Esta imagen del Aquarius tras un plano de hombres negros auxiliados en algún punto del Mediterráneo podría ser también un retrato épico y moral de cuanto supone la llegada del buque de los náufragos al puerto de Valencia.
Los dos planos, el primero borroso y desenfocado en el que aparecen los africanos, y el segundo nítido y colorido del barco, delimitan los prismas del debate.
En la bruma se arraciman cuerpos imprecisos de hombres negros asistidos por dos voluntarios blancos. Efectivamente, ni solemos atender el padecimiento extraño de los desesperados, y más cuando los desesperados tienen otro color de piel, ni reconocemos como se merece la labor humanitaria de quienes les ayudan. Eso de la inmigración y las ONG son el ruido de fondo de los telediarios a la hora de los postres
En el fondo, vívido y seguro, un barco; es decir un hogar para los olvidados a merced de las olas.
La llegada del Aquarius puede y debe arrojar luz sobre un debate embarrado por la bruma de la demagogia, el cinismo, la hipocresía, el miedo, la ignorancia, el racismo y la maldad, habituales venenos del entendimiento.
1.- “¡Ya estamos con las políticas buenistas!”. El buenismo, querencia habitual de cínicos y simples, no tiene nada que ver con esto, por más que haya buenistas involucrados en la exaltación de la aventura. El rescate de estas 630 personas sin víveres, agua, medicinas y puerto al que arribar era una obligación moral.
2.- “¡Es pura propaganda!”. La mayoría de los sondeos y encuestas online publicadas desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decidió unilateralmente acoger a los inmigrantes rechazados por Italia y Malta demuestran que la mayoría de los españoles no ve con buenos ojos la llegada del Aquarius. Es decir, no parece que la motivación del Gobierno haya sido hacer proselitismo. Ya veremos si las autoridades estatales bajan del puente de mando a hacerse la foto o prefieren mantenerse en un discreto segundo plano.
3.- “El problema de la inmigración no se soluciona con efectismos”. Estamos ante una medida excepcional para resolver una situación de emergencia. Sin embargo, la decisión del Gobierno sí puede servir para reabrir el debate sobre la presión migratoria en el sur de Europa por la atención mediática que ha suscitado.
4.- “¿Entonces dejamos entrar a todos?”. El colmo del trazo grueso. El rescate del Aquarius no conlleva una renuncia al control de las fronteras. Eso sí, la acogida de este barco que permitirá a los valencianos resarcirse de tantos y tantos programas crítico-jocosos sobre la corrupción como seña de identidad.
5.- “Efecto llamada”. Aquí la masa madre de un alarmismo con tintes racistas. Los efectos llamada existen, claro, y habrá que abordarlos. La subida de las temperaturas, por ejemplo, la baja mar o el relajo en el control fronterizo también surten un efecto llamada. ¿Pero en realidad alguien que huye del hambre, la guerra, la mutilación o la tortura necesita un efecto llamada?
Pues qué quieren que les diga, para efecto llamada el de los paraísos fiscales hacia los traficantes de seres humanos, a quienes permiten ocultar y blanquear la ganancia de su odiosa industria.