Parece que Unidos Podemos le ha echado un cable al PP esta semana, potenciando sus emisiones de peligro o miedo; o sea, reforzando el discurso del PP, cuya acritud corría el riesgo de evaporarse ante la estrategia de las sonrisas. No creo que haya un acuerdo explícito entre las dos candidaturas, pero sus respectivos movimientos se van acomodando en una especie de danza. De tipología macabra, concretamente. En política, al fin y al cabo, pasa lo mismo que en el baile o en el boxeo (que es otra forma de baile): se tiende a que sea a dos. Lo que se está configurando en España es un nuevo bipartidismo; de momento, con las dos partes disgregadas.
El miedo a Unidos Podemos no es una fantasía: viene reforzado por el detalle de que cuando habla blandito suena a mentira y cuando habla duro suena a verdad. Esto no quiere decir que, si llega al poder, vaya a comportarse de acuerdo con la verdad. Cabe la duda. Pero el discurso revela una actitud totalitaria, dirigista, entrometida, dudosamente democrática. Monedero hablando de órdenes a los jueces y a la Guardia Civil, Errejón de ingeniería del alma, de lo que deben escribir los escritores y de fundar nuevas verdades, y Bustinduy del “lado correcto de la historia” resultan muy preocupantes. Por no hablar de que, se concrete o no ese espíritu, la aventura de Unidos Podemos acabaría casi con certeza en ruina para el país; o sea, en penalidades y tiempo perdido.
Visto así, ¿no deberíamos votar a Rajoy –como mal menor y para que no se desviara ni una papeleta– todos los que querríamos ahorrarnos esa aventura? Es posible. Pero yo no lo voy a hacer. Después de la desagradabilísima experiencia que tuve con el voto útil en 2008, me juré que ya nunca lo regalaría: el candidato que lo reclamara, se lo tendría que trabajar; fuesen cuales fuesen las circunstancias. No me podía imaginar que estas llegasen a apretar tanto. Pero me mantengo.
El propio Rajoy acude en mi auxilio en mi decisión de no votarle, con su ejemplo reciente. En efecto: ¿qué hizo él mismo, con su no a Sánchez en la investidura, sino renunciar al voto útil? La actitud de Sánchez fue abusiva y chantajista, cierto: ¿por qué tendría que votarle Rajoy a él, y no al revés, si Rajoy había sido el más votado? Pero, al margen de las razones, se llegó a una situación nítida: el voto de Rajoy a Sánchez habría impedido el gobierno de Podemos. Rajoy prefirió optar por sus razones, rebajando así de paso la urgencia del miedo que enfatiza ahora. Y brindándome a mí una excelente coartada para optar por las mías.