Cuando hace un año pronostiqué que, de mis tres criaturas periodísticas, este tercer hijo, engendrado de forma un tanto inesperada, como una tempestad en otoño, terminaría siendo el más robusto e importante descendiente, pocos me tomaron en serio. Tal vez tampoco lo hagan esta vez.
Pero el año pasado teníamos 22 millones de lectores en todo el mundo, certificados por Google Analytics y auditados por OJD y este año tenemos 33 millones de lectores en todo el mundo, certificados por Google Analytics y auditados por OJD. El año pasado tuvimos un EBITDA negativo de un millón y medio de euros, cumpliendo escrupulosamente nuestro plan de negocio y este año tendremos EBITDA positivo, aunque sea de 1 euro, cumpliendo escrupulosamente nuestro plan de negocio.
Todos los indicadores nos sitúan ya como el segundo medio nativo con más lectores. Algo sin precedentes entre la prensa europea de calidad. Según los últimos datos de ComScore, que sólo mide la audiencia en España y con criterios muy restrictivos, los 11,6 millones de lectores de EL ESPAÑOL, al cabo de poco más de dos años de vida, suponen ya un 88% de los atribuidos a El Confidencial con 18 años de vida, el 55% de los atribuidos a El Mundo con 30 años de vida, el 56% de los atribuidos a El País con 42 años de vida y el 68% de los atribuidos a ABC con más de 110 años de vida.
Las distancias entre los grandes periódicos tradicionales y los principales diarios nativos se están acortando de forma acelerada y EL ESPAÑOL está liderando ese fenómeno. Según acaba de publicar Dircomfidencial, un medio de rampante influencia en el sector, en los últimos dos años El País creció un 36%; El Mundo, un 46%; ABC, un 56%; El Confidencial, un 71%; y EL ESPAÑOL, pásmense, un 317%.
Comprenderéis, por cierto, la enorme satisfacción que me produce ver a dos de mis tres criaturas periodísticas en ese top five de la prensa de ámbito nacional. El año pasado se produjo cierto revuelo cuando me limité a constatar lo obvio: que la suma de esas dos cabeceras, hijas de un mismo padre, produciría el líder indiscutible del sector en términos de audiencia, influencia y rentabilidad. Esa obviedad se va volviendo más abrumadora a medida que EL ESPAÑOL sigue creciendo de forma más exponencial. Pero no se trata ni de un proyecto ni menos aun de una propuesta de boda.
Comprenderéis la enorme satisfacción que me produce ver a dos de mis tres criaturas periodísticas en ese top five de la prensa de ámbito nacional
Las tres cabeceras tradicionales que lideran el ranking de la prensa generalista -cuatro si se les añade La Vanguardia- siguen teniendo la rémora de los costes industriales, asociados a sus cada año más menguantes ediciones impresas. Es verdad que eso les sirve de pretexto para obtener ingresos publicitarios muy superiores a los que les corresponderían por su cuota de mercado digital. Pero, a medida que el inexorable hundimiento de esas difusiones impresas termine haciéndolas irrelevantes, y se vaya diluyendo la superstición inercial que asocia una mayor influencia al papel entintado, viviremos la aceleración de la transferencia de inversión publicitaria al ámbito digital. Eso nos situará a los medios nativos en una clara posición de ventaja competitiva.
Llegará entonces la hora de la verdad para esos medios tradicionales, desde el punto de vista del modelo de negocio: o consiguen ingresos significativos, mediante el cierre de contenidos y la introducción de modelos de pago, o difícilmente resultarán viables. Es evidente que en ese escenario todas las ventajas, a medio y largo plazo, serán para los medios nativos que hayamos equilibrado nuestra cuenta de resultados, tengamos una posición relevante en el mercado, combinemos adecuadamente la audiencia y la influencia y encima hayamos abierto ya brecha en el ámbito de las suscripciones digitales.
Estas son las pautas de referencia por las que se rige el desarrollo de EL ESPAÑOL, en un contexto en el que de ninguna manera puede darse por terminada la crisis del sector. Si 2018 tiene que ser el año del 1 euro de EBITDA positivo que nos colocará ya al otro lado del Cabo de los Tormentas, 2019 tiene que ser el primer año con beneficios significativos. Eso implica seguir incrementando los ingresos y manteniendo bajo control los gastos. Al menos mientras el nuevo modelo de negocio, necesariamente mixto, no arraigue y prospere, la austeridad debe seguir impregnando nuestros actos. Ni los sueldos del pasado podrán regir para determinadas posiciones -empezando por la de director-, ni la plantilla o el presupuesto de colaboraciones podrán crecer como nos gustaría.
Todas las ventajas, a medio y largo plazo, serán para los medios nativos que hayamos equilibrado nuestra cuenta de resultados
Eso hace más difícil, pero también más meritoria, la rotunda apuesta de EL ESPAÑOL por la calidad informativa que todos los días impregna nuestras exclusivas sobre política y tribunales, nuestra información empresarial o nuestros reportajes y entrevistas. En España aún no rige, como en el Reino Unido, la pertinente clasificación por separado de la prensa de calidad y la prensa sensacionalista. Pero, como todo el mundo sabe, en la prensa digital se puede crecer de muy distintas maneras. Hay quienes lo hacen no ya con fake news sino con fake users, obtenidos mediante ventanas o enlaces asociados al consumo de páginas porno o de descargas ilegales de películas. También hay quienes gastan ingentes cantidades de dinero en la compra de tráfico a través de las redes sociales.
