El año pasado, Julián García Vargas (Madrid, 1945) sufrió un aneurisma de aorta que casi le lleva de viaje por última vez. Dice que si le llega a ocurrir durante la crisis del coronavirus… “no lo habría contado”. Es el ministro decano de Sanidad. Aguantó en el cargo casi un lustro, entre 1986 y 1991. Tiene “muchas ganas de que alguien supere su récord”. “Si a mí me las colaron durante dos años… ¡imagínese a todos esos que son relevados continuamente!”, ironiza.
También ostentó la cartera de Defensa (1991-1995). Hombre de la confianza de Felipe González, ahora es consejero de distintas empresas: EBN Banco, VPR Constructores y Typsa. Atiende esta entrevista por teléfono y en pleno confinamiento. Guarda varios segundos de silencio entre respuesta y respuesta. Después, contesta con pocas palabras. Sin rodeos ni circunloquios. Sólo se explaya cuando considera que el interrogante lo merece.
La crisis del Sida fue su desafío más importante como responsable de Sanidad. Para demostrar que la enfermedad no se contagiaba como una gripe, visitó a una niña de cuatro años con VIH junto a sus hijos pequeños. “Me criticaron mucho”, rememora. Aquel desafío, no obstante, “fue infinitamente menos complicado que el actual”.
García Vargas pone buena nota a la gestión de Pedro Sánchez en los días de la pandemia. Le achaca algo de “tardanza”, pero no más que la de otros gobiernos europeos. Elogia la actitud “ejemplar” de Ciudadanos y de la mayoría de dirigentes del PP, aunque reprocha a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, haber lanzado “críticas insensatas”. Habla el político que mejor conoce los entresijos del Ministerio de Sanidad, que acaba de convertirse en el archipiélago más relevante del poder.
Usted es el ministro decano de Sanidad: cuatro años y medio al frente. Dada la volatilidad de la política actual, no parece que nadie vaya a superarle.
Deseo que alguno lo haga pronto. En los dos años que suelen estar en el cargo, no les da tiempo a aprender el oficio.
Julián García Vargas y Salvador Illa tienen un rasgo en común: Felipe González y Pedro Sánchez les colocaron en esta cartera por sorpresa y sin experiencia previa en el sector.
Así es. A mí, realmente, me costó dos años que no me colaran ninguna y ser capaz de estar atento a todos los problemas del Ministerio. Fíjese lo que es ahora el pobre Illa, que sin tiempo para aprender, le ha caído esto encima. Aunque existe una diferencia clave entre aquella época y la actual.
¿Cuál?
Mi Ministerio tenía más medios para intervenir en el sistema sanitario. Ahora carece de mecanismos ejecutivos.
Es curioso, hasta 2002 -Ana Pastor- no hubo ni un solo ministro de Sanidad licenciado en Medicina.
En efecto. Pero tampoco los ministros de Defensa son militares. Hay que tener sentido común, mucha capacidad de gestión y ganas de aprender y hacerlo bien. Nada más.
El año pasado, estuvo a punto de morir por un aneurisma en la aorta. ¿Le ha dado vueltas a qué habría pasado si le llega a suceder en plena crisis del coronavirus?
Seguramente no lo habría contado. El virus es muy malvado con los pacientes cardiacos y asmáticos. Salí adelante, sí, pero porque me tocó un año antes de lo que ha venido después.
España sufre un contexto inédito en democracia: el sistema -debido al colapso- está obligado a elegir a quién salva y a quién no. ¿Qué puede hacer un ministro ante eso?
Dejar que los profesionales y sus comisiones deontológicas establezcan los criterios de actuación.
El triaje ha funcionado siempre, pero no con la extensión ni la gravedad de ahora
Ahora, de repente, todos sabemos lo que significa el triaje.
El triaje ha funcionado siempre, pero no con la gravedad ni la extensión de ahora. Los médicos tienen mucha experiencia en ese terreno y estoy seguro de que lo están haciendo bien. Los criterios deontológicos, en ese sentido, son inequívocos.
¿Le da tranquilidad Salvador Illa al frente de esta crisis?
Sí. Es una persona bastante ponderada, que no atiende a las críticas injustificadas que le hacen. Muestra calma y sentido común. Lo está haciendo bien.
¿Y Pedro Sánchez?
