Vicente Vallés es uno de los rostros televisivos más reconocibles de España. Cada noche le habla cara a cara a millones de personas en el informativo de Antena 3. Ha presentado programas de debate y noticiarios también en Telecinco y Televisión Española. Ahora, ha cambiado de género periodístico para escribir Trump. Y la caída del imperio Clinton (La Esfera de los Libros).
El periodista recibe a EL ESPAÑOL en los estudios de Antena 3. Y, entre noticia y noticia, charla sobre su libro y sobre los principales problemas del país. Un país que le gusta escudriñar y analizar a diario con el rigor y la mesura que cada vez se llevan menos en televisión.
¿Cuál diría que es hoy, por encima de cualquier otro, el principal problema de España?
Yo creo que el problema de Cataluña, una vez que estamos superando la crisis económica aunque sea despacito. Lógicamente hace cuatro años el problema grave era la crisis. Pero ahora el problema serio es Cataluña.
¿Por qué diría que el nacionalismo catalán ha radicalizado tanto sus posiciones? ¿Ve alguna solución a medio o corto plazo?
No veo una solución muy sencilla porque las posiciones están muy enconadas. Y no creo además que en un porcentaje importante de la sociedad española y de la sociedad catalana haya capacidad de acercamiento entre posturas. Se han extremado mucho esas posturas. Sí creo que puede haber acercamiento entre los sectores menos extremos. Creo que es lo que eso se va a ver si hay otro referéndum en Cataluña. Seguramente de ahí saldrán unas nuevas elecciones en Cataluña y al ver el nuevo reparto del Parlamento catalán las cosas quizás pueda cambiar. Ahora vamos a vivir un período de mucha intensidad.
¿Por qué?
Porque se puede producir la coincidencia temporal de dos situaciones que pueden cambiar mucho lo que está ocurriendo. Rajoy, tras pasar diez meses en funciones y casi perder el poder, es investido gracias a la abstención del PSOE. Y los tres meses que llevamos de legislatura son una sucesión de pactos entre PP y PSOE para aprobar determinadas medidas.
Pero Pedro Sánchez anuncia que se presenta a la secretaría general del PSOE. Si logra ganar, y eso no es en absoluto descartable teniendo en cuenta que vota la militancia, él ya ha dicho que es partidario de acercarse a Podemos, por un lado, y de reconocer que Cataluña es una nación, por otro. Estaríamos ante un escenario político muy distinto, con el PSOE liderado por Sánchez. A partir de ahí, Rajoy ya no podría contar con la colaboración de Sánchez en el tema catalán. Hasta ahora, la gestora del PSOE y el Gobierno tienen un planteamiento muy similar respecto a cómo enfrentarse al problema de Cataluña. Si Sánchez gana la secretaría general del PSOE, ese apoyo mutuo de PP y PSOE se perdería.
¿Qué le parece la disputa entre Iglesias y Errejón? ¿Es el típico ejemplo de la izquierda española que siempre está enfrentada o es algo novedoso?
Casi todo lo que pasa con Podemos tiene un tinte novedoso porque es una formación política que ha traído un aire distinto a las tradicionales. Su llegada es buena porque ha generado movimiento en aguas que estaban estancadas y ha generado que los demás tengan que renovarse en algunos aspectos. Pero es absolutamente cierto que está sufriendo el mismo tipo de crisis que los viejos partidos de la izquierda, entre dos posturas: la más extremista y de no pactar con nadie y la más posibilista y de intentar acercamientos a otros partidos. Ese es un problema que ha dividido a la izquierda históricamente y que Podemos está heredando. Es interesante ver cómo evolucionan, porque tienen unas circunstancias muy complicadas. No solo están divididos los dos líderes del partido, sino que eso ha calado en las bases.
Siguiendo con la nueva política, precisamente estos días Ciudadanos celebra su congreso. No hay una disputa respecto al liderazgo, pero sí una ideológica, porque parece que Cs se aleja de ese espíritu original antinacionalista para crecer por otra parte y porque, además, parece que quiere ser más liberal que socialdemócrata. ¿También incurren en vicios de la vieja política?
