Javier Clemente (Barakaldo, 1950) agita el brazo en el centro de la cafetería Arguiñano, envuelta en piedra a orillas del mar. Casi como si pidiera un fuera de juego. “Venga, venga, que voy traspapelado, tengo muy poco tiempo”, apremia sin saber que encara una conversación de más de una hora. Llueve con fuerza en Zarautz.
Toca hablar de política, brincar del césped a las aceras. El míster, encantado. Se expresa con vehemencia. Él lo llama sinceridad y se sacude los complejos con el movimiento de hombros del que echa un órdago en la partida de mus de las tres de la tarde. Un ejemplo: la semana pasada llamó cagón y cobarde a un periodista vía Twitter. Un diario deportivo tituló: “Clemente arremete contra...”. A él lo de “arremeter” le parece exagerado. “Dije cagón y cobarde, punto”. Se define nacionalista y quiere que Euskadi decida, pero sin levantar murallas. “¿A mí qué coño me importa una obra en el centro de Granada?”. A Rajoy lo ve “listo o tonto”, una de dos. “Si no sabía cómo se financiaba su partido, está incapacitado para gobernar”.
Decía Baroja que la cortesía es una obligación desagradable. Clemente tiene algo de eso. Si percibe una falta de respeto, “a tomar por culo”. Ahora, con los codos sobre la mesa, ofrece un rostro rojizo, pero no tiene que ver con los nervios. Viene de largo. Antes iba a juego con ese pelo que enfrentaba a quienes lo tachaban de rubio con quienes lo veían pelirrojo. Al final coincidían: “Bobby Charlton”. Habla el entrenador que logró elevar al Athletic por encima de Barça y Real Madrid.
¿España está revuelta?
Aunque ha estado mucho más revuelta otros años, creo que no va bien. Muchas deudas, mucho gasto… Y siempre pagan los mismos, los que menos tienen. Lo más difícil es aprender a vivir con el nivel que a uno le corresponde. En definitiva, se dicen muchas mentiras.
¿A qué se refiere?
La gente no es capaz de conocer la realidad auténtica. Sólo los médicos pueden saber si la sanidad va bien, sólo los economistas hablan de la crisis con conocimiento… Se dice que se ha recortado la educación, pero como yo no soy profesor y no voy a la escuela no sé si es cierto. En cambio, los políticos dicen que todo es estupendo. ¿Cuál es el problema? En España, los encargados de dirigir la Sanidad, la Economía y la Enseñanza no suelen tener ni idea, no pertenecen al sector. Así nos va.
En una entrevista que concedió poco después de debutar como jugador del Athletic de Bilbao dijo: “El fútbol es algo muy serio”. ¿Lo sigue pensando casi cincuenta años después?
En aquel momento, hablaba desde el prisma de la profesionalidad. Era mi trabajo. Quería decir que detrás del futbolista está la ilusión de mucha gente. Sí, lo sigo pensando. Del fútbol depende la pasión de miles. Cada domingo, jugamos con la satisfacción de las personas. La felicidad es algo muy serio. Por eso la política también es seria.
¿La política saca lo peor del fútbol o es el fútbol el que saca lo peor de la política?
Al fútbol le culpan de muchos defectos y problemas sociales de los que no es responsable. Si en este país la gente no tiene educación, no es culpa del fútbol. ¿Hay violencia en las gradas? Sí, pero es una cuestión de respeto y comportamiento. En los estadios se juntan 40.000 tíos, que se comportarán igual que en cualquier otro sitio. El fútbol no convierte a nadie en malo.
Varios de los que han pasado por este confesionario de “Hablando sobre España” coinciden en que los futbolistas tienen más capacidad de influencia social que los intelectuales. ¿Le preocupa?
Es así. La gente cree que los buenos actores y futbolistas tienen capacidad para ser igual de buenos reflexionando acerca de la medicina, la economía… Joder, no tiene nada que ver. A mí, que aquí soy un tío bastante popular, también me pasa. Si hablo de fútbol quizá me acerque a la realidad, pero si empiezo a charlar de otra cosa… Dirán: “Este tío no sabe de qué habla”.
Entonces, ¿es peligrosa la gran influencia de Messi y Ronaldo?