Bien. Tardó en reaccionar, pero igual que otros gobiernos. Después de la declaración del estado de alarma, su labor ha sido correcta. Quizá haya que implementar la contundencia de las medidas en las localidades con mayor número de contagiados. Hay que ser muy duro y coercitivo con la gente que se echa a la calle sin reparar en el daño que causa a otros ciudadanos.
Javier Gomá, en una entrevista reciente con este periódico, dijo que cualquier paseante puede ser cómplice de una muerte.
Por eso el confinamiento debe imponerse con medidas coercitivas a quienes se lo saltan. La policía, como es natural, debe actuar.
Cuando habla del confinamiento de localidades, ¿se refiere también a Madrid?
No se puede cerrar Madrid. El confinamiento total es una utopía. La economía no se puede parar al 100%, jamás volvería a arrancar. Sería imposible sacarla del letargo. Hay que mantener ciertas actividades industriales. En caso contrario, no la resucitaremos.
¿Qué piensa del vicepresidente Pablo Iglesias? Es la primera vez desde la Segunda República que entra en el Gobierno un partido a la izquierda del PSOE.
No sé qué está haciendo Iglesias en materia de Sanidad, pero creo que no participa en ese terreno. Considero acertado que Sánchez le haya dejado fuera del mando único. Si no, serían demasiadas voces opinando acerca de un tema muy delicado. El Gobierno debe ir al unísono. Es fundamental.
Dada su experiencia, ¿ve algún remedio obvio que no se esté llevando a cabo?
Debemos asegurarnos de reponer el gasto sanitario a su nivel de 2009: 6,75% del PIB. Hoy está en el 6%. Eso ha tenido consecuencias nefastas sobre el sistema. Ha impedido que existan reservas estratégicas, por ejemplo respiradores. La disminución de esa partida se ha cebado con el gasto en personal y tecnología.
Con la epidemia del sida fuimos transparentes hasta extremos inimaginables, a veces con gran coste político
La oposición acusa al Gobierno de haber ocultado información a los ciudadanos. Usted conoce mejor que nadie los entresijos del Ministerio de Sanidad. ¿Qué piensa?
Juzgo a través de mi experiencia con la epidemia del sida. Fuimos transparentes hasta extremos inimaginables. A veces con gran coste político. Ahora lo están haciendo parecido. El señor Simón habla todos los días de lo que tiene que hablar: cifras y previsiones. En ese aspecto, no veo conspiraciones ni tentaciones de ocultar información.
Pero ha dicho antes que el Gobierno ha actuado “tarde”. Sólo puede “actuar tarde” quien conoce una información. En caso contrario, sería mero desconocimiento.
También ha actuado tarde la Organización Mundial de la Salud, que declaró el estado de emergencia por pandemia el 12 de marzo, casi a la vez que España decretó su estado de alarma. Y no hablemos de Reino Unido o Estados Unidos, cuyo retraso ha sido mucho más evidente que el nuestro.
Ya sabe lo que dice el refranero del “mal de muchos”.
Vale, bien. Pero los ejemplos que le pongo muestran que era muy difícil prever la gravedad de la que nos venía encima. El error más grande tuvo lugar el 8-M, cuando se permitieron conciertos, partidos de fútbol y la gran manifestación. Pero, en eso estamos todos de acuerdo, ¿no?
El Gobierno no ha mostrado arrepentimiento, por lo menos en público.
Bueno, yo sé que no lo tienen tan claro…
Villacís, de Ciudadanos, sí ha confesado ese arrepentimiento. Irene Montero ha dicho que se remitieron a “hacer caso a los expertos”.
Había advertencias de la OMS… En noviembre de 2019, se avisó a todos los gobiernos del riesgo de una pandemia de gripe atípica con efectos principalmente respiratorios. El Centro de Control de Enfermedades de la Unión Europea volvió a decirlo a finales del pasado enero. Aunque los expertos nunca aconsejaron tomar medidas de manera radical.
Usted lo ha dicho: partidos de fútbol, manifestaciones, discotecas abiertas, conciertos…
Los ciudadanos, por ejemplo, no habrían permitido ese fin de semana la prohibición del fútbol. Habría habido una auténtica revolución. Estoy seguro. ¿Por qué? Porque no se veía la gravedad de la que se veía encima. No lo vio el Gobierno central ni las Comunidades autónomas. Tampoco la oposición. Y mucho menos la gente.
La oposición está lanzando duras críticas al respecto.
