Xabier Fortes (Pontevedra, 1966) pide su segundo desayuno. “¡Una Coca-Cola, por favor!”. No quiere nada más. Le gusta, aunque sufra, guardar la línea. A veces, el trabajo no se lo permite, pero lo intenta. Por él no va a quedar. A su alrededor, nadie lo duda. Desde niño, ha mantenido la misma filosofía de vida. Cuando no es una cosa… es otra. Primero, fueron los viernes negros en defensa de la televisión pública; después, su choque con Rosa María Mateo a cuenta del debate. “¡Qué me va a decir mi padre, si a él lo encarcelaron por tratar de extender las ideas democráticas dentro el ejército de Franco!”. Eso le marcó (y le ha marcado) su visión de España y, al mismo tiempo, ha condicionado su forma de ser –y su tendencia a meterse en líos–.
Ahora, sin embargo, quiere estar tranquilo. Concluido el periodo electoral, sus preocupaciones han cambiado. Los pactos, obviamente, le interesan. ¡Cómo no! Pero, tras tanta tormenta, recupera, poco a poco, su vida. Sus lecturas –muchas de ellas de historia–, sus piques futboleros –entra a cualquier trapo por su Pontevedra o su Barça– y, en definitiva, el tiempo con su familia. Pero, en ese impasse, recibe a EL ESPAÑOL para hablar sobre este país…
¿Le apetece a uno hablar sobre España tras tanto periodo electoral?
[Risas] Sí, yo hablo de lo que sea. Eso sí, te advierto: como presentador de un programa de opinión… No debo opinar. Pero a mí me gusta preguntar y no me gusta que la gente me rehuya, así que dale. A ver si consigo salir airoso…
Por empezar por algo facilito… O no. Dígame, ¿qué tal le ha sentado el final de temporada del Barcelona? Ha perdido el triplete en los tres últimos partidos…
Qué decir. El problema ha sido que ganó la Liga demasiado pronto. Si hubiera sido como alguna de aquellas de Cruyff que se ganaban en el último partido… En ese caso, los culés habríamos saltado de alegría. Pero, a ver, yo se lo digo muchas veces a mis hijos: el Barcelona, antes, cuando yo era niño, ganaba una Liga cada 13 años. A veces, vamos de nuevos ricos. Y lo que se está consiguiendo es una barbaridad: llevamos ocho campeonatos en 11 años.
Por eso me alegro de que se haya quedado Valverde. Ha ganado dos Ligas consecutivas y, a pesar de ese final desastroso -similar al del año pasado, pero también a todos los anteriores-, ha sido una buena temporada. Además, no hay que olvidar que el Barcelona es el único club de España con un triplete y el único del mundo con un sextete.
Peor le ha ido a su Pontevedra.
Lo que pasa es que al final ganamos cinco partidos seguidos, nos metimos en la fase de ascenso… y después perdimos tres seguidos. Pero tenemos un equipo hecho y, con tres o cuatro refuerzos, el año que viene nos metemos en ascenso.
En cualquier caso, ¿con el horario de 'Los Desayunos', no le habrá dado tiempo a ver mucho fútbol? ¿Se dormiría antes de que sonara el himno de la Champions?
Pues mira, trato de acostarme todos los días después del Telediario de la noche. Pero los partidos de la Champions no me los perdía. El día del Liverpool, cuando nos metieron el tercer gol, el que igualaba la eliminatoria, me acosté, pero no fui capaz de conciliar el sueño y volví. Vi el cuarto. Fue un desastre. Al día siguiente, mis compañeros, en el plató, lo primero que hicieron fue ponerme el himno de la Champions… También te digo, fui muy respetuoso la semana que el Madrid lo perdió todo en siete días [Risas].
Veo que le ha perdido el miedo a decir que es del Barça. Antes no era así.
Es que… para qué ocultarlo. A mí me parece bien que sea así mientras no entremos en ese forofismo. Y como yo no hago un programa de deportes, me lo puedo permitir. A partir de ahí, siempre digo que soy de una neutralidad exquisita. Todo el mundo sabe que soy neutral [risas].
