de izquierdas y derechas. Por una parte, los populistas de derechas proponen rebajar el IRPF y el impuesto de sociedades, y además establecer bonificaciones en las cotizaciones sociales. Según Rajoy, todo esto nos los podemos permitir sin tener que realizar recortes ni reformas de ningún tipo porque "la recaudación está subiendo".
El populismo de izquierda moderada pretende subir casi todos los impuestos e incluso crear nuevos
Por otra parte, lo que podríamos denominar el populismo moderado de izquierda propone subir el salario mínimo, establecer un ingreso mínimo vital, incrementar las prestaciones por hijo de la Seguridad Social y, además, aumentar las pensiones. Según una estimación conservadora esto costaría unos 25.000 millones de euros...
Todo esto se financiaría subiendo la práctica totalidad de los impuestos y se crearía uno nuevo para pagar las pensiones. Increíblemente, Pedro Sánchez, el líder del PSOE, asegura que no subirá impuestos a las clases medias. Es simplemente imposible recaudar cuantías de este calibre sin subir impuestos a las clases medias y trabajadoras.
El populismo de extrema izquierda quiere que las grandes empresas paguen el incremento del gasto
Pero para populismo, nada como la extrema izquierda de Unidos Podemos, la coalición de Podemos, Izquierda Unida, En Marea, En comú Podem y Compromís -creo que no me he dejado ninguno- que propone un incremento del gasto público de 96.000 millones de euros. El catálogo de mejoras en los servicios públicos y de gasto adicional incluye casi todas las partidas del presupuesto: protección del medio ambiente, vivienda, salud, cultura, ocio, educación y protección social. ¿Hay quién dé más?
Si usted se pregunta quién pagaría todo esto, la respuesta es las grandes empresas -con un impuesto mínimo del 15%, que ahora también propone el PSOE-, las grandes fortunas y, por supuesto, los bancos, mediante un impuesto de solidaridad.
Un observador que no conociese la realidad de la economía española pensaría que tenemos superávit
Ante este panorama de ofertas, un observador que no conociese la realidad de la economía española pensaría que la situación de las finanzas públicas es envidiable y que los partidos están buscando cómo gastar un superávit. Sin embargo, si esto fuese así, España no tendría una deuda pública -resultado de la gestión de Zapatero y Rajoy- que supera el 100% del PIB, es decir, todo lo que producimos en un año. De hecho, desde 2008, los sucesivos gobiernos han incumplido el objetivo de déficit todos los años.
Hace dos meses, después de negarlo sistemáticamente, el Gobierno tuvo que admitir que el déficit público superaba en más de 10.000 millones de euros el objetivo establecido. Esta mentira de 10.000 millones tuvo varias consecuencias: en primer término, Montoro y Rajoy descubrieron súbitamente que las Comunidades Autónomas gastaban más de lo previsto e incumplían los objetivos de déficit, por lo que cargaron contra ellas y les exigieron que recortasen 2.000 millones de euros. Posteriormente, tras las críticas en el Congreso de -entre otros- Ciudadanos, cayeron en la cuenta de que debían dar ejemplo y recortaron ellos también 2.000 millones.
La credibilidad de España se está viendo gravemente afectada en la UE por el incumplimiento del déficit
Otra consecuencia del incumplimiento del déficit es que puede acarrear una multa de las autoridades europeas, que ya han abierto expediente a España. La cuantía de la multa puede llegar a 4.000 millones de euros, es decir, lo mismo que todos los recortes aprobados o prometidos, suponiendo que se cumpliesen. Lo peor, con todo, no es que los recortes puedan servir exclusivamente para pagar una multa, sino que la credibilidad de nuestro país se está viendo gravemente afectada.
Ante esto, Rajoy escribió al presidente de la Comisión Europea comprometiéndose a hacer más ajustes en el segundo semestre, después de las elecciones. La publicación de la carta dio lugar a una ceremonia de la confusión entre los dirigentes del PP: unos consideraban que la rebaja de impuestos permitiría incrementar la recaudación, otros que los ajustes no iban a hacer falta porque la recaudación iba como un tiro...