Las críticas de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, son poco razonables. Dicen que Sánchez no hace nada, pero que yo sepa el Ministerio de Sanidad es quien ha levantado, por ejemplo, un hospital de campaña en Ifema. Le daré un dato: la media de gasto en sanidad de las Comunidades autónomas equivale al 5,5% de su PIB. En Madrid baja al 3,7%. En 2020, tenían presupuestados 250 euros menos per cápita que la media. 1.236 frente a 1.487.
Varios miembros del Gobierno y del PSOE han seguido trabajando presencialmente -en contra de lo exigido a los ciudadanos- a pesar de haber estado en contacto con infectados: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Adriana Lastra…
Me consta que los únicos que han incumplido la cuarentena han sido Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El presidente del Gobierno tenía que hacer su función por encima de la cuarentena. Menos claro lo tengo en el caso del vicepresidente segundo.
Usted, como ha comentado, sufrió la crisis del sida al frente del Ministerio. Desgrane, por favor, paralelismos y diferencias.
La crisis del sida no ha terminado. El VIH sigue matando a 1,1 millones de muertos al año en todo el mundo. Existen alrededor de 35 millones de afectados.
La crisis del coronavirus es infinitamente más difícil de gestionar que la del sida
Desde el punto de vista de la gestión, ¿qué desafío le parece más complicado?
Sin duda el del coronavirus. Es infinitamente más complicado: por su forma de transmisión y porque afecta a toda la población. El contagio del sida era más fácil de evitar y dañaba colectivos concretos, no mayoritarios.
Qué época aquella. Usted tuvo que llevar a sus hijos a visitar a una niña enferma de Sida para demostrar que la enfermedad no se contagiaba como una gripe.
En efecto. Se llamaba Montse, de Málaga. Bien que me lo criticaron algunos medios de comunicación…
Volvamos al coronavirus… ¿cómo se explica la compra de los test defectuosos por parte del Gobierno? Dijeron que se trataba sólo de 9.000, luego hablaron de 50.000 y, finalmente, de 650.000. Tres datos en veinticuatro horas…
Entiendo la irritación de los ciudadanos y las críticas de la oposición. Es muy decepcionante que, por las prisas, el Gobierno haya caído en ese error. Espero que, tras esta experiencia, Moncloa recurra a las autoridades de China, y no a intermediarios. Eso también vale para las Comunidades Autónomas. Al margen de que se recupere el importe, el fallo no puede repetirse.
Es decir: usted no cree que el Gobierno haya mentido. ¿Piensa que se dio cuenta de la verdadera cifra a posteriori?
Efectivamente. Las prisas son malas consejeras. El Ministerio ha actuado con demasiada rapidez, sin testar el producto antes de hacer la gran compra. Sólo el Gobierno chino podría haber ayudado en ese sentido.
¿Ha sido, entonces, una novatada?
Ha sido fruto de la prisa. El mercado está muy tensionado. Compras lo que puedes y donde puedes.
Me contó un miembro del Gobierno de la Comunidad de Madrid que el mercado internacional, a lomos de las carencias europeas, se ha convertido en una especie de selva.
La muestra son ellos, que han anunciado dos veces que traen un avión… y el avión no llega. Están saturadas las fábricas y los medios de transporte. A la Comunidad de Madrid le está pasando lo mismo que al Gobierno.
En Europa no está siendo fácil la confección de una estrategia común.
El Banco Central Europeo está actuando correctamente, pero los gobiernos de algunos países están siendo cicateros, poco generosos. A los finlandeses habría que decirles: “Si ustedes se oponen a ayudar al sur, no habrá F-18 protegiendo sus fronteras con Rusia”. Y a Holanda: “Si no quieren ayudar al sur, rechazaremos que sean en la práctica un paraíso fiscal para el impuesto de sociedades de muchas empresas europeas”. Si Europa no cumple, saldrá existencialmente tocada.
Los hospitales están colapsados. No hay material sanitario suficiente. ¿Esta crisis supondrá el fracaso del sistema que venía rigiendo?
El sistema viene sufriendo, desde 2010, una rebaja de recursos. Eso sí, ha mostrado una enorme capacidad de resistencia. El mérito es de los profesionales, que han aprendido a hacer más con menos. No hay que presionarles más. Vienen muy forzados.
¿Qué cambios haría a medio-largo plazo para proteger el sistema de crisis similares?