En cualquier caso, y ya yendo a otra cosa, ¿en este país es muy difícil que a uno no lo etiqueten? También políticamente…
Sobre todo cuando, como es mi caso, llevas un programa de opinión y tienes que interpretar. Pero mira, a mí me han dicho de todo: que si soy centralista, que si soy independentista, que si soy del PSOE, que si soy de Ciudadanos, que si soy del PP… Tengo que convivir con eso.
Pero yo creo que en esta redacción hemos sido críticos con todos. Cuando el PP ha utilizado la televisión pública para manipular, lo hemos dicho; cuando Pablo Iglesias dijo que sabía quién iba a ser el presidente de RTVE, nos vestimos de negro de nuevo; y cuando el Gobierno lo ha intentado con el famoso debate, nos pusimos en contra. No hay mayor prueba de independencia que esa.
Y, sin embargo, usted, para muchos, está 'puesto' por el PSOE. ¿Le molesta que lo etiqueten así?
Evidentemente, no me gusta. Pero qué le voy a hacer. Ya es que paso. Pero, repito, nos hemos opuesto a todos. Que vean mis entrevistas o cualquier otra cosa. Cuando vimos que había un intento de influir con el tema del debate, nos pusimos en contra. Los hechos hablan por sí solos. Creo que las pruebas a las que remito son convincentes. Esta redacción ha entendido que nuestro futuro es la independencia con respecto al poder. Luego, individualmente, que cada uno vote al que quiera. Si me dicen que soy una cosa o la otra, me da igual.
Lo que no me negará es que los gobernantes, a menudo, han colocado a los periodistas de la pública en función de sus intereses. ¿Cómo de difícil es quitarse ese 'legado'?
Es complicado, pero creo que lo estamos consiguiendo. Las pruebas son evidentes y palmarias. Yo no puedo evitar que alguien piense lo que quiera sobre mí. Pero sí puedo darle argumentos para que vea la realidad. Y la realidad, a día de hoy, es que nos hemos opuesto a PP, PSOE y Podemos. Que todos esos que ponen etiquetas, se pongan en mi piel. Que hagan el mismo ejercicio y luego opinen. Entonces, se acaba el debate.
¿Le molestan más las críticas de la calle o de los compañeros?
Yo es que no considero compañeros a todos los periodistas que escriben en un medio de comunicación. Sí sé que a mi tertulia acuden de todos los sectores ideológicos. Luego, por las redes sociales, pues bueno… Hay quien me dice cosas. Tienen derecho a criticarme, pero con sentidiño y educación.
Dicen que es de izquierdas… ¿Se considera como tal?
Prefiero no opinar. Cada uno tiene un equipo y es raro que uno cambie. Con la política pasa lo mismo. Yo no me considero apolítico. Es un término que odio. La gente tiene que opinar. Los griegos llamaban idiotas a los que no tenían capacidad de ir a la asamblea a hablar de política. Y yo creo que hay que hacerlo. A partir de ahí, siendo presentador, no debo dar mi opinión política. Sí tengo una forma de ver este país, de cómo tiene que ser la sanidad y la educación, el reparto de la riqueza, el medio ambiente, el bienestar, las relaciones territoriales... Todo eso es política.
Esa visión de España que tiene empieza a germinar cuando, con nueve años, ve cómo detienen a su padre, militar de la UMD (Unión Militar Democrática), por intentar extender sus ideas en el ejército de Franco.
A mí eso me marca. Fueron momentos duros y de tensión. Yo iba a un colegio militar, mi educación era militar… Y, de repente, ves cómo algún compañero -no todos, por fortuna- te retiran el saludo o incluso tienes que sacar los puños a paseo para defender el honor de tu familia porque consideran que tu padre es un traidor al régimen franquista. Fueron años muy difíciles.
Después de lo vivido, ¿qué piensa su padre de la España actual?
Él tiene una ideología y no voy yo a venir a desvelarla ahora. Mi padre y sus compañeros consiguieron de alguna forma mojar la pólvora del ejército franquista y evitar que fuese un obstáculo para el tránsito a la Democracia incluso a costa de perder sus carreras y su libertad durante un tiempo. Él está contento porque todo aquello por lo que lucharon mereció la pena. Consiguió, además, que los dirigentes franquistas no estuvieran seguros de cómo iba a responder todo el ejército en caso de que hubiera un golpe. Ellos pensaban que el país tenía que modernizarse y así ha sido.
