Helo ahí, rostro compungido, Gobierno progresista, tesis doctoral de aquella manera y en la cúspide vital. A Sánchez le montaron guardia los luceros, y por eso se le ve entre los trabucos de los Mossos.
Los Mossos se visten de limpio cuando hay alguna ceremonia necrófila con Macià o Companys, y su uniforme de gala nos recuerda vagamente a los jefes de estación de la Renfe. A los de la Renfe de los años del hambre por la estación de Jimena y de Ronda, con los macutazos y los contrabandistas en las cantinas ferroviarias.
La pompa y el boato son consustanciales a la bilateralidad. En la mañana gótica de Barcelona, Sánchez volvió a su postura resistente y genuflexa. Dicen que la bandera de España no dejó de salir en el encuadre, que es la excusita de Moncloa para justificar la enésima felonía.
Un mosso de gala, un podemita que cita a Benedetti, eso de la "agenda del reencuentro"... nos dicen que la bilateralidad, como el Gobierno de coalición, es cursi o no será. Ya que no hay ética, que por lo menos haya estética. Está bien que los Mossos vayan a la tintorería y jueguen a ser la guardia vaticana de un inhabilitado, racista y segundón.
Está bien todo eso, pero cuando un mosso lleva gafas de pasta hay así como una ucronía de la estupidez que calienta las narices a los buenos chicos de Jusapol, defensores de la equiparación.
Luego, claro, el foco del día y hasta la foto de la semana se nos fue a las reverencias de Iván Redondo, implantado de sí mismo, pelo natural y brujo con cargo al contribuyente.
Iván sabe de diplomacia lo justo, pero no le pagan para eso sino para que los Sánchez & Gómez vayan emparentando con los Grimaldi. Iván tiene los folículos pilosos oxigenados, y eso es una virtud que sólo sabemos ponderar los que vamos sobrados de testosterona.
A Sánchez se le vio caminar entre fusiles, con una salva callada. Todo muy fálico y freudiano para ponerle la prosa -y la gramática parda- a esta foto de la semana. A esta infamia sostenida y en cuatricomía.
Un inhabilitado recibe a un plagio. España suma, ay...