Están con el problema del crecimiento, en eso les pasa como a Podemos. En Podemos la diferencia de criterios es entre quienes opinan que Podemos solo alcanzará el poder siendo muy de izquierdas o quienes opinan que lo alcanzará siendo flexible. En Ciudadanos es algo similar: ¿cómo consiguen crecer tras quedarse en treinta y tantos escaños? Siendo muy firmes o muy flexibles, muy socialdemócratas o quitándose etiquetas para ampliar la base electoral. ¿Cómo le roba votos Ciudadanos al PP y al PSOE? Lo que no está claro, y es la gran duda ahora mismo, es si Podemos y Ciudadanos tienen capacidad de crecer. Está por ver si van a rediseñarse para crecer y si lo van a lograr.
Parece que Rajoy es el que mejor lo tiene, porque en el PP no hay mucha oposición, salvo Aznar enredando un poco.
Los enredos de Aznar le vienen bien a Rajoy porque consiguen centrarle, que su imagen sea más centrada. La posición de Rajoy es cómoda hoy pero esa comodidad se le va a terminar, no solo porque Pedro Sánchez pueda ganar las primarias, sino por el mero hecho de que se haya presentado. Ahora que la gestora del PSOE no quiere que Sánchez gane, no le viene bien seguir pactando con el PP para poder contraponerse a los militantes que están con Sánchez. De manera que esta balsa de aceite en la que ha gobernado Rajoy durante tres meses quizás esté llegando a su fin.
Para los españoles, los políticos son el tercer o cuarto problema. ¿Qué le parece?
Eso tiene sentido porque los ciudadanos tenemos que quejarnos de algo. Hay que buscar siempre alguien al que echarle la culpa y es verdad que en buena medida hay una parte de culpa de los políticos. Quizás porque estamos un poco acostumbrados a que nos resuelvan los problemas. La sociedad civil debe ganar enteros en España, debe ser más autónoma y no depender tanto de las decisiones que se toman en la política. Es importante que haya buenos políticos y que resuelvan problemas, pero los ciudadanos tenemos que tomar conciencia sobre nosotros mismos y pensar que no todo lo tenemos que dejar en manos de que nos lo resuelva alguien.
Quizás un motivo sea la corrupción, más amplia que en otros países.
Hay dos motivos: uno es la corrupción sin duda y otro es la crisis económica. Ambos asuntos han ido temporalmente unidos, porque han circulado en paralelo la crisis y la explosión de casos de corrupción. Eso ha provocado una desazón popular respecto a los políticos y al sistema en general, ha surgido la falta de creencia en las instituciones. Pero insisto en que la sociedad civil tiene que ponerse en pie y tomar sus propias decisiones sin depender del poder político.
En este sentido, hay siempre una permanente comparación con la Transición, se dice que si los políticos eran mejores entonces y que ahora hay mucha mediocridad. ¿Cree que es así o solo es que miramos atrás diciendo que cualquier tiempo pasado fue mejor?
Hay un cierto mito con respecto a la Transición, ciertamente justificado porque fue un momento extraordinariamente complejo y los políticos estuvieron bien cediendo todos mucho en sus postulados. La democracia consiste en eso, en ceder todos para seguir viviendo juntos. Eso se consiguió entonces y ahora estamos en un período diferente, en el que es más fácil acentuar la confrontación política, aunque es verdad que en momentos como la crisis económica hubiera sido mejor que se hubiera producido una mayor unidad de criterio y de pactos.
¿Qué le parece que en las últimas semanas se haya producido en los medios un cierto desprestigio del rey Juan Carlos I? ¿Cree que eso puede hacer daño a la Monarquía?
Esas noticias pueden perjudicar la imagen del rey Juan Carlos, pero no necesariamente de la Monarquía como institución.
En España hay absoluta libertad de expresión y se refleja en la cantidad de medios que hay en televisión e internet
¿Son los medios en general y la televisión en particular culpables de la espectacularización de la política en España?
