Hubo una vez un presidente que se pasó más tiempo en funciones que funcionando. ¿Imagináis? Sería un cuento precioso que luego llevarían al cine y, después, serie en NetFlix. Yo creo que Resines estaría bien con una peluquita y una barba gris en el papel de presidente eterno. Luego las editoriales avezadas harían el libro de la serie y pondrían su foto en la portada y haría entrevistas por los platós mientras anunciaban los DVD en Carrefour. La serie más loca de la democracia, no se la pierda, Un gobierno sin fin y Viva España y los españoles. Y a los meses, la Gran Vía llena de luces, un estreno apoteósico: Rajoy, el musical.
Sería superchulo que surgiera un spinoff –tipo Aida con Siete Vidas- en la que Rita Barberá fuera superprotagonista. Como autor yo escribiría algo entre La Barraca y el París Tombuctú de Berlanga, fusión literaria en la que quepa toda la trama. Lo veo. Puede que no tuviera tanto éxito como Presidente en funciones, el musical pero en las series siempre puedes colocar buen product placement junto a los actores y anunciar disimuladamente trajes, bebidas y coches.
No sé quién podría hacer el papel de Rita. Estoy pensándolo. No es fácil. En este caso sería mejor coger a una actriz extranjera en declive para que pudiera hacerse mundialmente conocida y hacer de ella el Friends de la política. El marketing es rotundo: el famoso vestido rojo y unas perlitas que después puedan convertirse en muñeca reconocible. Todo enfocado al mejor merchandising, como el de la NBC. Si no tenemos gobierno, al menos que tengamos presupuestos.
Es todo muy disparatado. Muy loco. Pero no se me ocurre ninguna manera de mejorar la actualidad. Las ruedas de prensa superan a los shows de José Mota, las declaraciones y tuits de unos y otros son soberbios, tienen ese punto de teatrillo de La que se avecina con el que –literalmente– flipas en colores: azules, rojos, morados y naranjas. Está siendo un final de legislatura muy loco (suponiendo que sea el final) y no hay guionista que mejore la situación de extravagancia y chifladura que vivimos.
Los tertulianos andan desternillados, algo alienados y pelín delirantes. Normal. Ellos saben disimular porque se dedican a esto, ponen cara de que saben mucho y tiran pa’lante en su argumento. Total, las hemerotecas de opiniones han ardido como las fallas, entre tracas y artificios. Resurgirán, confío en ellos y en su poder sobrenatural.
Mi conserje dice que nunca habrá gobierno. Que acabarán poniendo a la administradora de nuestra comunidad de vecinos al cargo. La verdad que no es mala idea, nos tiene el jardín limpio, las piscina a punto y el ascensor funcionando. Pero yo le digo que es una pena, que si ponen un gestor nos perdemos el show. Ahí me da la razón.
Es imposible tomarse en serio a los protagonistas, hemos pasado de la realidad a la ficción y a este paso es muy probable que entremos en la cienciaficción. A lo mejor un día nos olvidamos, un día forman gobierno, hacen urgente lo urgente y salimos de esta espiral de sainetes absurdos sin fecha de estreno. Mientras tanto vivimos en directo un esperpento de Valle Inclán pero sin Valle Inclán, un vodevil sin vedette y una verbena sin banda de música. No disimulen, les estamos viendo.
Y la casa, por barrer.