EL ESPAÑOL no hace ninguna de esas dos cosas. Tampoco tiene el respaldo del duopolio televisivo que no sólo actúa como caja de resonancia de algunos de nuestros competidores, sino que ha llegado a integrarlos como parte estructural del guiñol de las dos Españas que asiduamente suministran sus programas.
EL ESPAÑOL no cabe en ese "sandwich". EL ESPAÑOL está vetado en las pantallas del duopolio por haberse atrevido a denunciar las prácticas empresariales liberticidas que han dado pie al expediente de la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia y por haber divulgado las implicaciones de algunos de sus directivos en causas penales por corrupción en marcha. Súmese a ello el sectarismo marianista con que se ha gestionado hasta ahora la televisión pública y se entenderá por qué ni yo ni ningún otro miembro del equipo directivo de EL ESPAÑOL salimos nunca en ninguna televisión.
EL ESPAÑOL está vetado en las pantallas del duopolio por haberse atrevido a denunciar las prácticas empresariales liberticidas
Somos así víctimas de una nueva forma de censura, a costa del pluralismo, el interés público y los derechos de sus audiencias. No les servirá de nada. Podrán eliminar a EL ESPAÑOL de sus pantallas, pero no podrán eliminarlo de las de los teléfonos, tabletas y ordenadores de los españoles. Y a medida que siga creciendo nuestra influencia y relevancia, su impotencia hará más evidente su intolerable despotismo.
El salto de los 22 a los 33 millones de usuarios, que hemos dado este año, es el resultado de la combinación, casi a partes iguales, del crecimiento natural, gracias al buen trabajo de la redacción de EL ESPAÑOL, y la incorporación a nuestra oferta de nuevos contenidos informativos de nicho, fruto de nuestra estrategia de alianzas, acuerdos y sobre todo adquisiciones empresariales.
Si el año pasado felicitaba a nuestra Consejera Delegada, Eva Fernández, por la incorporación a nuestro perímetro de dos medios de referencia en el sector de la tecnología como El Androide Libre y Omicrono y uno en el de la gastronomía como Cocinillas, este año debo hacer lo mismo por la forma con que ha negociado y culminado nuestras inversiones en Vandal y El Bernabéu. Vandal, creado y criado por Pablo Grandío, se ha transformado a lo largo de los años de lo que era una fantasía juvenil en una publicación de gran prestigio -el segundo medio español dentro del sector de videojuegos- y en una empresa muy rentable. El Bernabéu, fundado por Jorge Calabrés como medio dedicado a la información del Real Madrid, está aun en sus balbuceos, pero lo arrollador de sus comienzos y la potencialidad de su propósito permiten augurar un próspero horizonte de crecimiento.
Este camino que ya emprendimos con tres medios asociados como Diario de Avisos, Crónica Global y Navarra.com, con fuerte implantación en comunidades clave desde el punto de vista de la defensa de la España constitucional, nos ha permitido acelerar nuestro crecimiento en general, pero sobre todo llegar a lugares o espacios de mercado a los que difícilmente habríamos podido acceder en solitario. Además nos permite incorporar talento y diversidad a nuestro proyecto editorial y empresarial.
Si el año pasado os pedí que ratificarais la incorporación a nuestro consejo de administración del director y alma mater de Crónica Global Xavier Salvador, hoy os pido que hagáis lo mismo con el editor del Diario de Avisos Lucas Fernández. Lucas no sólo es el presidente y principal accionista del diario decano de la prensa canaria, con el que EL ESPAÑOL inauguró, casi al comienzo de su andadura, una alianza pionera, en la medida en que ha servido de ejemplo a otros medios, sino que ha sido cocinero antes que fraile, pasando por el periodismo de base y desarrollando en paralelo una brillante carrera como productor cinematográfico. Estoy seguro de que su incorporación a nuestro consejo va a suponer una gran aportación y va a permitir intensificar las sinergias entre nosotros, especialmente en lo que a producción de contenidos audiovisuales se refiere.
Junto a la incorporación de Lucas Fernández, quiero constatar la salida voluntaria del consejo, formalizada hace ya unos meses, del que fuera nuestro vicepresidente fundador Alejandro de Vicente. De acuerdo con el calendario que él mismo había fijado desde el primer momento, por razones personales, Alejandro dejó sus funciones ejecutivas a finales del año pasado. Continúa siendo uno de los nuestros, como accionista de EL ESPAÑOL y siempre tendrá mi gratitud y admiración por la extraordinaria labor que realizó durante esa etapa clave que enmarcó el nacimiento u primeros pasos del periódico.
Alguien me preguntaba, hace unos días, cuantos años tardó en madurar mi anterior criatura periodística, es decir cuántos años transcurrieron entre el nacimiento de El Mundo y el momento en que se reconoció de forma generalizada su éxito editorial y empresarial. Mi respuesta fue que entre seis y siete, si hablamos tanto en términos de audiencia e influencia como de cuenta de resultados. Es una buena referencia, aunque con EL ESPAÑOL el proceso esté siendo más rápido, entre otras cosas porque somos depositarios de todo el legado de credibilidad, de toda la carga de responsabilidad que emana de esas confrontaciones, a vida o muerte, con los gobiernos de González y Rajoy.
Este texto corresponde a la parte de la intervención de Pedro J. Ramírez, ante la Junta General de Accionistas de EL ESPAÑOL, dedicada a examinar la marcha del periódico.