Debe reforzarse la capacidad directiva del Ministerio a través de un consejo interterritorial ejecutivo. Esas decisiones, dictadas desde Sanidad, deberían ser efectivas para todas las Comunidades autónomas. También conviene reforzar la salud pública, que ha estado un poco abandonada en los últimos años. Ahora se ve la importancia que tiene. ¡Y lo más importante!
Los chinos invierten en muchas cosas, pero no en protección de consumidores
Diga.
Debemos hacer acopio de material sanitario. Esta no va a ser la última pandemia. Seguirán viniendo hasta que los chinos controlen la zoonosis -el paso de un virus del animal al ser humano-. Así lo ha destacado, por ejemplo, Jared Diamond -biólogo y premio Pulitzer-. Los chinos invierten en muchas cosas, pero no en protección de consumidores. No han desarrollado una ley eficaz para evitar el consumo de la carne de animales salvajes. Parece que se lo están empezando a tomar en serio.
Quiere decir que en un país occidental como España no podía haberse originado la pandemia.
Sobre todo por la tan estricta protección de los consumidores que existe en España y en Europa.
En un primer momento, los nacionalistas vascos y catalanes criticaron el mando único y lo tacharon de “invasión de competencias”.
Es la reacción de boquilla típica de esos dos gobiernos. Torra y Urkullu también estaban convencidos de que era imprescindible un estado de alarma de carácter nacional.
Cataluña vive el auge de esta crisis con una de las ratio de UCI por habitante más bajas de la Unión Europea. El Sindicato de Médicos de Cataluña ha denunciado que solo disponen de ocho camas UCI por cada 100.000 personas; mientras que Madrid, Valencia o Canarias tenían once antes de los últimos refuerzos.
Esa es la participación del sector público, pero también debe contarse la del privado. Cataluña tiene menos centros públicos, pero más privados, algunos de los cuales son consorcios municipales. En términos generales, creo que la dotación es parecida. Madrid no es un ejemplo: viene gastando, como ya he dicho, muy poco en sanidad.
Trasluce que no tiene en muy buena estima a Isabel Díaz Ayuso.
Tengo en muy buena estima al consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, pero no a la presidenta. Está haciendo declaraciones poco sensatas y poco fundamentadas en un momento muy difícil. Almeida, Feijóo, Mañueco… sí están diciendo cosas razonables, pero esta señora no. No es problema del PP, sino de ella.
Sánchez aprobó la prórroga del estado de alarma gracias a la oposición -incluido Vox- y sin el apoyo de sus socios de investidura: ERC y JxCAT. Es llamativo.
Son las contradicciones de las alianzas que tuvo que trazar Sánchez para ser investido. Esas fuerzas están más pendientes de su clientela electoral que de los intereses generales.
¿Alianzas peligrosas?
Alianzas difíciles de gestionar.
Y en términos políticos, ¿pueden resultar nocivas para el conjunto de los ciudadanos?
Hay alianzas así de extrañas en muchos países europeos. A los gobiernos hay que juzgarlos por su gestión, no por su composición.
La relación entre el Gobierno y Cs es excelente porque Arrimadas está mostrando una actitud ejemplar
Arrimadas y Casado adujeron esa “deslealtad” como “razón suficiente” para que Sánchez rompa la “mesa de diálogo” con el separatismo catalán.
No estoy de acuerdo. El diálogo siempre es necesario. Oiga, estamos hablando más de política que de sanidad, ¿no?
¿Debería hacer más Sánchez por integrar a PP y Ciudadanos mientras dure esta crisis?
La relación con Ciudadanos es excelente porque la actitud de Arrimadas está siendo ejemplar. El PP, en lo fundamental, está apoyando al Gobierno. Por eso creo que la crisis se está gestionando bien por parte de las principales fuerzas políticas.
Para terminar, ¿se atreve a lanzar un pronóstico?
No. Tampoco creo que haya alguien que se atreva. Es difícil de estimar cuándo alcanzará el pico. Me gustaría decir algo más.
Adelante.
Pongamos siempre en valor lo que han hecho los profesionales sanitarios, no sólo con el coronavirus, sino durante la crisis económica, cuando las reducciones de gasto fueron terribles. Aprendieron a hacer más con menos. Gracias a ese entrenamiento son capaces de atender ahora a los enfermos de manera tan admirable.