Yo diría que podemos ser corresponsables junto con quienes son usuarios de los medios de comunicación. En el caso de la televisión, que es el mercado que yo conozco más, los programas se emiten porque la gente los ve. Cuando la gente deja de verlos, esos programas desaparecen. Todos tenemos que hacer examen de conciencia acerca de por qué se emiten determinado tipo de cosas y porque se ven. Desde el punto de vista de la información, hay programas de mucho contenido político con poca o con mucha audiencia. Hay programas dedicado a otros temas y con política que también son muy vistos. Yo respeto mucho lo que la gente decide cuando pone la televisión, me guste o no me guste lo que ve. Hay cosas que se ven mucho y no me gustan nada, pero soy respetuoso con los gustos de la gente.
¿Y no se ha banalizado la política? Usted mismo presentaba hace años por las mañanas debates más sesudos o más serios. Ahora se sienta a los bandos a cada lado de la mesa, ¿no se está simplificando la política?
Si la pregunta es si a mí me gustan más los programas muy serios en los que no se promueve el continuo enfrentamiento de posiciones, sí, me gustan más. Si me preguntas si la gente ve ese tipo de programas sin enfrentamiento, se ven menos. Por eso digo que la responsabilidad es de quienes hacen la televisión y de quienes la ven. Yo repito que soy muy respetuoso porque ver una cosa u otra es una decisión libre. Igual que respeto las decisiones de los electores en las elecciones.
Desde el punto de vista histórico, el fenómeno de la proliferación de tertulianos y programas de tertulia, ¿le parece pasajero o se prolongará en el tiempo?
Esta es una discusión que viene ya de hace tiempo. Han pasado muchos años desde que se empezaron a generalizar las tertulias y no han perdido vigor. No me parece un mal género, de hecho me gusta mucho, tanto en radio como en televisión, porque permite escuchar opiniones que a lo mejor no son la tuya pero sirven para alimentar la tuya. Merece mucho la pena y está muy bien que la gente las vea y también que la gente decide dejar de verla.
¿Cómo valora, del cero al diez, el estado de la libertad de expresión en España?
Todo es mejorable, pero no creo que estemos por debajo del 8. En España hay absoluta libertad de expresión y, además, se refleja mucho en la cantidad de medios que hay en radio, televisión, periódicos o internet. Es muy difícil que alguien en España no encuentre reflejada su opinión en algún medio.
Hoy dos grandes grupos, Atresmedia y Mediaset, controlan el negocio televisivo en España. ¿Cree que eso es bueno para la libertad de expresión? ¿Es simplemente fruto del mercado o de las relaciones con el poder?
Sobre todo tiene que ver con cómo funciona el mercado. La gente decide lo que ve, puede apagar o encender, puede elegir un programa u otro. Han nacido muchos canales de TDT y les ha costado mucho entrar en el mercado porque seguramente no han sido capaces de ofrecer un producto que pudiera imponerse entre los espectadores. Es una decisión libre de los espectadores elegir un canal u otro. Es muy difícil que el poder político pueda imponer que la gente vea un canal determinado.
Y a este respecto, ¿en Estados Unidos las relaciones entre los medios son como en España? Aquí, quizás por esa tradición cainita, hay mucha pelea entre Antena 3 y Telecinco, determinados medios digitales están a la greña, algunas televisiones solo apuestan por hacerse eco de algunos medios.
Yo esto lo normalizaría bastante. Lo que hay es mucha competencia. Estamos en un mercado competitivo y lógicamente Antena 3 intenta tener toda la audiencia que puede y Telecinco igual y TVE igual. En los periódicos, en la radio y en internet pasa lo mismo. Todos somos muy competitivos y tratamos de tener la mayor audiencia posible. No encuentro diferencias con lo que pasa respecto a Estados Unidos, donde además la tradición competitiva viene de mucho más atrás, porque desde que se inventaron la radio y la televisión ha habido radios y teles privadas compitiendo.
