Sí. Guerra Civil y PSOE es un pleonasmo, figura literaria que consiste en la repetición de un mismo significado a través de dos palabras o expresiones seguidas y, por tanto, una de ellas innecesaria. Algo así como cuando decimos “subir arriba” o “bajar abajo”, como si se pudiera subir abajo o bajar arriba. Porque el PSOE, como se ve a través de su historia, siempre ha estado en guerra civil interna.
Algunos historiadores, incluso, señalan al partido fundado por Pablo Iglesias 'El bueno' como factor determinante en el inicio del conflicto fratricida español de los años treinta, y lo culpan del desenlace de la Guerra Civil a favor de Franco debido a la malísima relación entre los principales dirigentes socialistas.
En el 'ADN' del PSOE figuran términos agudos como división, desunión, traición, pero también discusión y moderación. Por esto, no deja de llamar la atención el dramatismo, incluso la estupefacción, con que en determinados líderes del PSOE (o lidercillos, que es lo que abundan hoy en las cúpulas de todos los partidos) causa el debate surgido estas semanas en las agrupaciones socialistas sobre si abstenerse para investir a Rajoy presidente del Gobierno.
El mismo fundador, Pablo Iglesias, creador del PSOE el 2 de mayo de 1879 junto a 25 personas (16 tipógrafos, 4 médicos, un doctor en Ciencias, 2 joyeros, un marmolista y un zapatero -este de verdad-) fue expulsado unos meses de su partido por una facción. La lucha feroz mantenida por dos dirigentes históricos del PSOE como Indalecio Prieto y Largo Caballero convierten en un juego de párvulos el choque entre Susana Díaz y Pedro Sánchez. A Prieto y a Largo Caballero solo les faltó matarse literalmente entre 1920 y 1939, llamándose de todo, traicionándose permanentemente, mientras que la escasa altura intelectual de Díaz y Sánchez hace que la una hable a través de terceros y el otro se marche de viaje a las Américas para descansar. ¿De qué?
Tan desacostumbrados estamos a los debates internos en los partidos, debido a esta democracia impotente y amañada surgida tras la Transición, que se reúne dos o tres veces seguidas el Comité Federal del PSOE y a muchos les parece el principio del fin de todo, cuando en realidad debería ser el fin del principio de cualquier partido político: el debate democrático.
La mayoría de los miembros del Comité Federal ignorarán que el PSOE celebró tres congresos extraordinarios seguidos en tres años, en 1919, 1920 y 1921, y no fue el fin del partido, aunque estuvo a punto de serlo.
A punto de serlo porque hace casi 100 años el PSOE tomó una decisión crucial para su futuro: si se incorporaba a la III Internacional, y unía su destino a la moda del momento, el Partido Comunista de la Unión Soviética, o se mantenía en la II Internacional socialdemócrata.
Y acertó apostando por la moderación y no por el populismo que representaba en aquel momento el comunismo revolucionario de Lenin. Acertó porque los partidos comunistas desaparecieron todos mientras los partidos socialdemócratas continúan gobernando en muchos países del mundo.
En cierto modo, hoy, 23 de octubre, el Comité Federal del PSOE también ha de decidir entre apuntarse al populismo que impera en el ambiente callejero, capitaneado por Podemos y por Pablo Iglesias, o ser fiel a su tradición más moderada. Sólo un apunte histórico más para recordar hasta qué punto el PSOE, a lo largo de su historia, ha preferido la moderación y la intervención a la agitación o la revolución: Francisco Largo Caballero aceptó un puesto en el mismísimo Consejo de Estado del General Primo de Rivera, que dio un golpe militar en 1923 con el visto bueno del rey Alfonso XIII.
Curiosamente, en aquel episodio histórico, con una fortísima división en el PSOE, hubo un personaje asturiano que nos conecta con el momento presente. Se llamaba Manuel Llaneza, creador del sindicato asturiano minero SOMA. Posibilista y creativo, se prestó a ser recibido por Primo de Rivera y a estrecharle la mano a cambio de recibir 25 céntimos por cada tonelada de carbón extraído, dinero con el que construyó orfanatos para huérfanos de mineros y, también, Casas del Pueblo socialistas por todo Asturias.
Llaneza fue alcalde de Mieres, el pueblo donde nació Javier Fernández, actual presidente de la gestora que dirige al PSOE. Javier Fernández, moderado y negociador, defiende abstenerse y permitir a Mariano Rajoy renovar la presidencia del Gobierno. Javier Fernández Fernández (no confundir con Javier Fernández López, campeón del mundo de patinaje) espera no patinar en su empeño y sortear las minas internas como ingeniero de Minas titulado que es.
Hoy el PSOE volverá a apostar seguramente por la moderación, como ha hecho a lo largo de su historia, pese a los gritos “orquestados” –como se decía en el franquismo- que se oirán en la calle. Porque el peligro del partido socialista no radica en significarse colaborando a que, de una vez, haya un gobierno en España formado por un partido que ha ganado con una clara mayoría, aunque insuficiente, las dos últimas elecciones: el 20 de diciembre de 2015 y el 26 de junio de 2016. El peligro para el PSOE es la insignificancia tras perder la moderación. ¿Y dónde es más insignificante? Precisamente, en Cataluña, donde ha jugado a aventurismos ajenos a los intereses de sus votantes.
¿Un presidente Halloween?
Sí El próximo sábado, 29 de octubre, si se cumple el calendario previsto, Mariano Rajoy será investido presidente del Gobierno. Coincidirá así con la primera gran noche de Halloween, otra fiesta anglosajona importada que tiene tanto que ver con España como una corrida de toros en Japón.
Ya que sus señorías nos lo han hecho pasar tan mal, que acudan disfrazados a votar al Congreso de los Diputados. Para reírnos un rato, aunque sea con esa risa tonta que presagia la vida y la muerte de una legislatura corta. Que se repartan los papeles por partidos y por sorteo: unos disfrazados de Familia Addams, otros de Momias, de Asesinos en Serie, de Pesadilla antes de Navidad o de Payasos Diabólicos. Visto las actuaciones de unos y otros durante estos 300 días sin gobierno, los disfraces son intercambiables. Y, nosotros, los ciudadanos, de enanitos, con España de Bella Durmiente (aunque estos personajes no son nada Halloween).
¿El rey se equivocó con Unamuno?
No. Hizo bien Felipe VI recurriendo a Miguel de Unamuno para pedir “Una España de brazos abiertos”, “Una España alejada del pesimismo, del desencanto y del desaliento”, “Una España orgullosa”, como dijo el viernes en su discurso de los premios Princesa de Asturias. Afortunadamente, el real buscador de citas no se equivocó de obra de Unamuno, implacable tantas veces contra la monarquía del bisabuelo de nuestro rey actual.
Esto fue lo que don Miguel escribió tras el golpe de Primo de Rivera, del que hablamos más arriba, apoyado por Alfonso XIII: “El pronunciamiento se reducía a un atajo de perversos bandoleros –con el rey a la cabeza-. La pornocrática y cleptocrática tiranía pretoriana está en los estertores de su hedionda agonía”. Habrá quien piense que como hoy.