Es peligroso cuando la gente idolatra sin saber discernir. Debemos ser capaces de escucharles y decir: “No tienen ni zorra idea”. Se convierte en un problema cuando no delimitamos. Y es verdad, vamos como ovejas y no sabemos delimitar. Ojo, también pasa en política, eh. Tontos hay en todos los sitios. He oído a ministros muy cortitos. Algunas veces pienso: “¿Cómo lo han puesto ahí? ¿No había un tío en toda España que supiera más de eso?”.
Hemos puesto el ejemplo de la dicotomía Messi-Cristiano. Entre el Barça y el Real Madrid también se da una competición de valores, más allá de lo futbolístico. ¿Le parecen más sanos unos que otros?
Ambos clubes tienen futbolistas extraordinarios. Es normal que los niños se miren en esos espejos. Los valores que representan son los mismos.
¿No encuentra diferencias?
Todos los futbolistas, en distintas escalas, representan lo mismo: un equipo, un estadio, una afición, unos colores… Lógicamente, a Barcelona y Madrid los diferencia una connotación ambiental. En Cataluña, muchos son nacionalistas, pero al fin y al cabo todos son futbolistas. De verdad, nos tiene que gustar cómo juegan, no cómo hablan.
Piqué dijo que en el Santiago Bernabéu se mueven los hilos que rigen España. ¿Usted también lo cree?
No hay que fijarse literalmente en lo que dice Piqué. Es un forofo. Un tío que me cae muy bien, pero un forofo. A veces le escucho y pienso: “Joder, Piqué, ya te has pasado”. Como es forofo, siente una profunda antipatía hacia el Real Madrid casi desde que nació. Todo lo que diga sobre este equipo será negativo. Lo mismo les ocurre a los del Madrid.
Pero eso de los hilos que gobiernan España en la sombra desde el Bernabéu, ¿qué opina?
También los políticos son muy aficionados al fútbol. Cada uno tiene sus clubes. Lógicamente, gustan más los grandes que los modestos. Por otro lado, estar en el palco del Bernabéu es publicidad. A uno le ven, se pasea, sale en la foto… Como el Gobierno está en Madrid, los políticos van al Bernabéu y también al Calderón, pero nada más.
¿Eso determina que los arbitrajes beneficien a los grandes?
No. Los árbitros benefician a los grandes porque son los que más público y prensa tienen.
En el Athletic sólo juega gente “de casa”. ¿Eso es nacionalismo?
Eso es genial. ¡Genial! No, claro que no es nacionalismo. Simplemente damos vida. Nuestra juventud, nuestro pueblo tiene fuerza para sacar adelante un equipo. El público sabe que los jugadores son vecinos. Preferimos entrenar a nuestros niños, chavales que nacen y ya quieren ponerse esa camiseta. Sabemos que fuera hay mejores jugadores, pero si los trajéramos, quitaríamos la ilusión a los nuestros. No tiene que ver con el nacionalismo. En el Athletic muchos no son nacionalistas. También, en otros ámbitos, intentamos que los más listos no se vayan de Euskadi. Algunos lo hacen porque están a otro nivel y aquí no pueden colmar sus ambiciones profesionales. Vale, claro que lo entiendo, pero me gustaría que los médicos y los ingenieros fueran de aquí.
Pero, ¿por qué cree que un médico en Euskadi va a ser mejor si es vasco? ¿Cómo define esa pulsión?
Coño, porque los de aquí son los que mejor conocen el territorio. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que seamos mejores que los de fuera. A mí me encantaría que en Madrid jugara la gente de Madrid. Esto no significa que vea negativo que se cuente con extranjeros. Yo quería entrenar al Athletic y así lo hice, pero me tuve que marchar. No soy reacio a la gente de fuera, pero creo que es bonito para el equipo y la ciudad que los jugadores sean de aquí. Ser nacionalista no es determinante.
Cuando entrenaba al Athletic a principios de los ochenta, le llamaban etarra en algunos campos de Madrid y Andalucía. Visto con perspectiva, ¿qué piensa?