¿Coincide su visión de España con la de su padre?
En fútbol estamos muy de acuerdo [risas]. En la política, no en todo. Aunque, en general, coincidimos en la mayoría de las cosas. Sobre todo, en la necesidad de que es necesario que el ruido baje, que haya menos crispación. Debemos entendernos un poco más los unos y los otros. Así no podemos seguir. Pero esperemos que durante estos años haya algo más de tranquilidad. El país la necesita. Y yo creo que los españoles hemos votado por eso.
Con Amancio Ortega, Podemos puso el foco donde no tenía que hacerlo
¿Es mejor esta España que la de su infancia?
Sí. Yo tenía nueve años cuando murió Franco. Luego, todo lo que vino fue ilusionante. Hemos mejorado en educación y sanidad, hemos pasado de estar a la cola a ser un país que está a la vanguardia en derechos y libertades. Somos más tolerantes y abiertos –más allá de algún episodio puntual de homofobia o fanatismo–. Pero somos una sociedad infinitamente mejor.
¿Y los políticos? ¿Tenían más altura política en la Transición?
Siempre parecen mejores los de antes. Lo que sí está claro es que los reformistas que había dentro del régimen tenían en la cabeza que el consenso debía primar sobre el disenso y eso permitió acuerdos: los pactos de la Moncloa, la Constitución (bastante avanzada para la época, aunque necesite reformas)...
Los políticos venían de 40 años de dictadura y tenían claro que teníamos que salir de allí. Y luego, obviamente, había políticos de una enorme talla: Manuel Fraga, que te guste o no, era un político nato; Felipe González, que independientemente de su deriva, era un político nato; Santiago Carrillo, que volvió con la hoz y el martillo pero aceptó la bandera; pero, sobre todo, Adolfo Suárez. Él, sin mayoría absoluta, pactando con todo el mundo y sin faltar el respeto a nadie, consiguió llevar al país hacia la Democracia. Si tengo que elegir a un político del siglo XX, me quedo con él.
¿Premia ahora más el disenso que el consenso?
Lo que pasa es que nos hemos olvidado de aquello. Ahora las libertades no están en cuestión. Antes, durante el franquismo, una mujer tenía que pedirle permiso a su marido para sacar dinero del banco. Simplemente con ese detalle, se explican muchas cosas. Ahora eso ya no pasa, pero hay que reclamar consenso. Entre los votantes de Podemos, PSOE, PP y Ciudadanos hay más cosas en común que en contra. Seguro que se pueden buscar los puntos de acuerdo por encima de las diferencias.
Volviendo a su padre… ¿Le echa mucho la bronca por meterse en líos? Durante este periodo electoral, no ha parado.
Quizás me abronca más mi mujer. Pero mi padre creo que estará contento conmigo y con el programa. ¿Qué me va a decir él a mí? Si a él, hacer lo que hizo, le costó ir a la cárcel y al consejo de guerra. Si nos vimos pasando dificultades económicas. Si mi madre, que no había terminado los estudios, se tuvo que poner a sacarse el carné con cinco hijos para ir a visitar a mi padre a la cárcel; si estudió Historia por si lo pasábamos mal y acabó siendo profesora; si nos ayudaban, me acuerdo, de una organización de ayuda a presos españoles del franquismo que nos enviaba periódicamente bolsas de comida y ropa, como una vez que nos mandaron desde Alemania unos calzoncillos de lana largos, hasta los tobillos... Qué me va a decir [risas]. Y con mis compañeros de trabajo… Sabemos que hay que que hacer lo que hay que hacer.
Si tengo que elegir al político del siglo XX, me quedo con Adolfo Suárez
Por ejemplo, decirle al Gobierno que debería ser obligatorio hacer un debate en la pública.
La obligación la tienen todos, pero PSOE y Podemos, que siempre hablan de lo público, más. Lo importante es que, por primera vez, pudimos ver un debate en la pública. Peleamos por ello y salió. En este caso, fue con el Gobierno. Por eso, que me digan a mí que…
Iglesias abogó, esos días, por regularlo para que fuera obligatorio. ¿Está de acuerdo?
