El almuerzo que Pablo Iglesias y Carles Puigdemont han mantenido este lunes en los aledaños del Congreso tiene una trascendencia política que los equipos de comunicación de ambos dirigentes han subrayado adrede. Podemos ha mantenido respecto del soberanismo una actitud a caballo entre la indeterminación y el oportunismo. A partir de ahora, sin embargo, hay motivos para interpretar esta entrevista "informal" como el impulso a una alianza por la que Podemos viene a servir de compañero de viaje a quienes quieren romper con España. 

La contrapartida es evidente, pues en términos formales, el presidente catalán reconoce a Pablo Iglesias como interlocutor válido de la oposición en un momento en el que el PSOE anda descabezado después de que los barones socialistas impulsaran la defenestración de Pedro Sánchez por, entre otras cosas, flirtear con un Gobierno Frankenstein de la mano de los independentistas.

Contra el suplicatorio

Por lo que se refiere al contenido de la reunión, el anuncio de Pablo Iglesias de que Podemos votará en contra del suplicatorio que el Tribunal Supremo va a pedir al Congreso para procesar a Francesc Homs por haber organizado la consulta independentista del 9-N supone un espaldarazo cualitativo al secesionismo, o al menos a la desobediencia a los altos tribunales.

Pablo Iglesias había defendido, con más determinación que coherencia, que aunque quiere que Cataluña siga formando parte de España es partidario del "derecho a decidir": es decir, el eufemismo de que se vale el independentismo para disfrazar la ruptura del Estado como un derecho básico y por tanto irrenunciable. Sin embargo, el líder de Podemos había matizado hasta ahora que estaba en contra de la "unilateralidad".

Pues bien, con su oposición a que el Supremo pueda juzgar a Homs, sobre quien hay sospechas fundadas de que desobedeció y prevaricó para montar el 9-N, Iglesias pone trabas a que el Estado se defienda frente a la "unilateralidad" que él mismo ha dicho rechazar.

Contradictorio

Resulta contradictorio oponerse a que los independentistas impongan el trágala de la ruptura al conjunto de los españoles y, al mismo tiempo, rechazar que el Estado responda con las leyes a quienes protagonizan e impulsan estos desafíos. Con el cierre de filas con Francesc Homs, Iglesias ampara también los actos de desobediencia protagonizados por la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, cuando tramitó la votación de las leyes de desconexión, y por el propio Artur Mas.

No es cuestión menor que Iglesias se haya prestado a servir de cómplice del independentismo en Madrid, entregándole en el Congreso los votos que ya no tienen los ahijados políticos de Jordi Pujol, pocos días después de confirmar que no piensa asistir tampoco este año a los actos conmemorativos del Día de la Fiesta Nacional. En el momento más tenso entre los tribunales de Justicia y los impulsores del secesionismo, Podemos se pone de lado de quienes apuestan por la política de hechos consumados.