Dos medallas para el cabo Pozo y Marchena, héroes de la Tercera España
El paracaidista, con más de 600 lanzamientos de experiencia, consiguió lo nunca visto: sintetizó en una imagen y en unos pocos segundos el estado anímico de la España silenciosa.
SÍ. ¿Ha sido un acto de justicia divina, una mera casualidad con la ayuda del dios Eolo o una conspiración para despertar de la modorra a la Tercera España? Me refiero al castañazo que el cabo primero Pozo se pegó este sábado contra una farola en el corazón de Madrid, contemplado desde el suelo por el ojo ciclópeo del estadio Bernabéu y por España entera a través de la tele. Porque el paracaidista Luis Fernando Pozo, con más de 600 lanzamientos de experiencia, consiguió lo nunca visto. Sintetizó en una imagen y en unos pocos segundos, plass plass, catapún, el estado anímico de la España silenciosa, paralizada ante la incapacidad de sus líderes, quienes del rey abajo, todos, seguían el aterrizaje desde la selecta tribuna de autoridades.
Pozo se quedó colgado, que es realmente como se sienten millones de españoles ante las elecciones del 10 de noviembre. ¿Y ahora qué hago?, se preguntó el paracaidista, con una gigantesca bandera de España pendiendo de sus hombros. ¿Y ahora qué hago yo con este voto?, se preguntan y se duelen millones de españoles. Pozo fue apeado de la farola por una grúa con canasta, ¿pero quién bajará a la ciudadanía de la torre de la incredulidad política en la que vive?
Si fuera la ministra de Defensa Margarita Robles condecoraría al cabo rampante con la gran cruz de la ciudadanía por su papel estelar este 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional de un país que no sabe si sube o si baja y hacia dónde tirar para hallar su destino. ¡Cabo Pozo, no te aflijas! Estrellándote has puesto voz metafórica a la insondable desesperanza de millones de españoles. ¡Qué hemos hecho para merecer esto!
La campaña electoral con vistas al 10 de noviembre comienza mañana lunes con la sentencia del procés y con la inmediata exhumación de Franco. Ochenta años después de ganar su Cruzada, en 1939, Franco saldrá de su cruz y de su tumba para que haya paz en el Valle de los Caídos. Al final, siempre volvemos a lo mismo: a la guerra. Entre los “Hunos y los Hotros”, que decía Miguel de Unamuno, la casa sin barrer. Siempre con cadáveres pendientes de retirar. Con esa afligida Tercera España que pierde todas las guerras y nunca gana elecciones.
La Tercera España vuelve a estar presente pero nunca bien representada. Si uno pertenece, o cree pertenecer a ella, ¿a quién debe votar el 10N? La Tercera España es la que labora siempre, a veces ora, y nadie repara en ella. Este sábado, al menos para mí, el representante de la Tercera España ha sido el cabo Pozo, un trabajador que se sentía culpable por haberle fallado a sus jefes cuando fue otro quien puso allí la farola .
Mañana lunes, el epítome de la Tercera España será Manuel Marchena, el presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, quien entregará la sentencia por la declaración unilateral de independencia de Cataluña.
En agosto estuve con él, pero él ni se dio cuenta. Coincidimos en el mismo hotel de Fuerteventura. Durante una semana observé sus movimientos siempre que pude para intentar saber cómo era por dentro viendo cómo se comportaba por fuera. Tuve la tentación de aproximarme a él, pero no quería molestarle ni quería descubrirme. Con su estampa quijotesca, derecho como una vela, como buen hijo de legionario, hubo un dato decisivo en su comportamiento: noche tras noche, acompañado por su esposa, se sentaba para cenar en una pequeña mesa de dos plazas, pegada a una pilastra, situada en la zona de paso de uno de los concurridos pasillos del comedor. Una de las máximas autoridades judiciales del país –desde luego, en este momento, la más importante y decisiva- no rechistó cuando el maitre lo mal situó ahí, sin saber quién era ese turista tan discreto como especial: la Tercera España nunca se queja.
Ni lo vi en la playa ni en la piscina porque, probablemente, pasaba la mayor parte del día redactando el borrador de la sentencia de 500 o 600 folios que se conocerá en unas horas. También por el hotel Tres Islas de Fuerteventura, del grupo Riu, obra del gran Miguel Fisacs, inaugurado hace 40 años, se paseaba, mejor dicho, se pavoneaba, un político ilustrísimo acompañado de una corte de no menos de 10 personas. Nada que ver con Marchena. Del ufano al discreto. No conozco de trato directo a Pío García-Escudero, expresidente del Senado, pero sí me atrevo a situar en la Tercera España al jurista y no al político.
Decía Miguel de Unamuno, desterrado a Fuerteventura a principios del siglo XX, que lo importante no eran las ideologías, sino las personas. “Confío en que ustedes tengan, sobre todo, respeto a la dignidad del hombre. El hombre es lo que importa; después, lo demás, la sociedad, el Estado. Confío en que no lleguen ustedes a esos extremos contra la cultura que se dan en otros sitios”, pedía el filósofo al joven José Antonio Primo de Rivera, quien visitó a Unamuno en su casa de Salamanca en 1935, durante la deriva ideológica de la que el pensador saldría precisamente otro 12 octubre (de 1936), con su incidente en el Paraninfo de la Universidad. Allí donde dijo al tullido Millán de Astray: “venceréis, pero no convenceréis”.
Un 21 de noviembre de 1936, un mes y 10 días antes de su muerte, Unamuno soltó en una entrevista su epílogo final: “La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Brillan y piden sangre los hunos y los hotros y aquí está la pobre España, que se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo”.
El entontecimiento es el apellido más común en España, que pasa de generación en generación, del que sólo nos puede librar la Tercera España. ¿Pero dónde habita la utopía? No sabemos dónde está, pero sí dónde no está. Desgraciadamente, no está en el liderazgo de Albert Rivera, que se ha convertido en inesperado campeón de la palinodia: hoy me retracto de lo que era y dije ayer. Un Rivera que el 10-N, salvo milagro, será nuestro Lord Byron de la política, quien prefirió morir joven, ofuscado en un sueño imposible en Grecia uno, y en Madrid el otro. La Tercera España tampoco está en lemas facilones como el de Casado '¿izquierda o derecha? No, España' (clavado, aunque él no lo sepa, al joseantoniano 'ni de derechas ni de izquierdas, de España').
Salvador de Madariaga habló de los tres franciscos, Francisco Franco, el socialista Francisco Largo Caballero –el Lenin español-, y el intelectual Francisco Giner de los Ríos, como representantes de las tres Españas. Aquí tenemos cinco, no tres, y con nombres diferentes: Pedro, Pablo al cuadrado, Albert y Santiago. ¿Cuál es el menos malo? Como decía Unamuno –bien retratado en la muy aconsejable Mientras dure la guerra, la película de Amenábar-: “Dios no puede volverle la espalda a España. España se salvará porque tiene que salvarse”. Seguro.