Siempre he pensado lo mismo. Ahora y entonces. No tienen ni puta idea. ¡Ni puta idea! A mí en el Bernabéu me gritaban que me muriera. La última vez lo cantaron los ultras en el minuto ocho o nueve. “Me moriré cuando me toque”, dije en el banquillo. Qué listos. Los ochenta fueron años conflictivos, nos trataban peor. Quien insulta con eso es un paleto, pero creo que ni lo piensa ni lo siente. Sólo quiere molestarte para que pierdas. En el fútbol se chillan muchas cosas para perjudicar el rendimiento del contrario. Tras los noventa minutos, ni terrorista ni nada. A veces incluso se comparte un café.
¿Cree que esas aficiones no pensaban lo que decían?
Es un insulto que sienta mal… Pero bueno, lo mismo que cuando te llaman hijo de puta.
¿Le parece lo mismo que le llamen hijo de puta que etarra?
Sí. Total, las dos cosas son mentira. Del mismo modo que sabes que tu madre no es puta, también sabes que no eres un terrorista. Lo escuchas y dices: “Vale, chaval, eres muy tonto”. ¿Qué vas a hacer contra eso?
El terrorismo le tocó de cerca cuando, siendo entrenador del Athletic, ETA secuestró al directivo Juan Pedro Guzmán.
Sí, salimos corriendo a exigir su liberación y nos manifestamos en contra.
¿Le trajo problemas hacerlo?
Nada, en absoluto. Hombre, seguro que a muchos no les gustó que lo hiciera. Siempre he estado en contra de las muertes. Ha habido algunos a los que no les he caído simpático. Me da igual.
¿La paz es definitiva?
ETA ha desaparecido. Esa paz sí que está lograda, pero dentro de unos años puede surgir OTO, o cualquier otra banda, todo dependerá del trato que se dé a la gente. Si en Andalucía hay paro y el pueblo se muere de hambre, alguno cogerá las guadañas. En mi infancia, las huelgas y las manifestaciones de las grandes empresas eran terribles. Unas hostias… Terrorífico. Poco a poco fue desapareciendo. Precisamente porque ya no se trata a los empleados como antes. Pero mira Venezuela. Va a explotar. No tienen para dar de comer a sus hijos.
Vayamos a Alsasua. Uno de los debates ha sido calificar o no como terrorismo la paliza a los guardias civiles.
Si hablas con gente de Alsasua, te dirán que eso es ridículo. Fue en un bar, las condiciones no tuvieron nada de políticas. Altas horas de la noche y todos cargaditos de manzanas. Una pelea de taberna. Derivar eso a terrorismo…
¿No cree que les pegaron por ser guardias civiles?
Si todos tuvieran las mismas ideas políticas, no habría ocurrido. Un día de partido en el Bernabéu fui a tomar algo antes a Gloria Bendita. Tuve que ir corriendo hasta el palco porque un ultra de los cojones me perseguía con una navaja. Fue ridículo, todas las palizas son ridículas. Querer confundir lo de Alsasua con terrorismo… Ojalá el terrorismo que tuvimos hubiera sido lo de Alsasua. Fue gente que opinaba diferente, se pegó dos piñas y a tomar por culo. De ahí a terrorismo… No me jodas.
¿Cómo se define políticamente?
Soy nacionalista, aunque mi nacionalismo es muy propio.
¿Eso qué significa?
Me siento muy vasco, pero no quiero levantar murallas y cortar las comunicaciones con el resto. Eso es absurdo, pero ¿a mí me preocupa una obra en el centro de Granada? ¡No! Si ellos quieren dirigir su vida, a mí qué coño me importa si estoy en Bilbao. En cambio, si deciden cortarnos la ría o quitar una playa, me parece fatal. Soy nacionalista y quiero que los vascos vivamos como nos gusta, en base a nuestras tradiciones y costumbres.
¿Eso significa vivir en un país distinto a España?
Cuando éramos campeones con el Athletic, en los ochenta, fui a un programa de Mercedes Milá. Dije: “Tienen que entender que los vascos somos diferentes”. Me dieron palos por mil sitios. No expresé que fuéramos mejores o superiores, nada de eso. Simplemente dije que somos diferentes a los castellanos, a los andaluces, a los gallegos… Ni mejores ni peores, diferentes. Eso implica que pensamos de diferente manera.
¿Y si hablamos de independencia?