Diferentes estudios dicen que cada vez los españoles perciben peor a los periodistas. ¿A qué lo achaca? ¿A los productos periodísticos que se hacen? ¿A la relación con los políticos?
Esto es fruto de la libertad de expresión y pensamiento de la gente. Lo que ocurre ahora es, por ejemplo con el efecto de las redes sociales, la gente se informa como quiere y a veces a través de medios más opinativos que informativos y fija una postura. Muchos, si no les gusta lo que ven en una tele o lee en un periódico, tienden a pensar que es una conspiración contra su propia ideología. Es lógico que la gente sea crítica con los que tenemos un trabajo de cara al público. Y es bueno que sea así porque nosotros tenemos que estar controlados y reflexionar sobre lo que hacemos cada día. No me parece nada extraordinario.
¿Las redes sociales están cambiando la manera de hacer televisión?
No están cambiando, están complementando. Es un complemento que es parte de nuestra actividad diaria. Pero cada uno lo ve de una manera, porque hay periodistas que son muy activos en las redes sociales, otros que son menos activos y otros que han sido muy activos y han dejado de serlo. Con Twitter tienes una reacción muy inmediata a lo que haces. Y eso está bien siempre y cuando sepas relativizarlo, porque no todo el mundo está en Twitter y no todos los que están en Twitter opinan.
Dígame en un tuit por qué hay que comprar su libro.
Es un manual de instrucciones para entender qué es lo que ha ocurrido para que Trump sea presidente.
Cuenta usted en su libro que Trump pasó de financiar las campañas de Bill Clinton a ganarle la presidencia de los Estados Unidos a Hillary. ¿Por qué dio la sorpresa y ganó las elecciones? ¿Acaso precisamente porque Hillary era muy mala candidata?
Es una serie de circunstancias. La más importante es que Trump ha sabido captar y hacerse portavoz de una cierta necesidad que tiene o cree tener un número muy grande de norteamericanos. Por ejemplo, de satisfacer sus necesidades laborales en estados importantes para estas elecciones como Míchigan, Wisconsin, Pensilvania u Ohio, que han sido determinantes para su victoria. Ha sabido jugar con esos miedos de una parte de la sociedad, principalmente personas de raza blanca, trabajadores de nivel bajo y medio que tienen esos miedos sean o no justificados. Y que Hillary Clinton era una mala candidata se ha demostrado con el resultado, más allá de que ella haya tenido más votos. Cuando te presentas a las elecciones, tienes que conocer las reglas del juego y saber aprovecharlas, que es lo que ha sabido hacer Trump y lo que no ha hecho Hillary.
Es como si hubiera aplicado una lógica empresarial, buscando un nicho de personas con esos miedos.
Ha sabido encontrar ese perfil político, no sé si de una manera racional o de una manera intuitiva. Por algún motivo, los millones de personas que le han votado han encontrado en él al portavoz de sus preocupaciones. Con muy pocos mensajes y muy claros, algunos contra la inmigración, que asusta a un sector de la sociedad, y otros contra el terrorismo, que asustan a toda la sociedad norteamericana. Y son mensajes, además, muy campanudos, siempre con titulares muy rotundos y con mucha firmeza.
A las sociedades occidentales les gustan mucho de vez en cuando encontrar líderes que aparentan ser muy duros y que dan golpes encima de la mesa. Eso ha tenido éxito con Trump en Estados Unidos igual que está empezando a tener éxito en países europeos como Francia, con el Frente Nacional, o Alemania, con Alternativa por Alemania.
¿Por qué escribe usted que Trump es más 'trumpista' que populista?
Él tiene un estilo propio de populismo. Muchas veces se dice que es republicano, pero estrictamente Trump no es republicano. Hay quien dice que es un fascista, pero me parece que el fascismo tiene una cierta elaboración que no tiene el trumpismo. El trumpismo es una cosa más simple, con mensajes muy fáciles de comprender para la gente, con soluciones aparentemente rápidas a problemas muy difíciles y de largo recorrido y, además, no es una ideología muy elaborada, sino que la va elaborando sobre la marcha. Es más un táctico que un estratega, que actúa más en el corto plazo que en el largo.