Los legisladores son ellos. Nosotros podemos decir que tiene que haber un debate en la pública o el formato en el que debe hacerse. Pero no es cosa nuestra regular. Que se pongan de acuerdo ellos.
El día que RTVE muestra su disposición de celebrar el debate el mismo día que estaba previsto en la privada, usted, con un tuit, levanta, la voz por considerar que está interviniendo el Gobierno en función de sus intereses. ¡Menudo órdago!
Es un tema que no quiero remover mucho. Tomé la decisión más lógica y a la que estaba obligado, pero fueron días muy duros. Aquel jueves de Semana Santa yo vuelvo con mi familia a Galicia. Fui a Pasarón a ver el partido del Pontevedra y estaba a cualquier cosa menos al partido. Lo pasé muy mal. Luego, por la mañana, vi que había movimientos… Al menos, salió bien.
¿Habló con Rosa María Mateo?
Ella tomó la decisión pensando que era lo mejor para Televisión Española y yo tuve que tomar otra, pero la respeto profundamente.
Y llegó el debate. ¿Qué no vieron los españoles? Más allá de la polémica con la señora de la limpieza…
Aquello fue un plano duro: todos hombres y ella… Pero fue todo bastante transparente. No quedó nada en el tintero: se dieron, se pelaron… Había mucha tensión. Yo me quería marchar de allí a 10 segundos de empezar. Me dije: '¡Con lo bien que estaría yo en la isla de Ons con un pulpo y viendo la puesta de sol!'. Pero fue un segundo y fui directo: '¡Buenas noches! Uno de estos cuatro candidatos será el próximo presidente del Gobierno. Empezamos'. Fue todo muy natural. Yo quedé contento. Luego me despedí en gallego y… bueno, piensas que mereció la pena después de todas esas noches sin dormir, toda la polémica…
Aunque se dieron poco, ¿no? Lo digo por aquel “pueden ustedes educadamente faltarse al respeto”.
Es que cuando llevábamos 10 minutos, yo veía que estaban envarados. Entonces me vino una frase de Peor para el sol, una canción de Sabina que dice algo así como "un amante discreto que aprenda a faltarme al respeto". Yo modifiqué la estrofa y dije aquello. Vino bien. La gente se quedó con ello y los políticos empezaron la batalla.
¿Quién ganó?
Yo creo que ganaron dos, pero no voy a decir quiénes. Mi trabajo era que debatieran y polemizaran… Y creo que ocurrió. Sólo digo que uno de los que estuvo mejor en el primer debate, no lo estuvo tanto en el segundo. Y con eso lo digo todo.
¿Le hubiera gustado que estuviera Vox?
Sí, claro. Es evidente. Es una de las cosas que hay que regular. Después de lo de Andalucía, siendo un partido legal… Tenía todo el derecho.
Hay quien aboga por su ilegalización…
No creo que haya que hacerlo. Te pueden gustar o no sus propuestas, pero es un partido legal. Tiene militantes, tiene fuerza y ha tenido relevancia en las generales y, aunque un poco menos, también en las autonómicas. Un partido sólo se debe ilegalizar cuando se apoye en la violencia.
¿Aunque veten a medios, como a EL ESPAÑOL?
Qué voy a decir de eso. No es ilegal. No me gusta. Santiago Abascal, por ejemplo, nos dijo que iba a venir al programa y al final no lo ha hecho. Él sabrá. Pero lo que hacen no es ilegal.
Por seguir con la derecha… ¿Le sorprendió la caída del PP?
Es evidente que sí. No pensaba que fueran a bajar tanto. Fue una caída muy dura.
¿Debería haber dimitido Pablo Casado?
No soy yo quién para decirlo. Ni a él ni a Pablo Iglesias. Yo haría lo mismo. Pero no me corresponde a mí decirlo. Puedo analizar, pero no opinar.
De acuerdo. Analice, entonces, la caída del PP y Podemos.
Creo que lo de Madrid, a corto plazo, no va a solapar los malos resultados. En el PP hay dos almas, están chocando y lo van a seguir haciendo. Y eso que yo creo que van a gobernar. Y Podemos, pues bueno, el debate tiene que ser intenso. El batacazo que se han dado en las municipales ha sido muy gordo.
