Alguien de Podemos dijo el viernes en Ondacero que sustituir a Echenique por Alberto Rodríguez, el nuevo secretario de organización, era un movimiento estratégico de Pablo Iglesias para tener, por fin, a un secretario de organización en un partido donde nadie tiene claras sus funciones. El matrimonio sí, que dirige con firmeza una formación escuálida, reducida al núcleo familiar de Galapagar. De pronto, una buena noticia, exclamó el tipo en la radio, dejando en el aire la duda sobre la ocupación real de Echenique en Unidas Podemos durante el tiempo en el que trabajó como número tres. El partido peor organizado de España tenía un secretario de organización como José Tomás, escondido desde 2000, tuvo jefe de prensa: para pasar lista.
En la mítica serie escrita por Jaime de Armiñán, Juncal encuentra trabajo en una pastelería. Se llama La dulce España. Al personaje representado por Paco Rabal no se le da muy bien trabajar. ¿A quién se le da bien trabajar? El propietario, un antiguo compañero de colegio de Juncal, comparte el negocio con su padre, un anciano invidente que se dedica a traducir textos del alemán, muy concentrado, en un despacho al lado de los postres y pasteles. Siempre con la puerta casi cerrada. Escribe, creo, en una Olivetti, durante las horas que abre la pastelería. Monteverde se apiada de Juncal, tan tieso y tan perezoso, y lo contrata como dependiente.
Cada vez que Juncal comía un dulce creyendo que nadie lo veía, el viejo gritaba desde el fondo “que te veo”. Una vez, antes de que llegaran los niños a los que había invitado a merendar el caradura, cerró la puerta, ocultándose de aquel ciego tremendo que sabía alemán y atravesaba las paredes con sus ojos inútiles.
El dueño de La dulce España confiaba en su padre invidente para vigilar el negocio igual que Iglesias confiaba en Echenique para salir al paso de todos los ataques que ha recibido el partido. Entonces, Echenique, mientras secretariaba supuestamente la organización de Podemos gritaba a los enemigos “a que voy” si detectaba algún movimiento sospechoso.
Con la formación disuelta por la pareja Iglesias-Montero, Echenique era el único pretoriano que quedaba en pie. Resguardado en la fortaleza de Galapagar, la caballería eléctrica del sarcasmo hacía el trabajo sucio a Pablo Iglesias. Echenique era la sombra quebrada de Pablo Iglesias, que se enfadaba por delegación a través de él. Catalizador de la indignación de los pueblos y las gentes maltratadas por el sistema, gentrificó el enfado, primero en un partido y después en un argentino, teniendo en Echenique a su indignado de guardia, el hombrecillo que se cabreaba por él. Esa era su función: ser experto en responder, una expendedora de zascas.