Y también dice que el hecho de que Trump suceda en el cargo a Barack Obama “es mucho más que un sarcasmo de la historia”. ¿Qué quiere decir?
Esto ocurre de vez en cuando en la política. Tenemos elecciones en los países democráticos para que la gente pueda revisar sus decisiones de hace cuatro años. Y la gente en Estados Unidos la ha revisado. Hay un buen número de personas que votaron a Obama y ahora han votado a Trump, dos opciones tan distintas. Estamos ante una circunstancia que no es la primera vez que se produce en la historia: pasar de un presidente muy progresista a uno muy conservador o viceversa con el mismo cuerpo electoral.
Trump va a llegar tan lejos como le deje llegar el Partido Republicano, que es quien controla el Congreso de EE.UU.
¿Hasta dónde irá Trump en sus políticas? ¿Cumplirá sus amenazas al igual que ha hecho con el muro en México o con su decreto para que personas musulmanas de siete países no puedan entrar en Estados Unidos?
Puede llegar muy lejos, porque en este momento él está aprovechando el tirón inicial de las elecciones recién ganadas. Trump va a llegar tan lejos como le deje llegar el Partido Republicano, que controla el Congreso de Estados Unidos. De momento, no pueden ponerle freno porque acaba de ganar las elecciones con el nombre del partido en el pecho. Cosa distinta es lo que pasará cuando transcurran unos meses. Hay una circunstancia muy importante a tener en cuenta: allí cada uno de los miembros del Congreso se tiene que ganar su propio escaño, no como aquí, donde se necesita el apoyo de los líderes del partido. Te presentas tú y ganas o pierdes tú; tú tienes que demostrarle a tus votantes qué has hecho o has dejado de hacer en la Cámara.
Ese sistema de contrapesos, en el que el partido puede parar los pies al presidente, es algo que en España es inaudito y jamás ocurre, porque el jefe de Gobierno decide hablar en una dirección y todos le siguen. ¿Es el sistema electoral norteamericano mejor que el español?
Es diferente. Que sea mejor o peor depende de las opiniones. Aquí en España ocurrió en la Transición que, como veníamos de cuarenta años de dictadura, se quiso establecer un sistema político que diera mucho poder a las direcciones de los partidos y todo fuera un poco más controlado y controlable. Con el paso de los años, quizás ese extremo poder de las direcciones de los partidos ya no tiene sentido. Y es verdad que ya hay cuatro grandes partidos y en que tres de ellos hay un sistema que no es de ordeno y mando. Todavía estamos en el inicio de esos cambios. En Estados Unidos la tradición de las primarias viene desde hace siglos. En el Reino Unido también hay cierta libertad de los parlamentarios respecto a sus partidos. Todo tiene sus pros y sus contras. Encontramos defectos en el sistema americano igual que en el español.
¿Quién es el Trump español?
No creo que haya nadie que se pueda equiparar a Trump en España, ni en otros países de Europa aunque se esté hablando mucho de Jean Marie Le Pen. Pueden coincidir en algunos planteamientos y en que les encante expresar sus posiciones con dureza, pero no son equivalentes. Le Pen es una política de largo recorrido y Trump acaba de llegar. No es equiparable con nadie.
¿Quizás en España lo más parecido fue Jesús Gil?
Quizás sí, si hablamos de tiempos anteriores lo más parecido que hemos tenido a Trump es Jesús Gil, pero llegó hasta la alcaldía de Marbella.
¿Cómo cree que puede afectar a España la estrategia política de Trump? ¿Qué pasa con esas empresas españolas con intereses allí?
Es muy variable. Por un lado, las empresas españolas con intereses allí se pueden ver beneficiadas con el plan de inversiones en infraestructuras que va a poner en marcha Trump, para hacer carreteras, aeropuertos, puentes… Por otro lado, si continúa la guerra comercial entre Estados Unidos y México, hay muchas empresas españolas con intereses en México para las que puede haber graves problemas.