¿Ha tenido que ver en esa caída de Podemos la opinión de Pablo Iglesias sobre la donación de Amancio Ortega?
Lo que está claro es que la gestión de la idea que hicieron no fue buena. Yo apoyo las donaciones de Amancio. No tenía la obligación de hacerlo y lo ha hecho. Él ha decidido dar parte de sus beneficios a la Sanidad y a mí eso me parece positivo. Podemos podría haber dicho: 'Gracias, pero consideramos que el Estado tiene que recaudar más'. Yo qué sé, cualquier cosa. Pero creo que pusieron en el foco donde no tenían que hacerlo. Es imposible no agradecer ese detalle de Amancio.
Aunque, a pesar de todo, siguen muchos ayuntamientos en el aire. Lo que parecía claro el día de las elecciones, como que la derecha gobernaría Madrid, no lo es tanto ahora.
Eso es así. Pero mi impresión es que, en Madrid, van a gobernar PP y Ciudadanos. Y ya veremos qué pasa con Vox. En Barcelona puede ocurrir cualquier cosa.
En el Partido Popular hay dos almas, están chocando y lo van a seguir haciendo
¿Votó en Madrid?
No. Lo hice en Galicia, en Pontevedra. Me gusta ir a votar en persona.
¿Es más pontevedrés, gallego o español?
Las tres cosas.
Y como tal… ¿qué hacemos con Cataluña?
Hablar. No estoy de acuerdo con la independencia. No lo concibo. Pero también creo que hay que entender que el sentimiento identitario no es el mismo que en otras comunidades. Cerrar los ojos ante eso es absurdo.
Creo que hay que hablar dentro de la ley y la Constitución para que Cataluña siga formando parte de España. Habrá que reformar el Estatuto, o buscar un encaje… O lo que sea. Y los independentistas, por otra parte, tienen que darse cuenta de que así no van a ningún lado. El PNV, por ejemplo, no va a poner en jaque el bienestar de sus ciudadanos por algo así. Creo es un buen espejo donde mirarse.
El PNV es un buen espejo donde mirarse para los independentistas catalanes
Para terminar. Permítame una última pregunta sobre periodismo. ¿Esto sí está peor que cuando usted empezó?
Ha ganado en cosas y ha perdido en otras. Hay más diversidad porque los medios digitales han permitido que haya más periódicos. Pero, a veces, en el periodismo político hemos mimetizado los vicios del periodismo deportivo de bufanda…
¿A quién le haría follow y a quién unfollow para estar informado de lo que ocurre en España?
¿A quién le hago unfollow? A quienes me acosan. No tengo ningún interés en lo que diga Eduardo Inda, que en vísperas del debate me dijo que era mitad Pedro Sánchez y mitad Pablo Iglesias, después del jaleo en el que me había metido. Y tampoco en lo que diga Alfonso Rojo. No los considero compañeros de profesión. Seas de izquierdas o de derechas, es una cuestión de respeto. No tengo ningún interés en ellos. Atentan contra los códigos de la profesión.
Del resto, se puede aprender de todos. De Maraña, de Ignacio Camacho, de Javier Ayuso, de Lucía Méndez, de Cuartango, Carlos Cue, Eldsa García de Blas… Son gente con recorrido a la que admiro y respeto muchísimo. De Pedro J., por supuesto. Lo primero que hice cuando llegué a la tele fue llamarlo. Se me hacía extraño que llevara tanto tiempo fuera. Me dijo: 'Llevo siete años vetado'. Y le dije: '¡Pues vente!'. Yo lo que tengo que tener es una mesa equilibrada.
¿Ya por último, recomiéndele un libro a los cinco grandes líderes políticos de este país?
A Pedro Sánchez, La Forja de un rebelde, de Arturo Barea; a Pablo Iglesias, Asesinato en el Comité Central, de Montalbán; a Albert Rivera, Suspiros de España (un libro de historia de Núñez Seixas sobre los nacionalismos); a Pablo Casado, Código Mariano, de Antón Losada; y a Santiago Abascal, El verano sin hombres (Siri Hustvedt). Y, a todos ellos, Los Episodios Nacionales de Galdós.
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