Me gustaría ser independiente sólo en la medida en que esta tierra pueda decidir sobre sí misma. Independencia no es levantar una muralla y decir: “Aquí no entra ni Dios”. Ese concepto, que mucha gente tiene, es ridículo. El problema es que a muchos les dicen que eso es lo que queremos nosotros. Lo hacen para generar antipatía.
¿Por qué cree que ocurre eso?
Para que los demás nos cojan paquete y digan: “Estos vascos de los cojones no quieren saber nada de nosotros”. Tengo 67 años. Entonces, Euskadi vivía de la industria. En Barakaldo, los Altos Hornos empleaban más de 8.000 personas. Mi abuelo era de Zamora, mi abuela de Palencia. Había aquí más de 40.000 gallegos. Sigue habiendo muchísimos. Viven aquí, tienen hijos de aquí y son de aquí. Cuando escucho eso de “los vascos no quieren saber nada del resto”, digo: “Usted es gilipollas”. Son amigos míos, hemos ido al colegio juntos, jugaba a cartas en un bar de gallegos. Yo decido lo que hacemos en mi casa, pero tú eres mi vecino y me llevo genial contigo sin preguntar de dónde eres. Hay que saber diferenciar. Si nosotros queremos hacer una obra que nos viene bien, ¿por qué Madrid va a poder decir que no?
Eso tiene peligro. Los de Zarautz querrían leyes distintas a las de Bilbao. Luego los de primera fila de playa de Zarautz pedirían distintos decretos que los del centro del pueblo. Una espiral de locura, ¿no?
Podría darse ese problema, pero quién sabe. Quizá sucediera lo contrario y se unificaran los criterios. Aunque, claro, si pedimos la libertad de los vascos, ¿por qué no vamos a permitirla dentro de Euskadi? ¿Tú crees que el Gobierno vasco impediría algo que quisieran los de Zarautz y que fuera bueno para ellos? Se lo permitiría. Zarautz viviría de forma distinta a Barakaldo, y Barakaldo sería diferente a Santurce. ¿Cuál es el problema? Si todo el pueblo quiere ir en calzoncillos en verano, que el alcalde lo permita. Esto no significa ir a la anarquía. Creo que se puede hacer garantizando el respeto al de al lado y la convivencia.
Dentro del propio País Vasco habría problemas.
Sí, ya nos ha pasado. Bildu, antes HB, no quería hacer nada. Ni autopista Bilbao-Behovia, ni la de Pamplona. No a la incineradora, no al AVE… En sus manifas han quemado contenedores y autobuses. Muchos estuvimos en contra. No quieren que el resto viva bien, pero luego son los primeros que van por la autopista y cogen el AVE.
Entonces, ¿un país distinto o reformar las competencias dentro de España?
¡Eso me da igual! Quita lo de país. Hay pueblos que no son vascos, que pertenecen a Burgos, pero que quieren vivir como los vascos porque comparten costumbres. Me da igual que se llame Euskadi o Sardinero. Quiero que este trozo del norte pueda vivir como quiere vivir.
Entrenó a la Selección durante algunos de los años más duros de ETA. ¿Perdió amigos por ocupar ese banquillo?
Ni uno. Tuve más críticas fuera que en Euskadi.
Tras seis años en la Selección, ¿tiene más sentimiento de pertenencia a España?
No, el mismo que tenía antes y el mismo que tengo ahora. Respeto mucho a la gente de todos los sitios. Cuando fui, dije en público: “Soy nacionalista vasco”. Eso no significa que fuera antimadrileño ni antinada. No puedo ver a los tontos de un lado y de otro.
¿Le gustaría un España-Euskadi?
Claro que sí, aunque no sería positivo para España porque habría cinco o seis selecciones más. Los andaluces, gallegos y catalanes también querrían la suya. A mí, que Euskadi pudiera jugar en el fútbol mundial me encantaría.
¿Le haría más ilusión entrenar a Euskadi que a España?
Me haría ilusión entrenar a Euskadi porque habría mucha gente contenta con esa Selección. Sería algo muy grande, muy significativo a nivel internacional.
¿Tendría opciones contra España?
Iría por épocas. A principios de los ochenta, nuestro Athletic era el mejor equipo de la Liga. Ahí sí que hubiéramos competido. Está claro que la Selección de Euskadi sufriría muchos más altibajos que la española.