Tanto los datos de recaudación como de ejecución presupuestaria dicen que las cosas no van nada bien
Ante toda esta exhibición de populismo y de hipocresía, diciendo una cosa a Europa y otra a los españoles, ¿qué dicen las cifras? Pues que no vamos nada bien. El pasado 31 de mayo se publicaron los datos de déficit, recaudación y ejecución presupuestaria, y es difícil que puedan ser peores. Por una parte, en los tres primeros meses de 2016 el Estado y las Comunidades Autónomas han tenido más déficit que en 2015.
Hay que reducir el déficit, y en eso está de acuerdo hasta Podemos, aunque su propuesta sea hacerlo a un ritmo de tortuga e incrementando masivamente el gasto, y de hecho se está aumentando. La Administración que peor lo está haciendo, de momento, es el Estado, que en estos cuatro primeros meses ha incrementado su déficit del 1,12% del PIB al 1,25%.
Si con un crecimiento superior al 3% no reducimos el déficit es que la gestión del Gobierno es desastrosa
A primera vista no parece mucho, pero si con un crecimiento superior al 3% no conseguimos reducir el déficit es que la gestión del Gobierno del PP está siendo manirrota y desastrosa. Con todo, lo peor son los datos de recaudación. De enero a abril de 2016 se ha recaudado menos que en el mismo periodo de 2015. Y la recaudación de abril ha sido un 10% inferior a la de 2015. Dentro de unos datos simplemente desastrosos, destaca el impuesto de sociedades, que está en negativo. Es decir, que mientras en 2015 se recaudaron 1.682 millones de euros en los cuatro primeros meses, este año se han devuelto, netos, 1.082 millones.
La reforma del impuesto de sociedades ha entrado en vigor, realmente, en 2016. En este primer pago las pymes han pagado más (un 11,%), en línea con un incremento de las bases -los beneficios- de un 11,5%. Sin embargo, las grandes empresas han pagado un 48,4% menos. El derrumbamiento de la tributación de las muy grandes empresas ha sido aún mayor (un 62,9%), con lo que han pagado 1.682 millones de euros menos que en el mismo periodo del año anterior. Si la recaudación del impuesto de sociedades continúa a este ritmo -y nada hace pensar lo contrario-, las grandes empresas y los grupos consolidados pagarían unos 10.000 millones de euros menos que el año pasado, dejando la recaudación total del impuesto en la mitad.
Medidas como la eliminación de duplicidades y del gasto superfluo son ahora más necesarias que nunca
Esta es la realidad, que dista mucho del populismo. Si no combatimos decididamente el fraude fiscal, y eso no se hace dando amnistías y recortando medios el Agencia Tributaria, no mantendremos la recaudación. Esto hará inevitables recortes injustos y subidas de impuestos a los que ya pagan demasiado.
Por otra parte, el coste de abrir agujeros en la normativa de los grandes contribuyentes es sideral. Estos agujeros no se cierran exigiendo impuestos mínimos a las sociedades por sus beneficios. Gran parte de los beneficios de los grupos consolidados y grandes empresas proceden de filiales en el extranjero. Si se exige un impuesto mínimo del 15% sobre estos dividendos que perciben las grandes empresas españolas, estaremos incumpliendo un centenar de convenios internacionales. Pero además no servirá para nada, ya que las empresas simplemente no repatriarán los dividendos, no recaudaremos y habremos eliminado una fuente de liquidez fundamental para la Bolsa española. Es el coste de la medidas populistas de toda la izquierda.
En Ciudadanos hemos adaptado nuestras propuestas a una realidad presupuestaria que es muy complicada. Por eso, a diferencia de los demás partidos, hemos elaborado una memoria económica en la que se detalla y justifica el coste y la viabilidad de todas las medidas. Y algunas propuestas, como la lucha contra el fraude, la eliminación de gasto superfluo y duplicidades, y el cierre de agujeros en nuestro sistema fiscal -especialmente en el impuesto de sociedades- son ahora más necesarias que nunca. Si no abordamos estas reformas acabaremos sufriendo recortes y subidas de impuestos, porque entre el populismo y la realidad hay un abismo que se está ensanchando cada vez más.
*** Francisco de la Torre Díaz, inspector de Hacienda, es candidato de Ciudadanos al Congreso.