Las peculiaridades de la masacre perpetrada la madrugada del domingo en un local frecuentado por homosexuales de Orlando han reavivado el debate sobre la venta de armas en Estados Unidos en plena precampaña electoral. 

Los investigadores no creen que Omar Mateen, el ciudadano estadounidense de origen afgano que acribilló a sangre fría a 49 inocentes antes de ser abatido, llegara siquiera a tener contacto con el Estado Islámico, por mucho que el grupo terrorista se atribuya ahora el éxito y la autoría del ataque.

Autorradicalizado

El hecho de que pudiera tratarse de un lobo solitario autóctono y autónomo, autorradicalizado a traves de internet y sin más vínculos con el Daesh que el odio a la libertad y los derechos civiles, obliga a las autoridades de este país a barajar todas las opciones a su alcance para hacer frente al enemigo interior.

Si hace tan sólo seis meses la matanza de San Bernardino, donde una pareja seducida por la yihad asesinó a 14 personas, puso el foco en los diferentes perfiles de los atacantes, el caso de Orlando ha llevado al presidente Barack Obama a alertar de que lo que marcará la diferencia en la lucha contra el "terrorismo doméstico" será "lo difícil o no" que resulte el acceso a armas automáticas y semiautomáticas a los asesinos.

No se trata de la apreciación subjetiva de un dirigente concienciado del peligro que supone la libre venta de armas, y que ha empleado parte de su segundo mandato en intentar restringir su venta, sino la constatación trágica de una realidad que ha aflorado con especial crudeza en el ataque de Orlando.

Odio abonado

Omar Mateen no era especialmente religioso, pero sí era un homófobo que acabó encontrando en la yihad el abono perfecto para desarrollar su propio odio. Lo de menos es si el fundamentalismo religioso, el execrable desprecio a los homosexuales, el racismo o cualquier otro oscuro motivo desencadenaron el ataque. Lo crucial es si una sociedad puede permitirse el lujo de facilitar el acceso a armas tan mortíferas a radicales de todo pelaje -sea cual sea su perfil- en virtud de un singular sentido de la libertad y del derecho a la legítima defensa.

Es terrible que un país en el que cerca de 30.000 personas mueren cada año por armas de fuego sólo encare la necesidad de abolir la venta de armas cuando se producen ataques masivos indiscriminados. Y es lamentable que el candidato republicano, el inefable Donald Trump, haya aprovechado el ataque de Orlando para ratificar sus proclamas antimusulmanas más procaces mientras defiende el libre acceso de sus compatriotas a armamento de asalto.

Es verdad que la Constitución de EEUU recoge en una de sus enmiendas el derecho a portar armas, pero debe ponderarse con el daño que causa.