¿Le gustaría que España jugara en San Mamés?
¿A mí? Claro que sí. Pero el que lo pide es el Gobierno vasco o el Ayuntamiento de la localidad. Si Bilbao no quiere, no se jugará. A mí sí que me gustaría ir al campo a ver un partido de la Selección. Sería un aliciente deportivo. Lo mío es el fútbol. Cualquier partido me gusta para Euskadi.
¿Qué dice de las pitadas al rey y al himno?
Respeto, yo ya dije que no hay que silbar.
En una entrevista con este periódico, Tomás Guasch apostaba por suspender el partido siempre que se produzcan pitos.
Tomás Guasch es tonto. Quien quiera silbar que silbe. Se venden muchas mentiras. Creo que los pitos de los últimos Athletic-Barça se produjeron por culpa de comentarios anticipados. Yo he entrenado a la Selección. En todos los partidos, la afición contraria ha silbado el himno. El otro día, pitaron a Israel en Gijón. ¿Has leído algo?
Antes de abordar la política nacional. En Navarra se ha derogado la ley de símbolos y los Ayuntamientos que lo decidan podrán colocar la ikurriña en su fachada.
Me parece genial. Si una ciudad quiere poner una bandera, que la ponga. Son guerras absurdas. ¿Qué mas da que haya una o cinco? Me parece tan negativo prohibir una como otra. Lo peligroso sería izar alguna que tuviese un significado violento.
¿Qué me dice de Mariano Rajoy?
O miente o es tonto. Si un presidente no sabe cómo funciona su empresa, no es muy listo. ¿No sabía cómo se financiaba su partido? Vale, le creo, pero por desconocimiento e incapacidad no puede gobernar. ¿Para qué cojones lo ponemos? Él mismo dice que no tenía ni idea de lo que ocurría, pues fuera de ahí por zoquete.
Javier Clemente se rompió varias costillas cuando entrenaba a Serbia. No pudo viajar en avión y se hizo 2.500 kilómetros en coche para llegar a un partido. ¿Rajoy haría 2.500 kilómetros en coche por España?
Es una buena pregunta para él. Vuelvo a lo de antes, que me parece muy importante. Lo llevo a mi terreno. Un entrenador está todos los días en el vestuario. Si no sabe lo que pasa dentro, tendrá que dejar el puesto a otro.
Hagamos la porra. ¿Pedro Sánchez o Susana Díaz?
Creo que ganará Susana, pero porque le han puesto todo para que gane.
¿Albert Rivera sería titular en su once de políticos?
No habla mal, pero no tengo capacidad para definir si es bueno, malo, listo o tonto. Parece que en Barcelona no le quieren.
¿Se refiere a que no es nacionalista?
Es difícil, igual que un no nacionalista en Euskadi. Le ponen palos en las ruedas. Si quiere defender España, tiene que asumir que es catalán y que allí hay muchos más que quieren lo contrario. Yo soy del PNV, pero cuando ganó el PSOE fui respetuoso. Patxi López fue lehendakari, también mi lehendakari. Hizo cosas que yo no hubiera hecho, pero lo respeté por una cuestión de convivencia.
¿Pablo Iglesias?
No me convence. Encuentro contradicciones en su discurso. Creo que tiene razón cuando defiende a la gente humilde y habla de los desahucios. Pero si defiende eso, ¿por qué no lo sigue haciendo cuando habla de Venezuela?
Suena el móvil de Clemente. Le están esperando. Cuelga, responde a la última pregunta, se levanta y se encamina hacia la puerta. “Míster, ¡faltan las fotos!”. “¡Que no, que no puedo, que llego tarde!”. Termina posando en el mar. “¿Qué más te da que me ponga aquí que ahí abajo?”. “Así se ve la arenilla”, le responde el fotógrafo. “¡Tú sí que estás arenillas!”, se ríe.
Monta en el coche. A punto de arrancar. “¡Javi! ¡Javi! Una foto”, le paran un par de jóvenes. Cierra la puerta, concede, posa, abraza, un par de tacos, involuntarios, como esas manos de refilón que los árbitros dudan si sancionar. Clemente se va.