José Ramón de la Morena: "Hay que ser muy imbécil para no buscar la unión ni siquiera en la desgracia"
"Los políticos que llegan son los que meten el codo y utilizan la navaja" / "Nuestra política es más ultra que un Madrid-Barça" / "La radio es una terapia contra el abismo y los vértigos de estos días".
26 abril, 2020 01:44Noticias relacionadas
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Cuando la luz roja de la radio se enciende en mitad de la noche, alumbra compañía, pero también una gran responsabilidad. José Ramón de la Morena (Brunete, 1956) conduce por una carretera vacía, franquea la puerta de Onda Cero, enciende El Transistor y ejerce ese compromiso con la mayor conciencia que consigue arrancarse: “Esas horas no dormidas deben merecer la pena al oyente”.
Desde que estalló la crisis del coronavirus, la radio merece la pena, pero sobre todo… la mece. Acuna la incertidumbre y baila un tango con la angustia. El fundador de El Larguero, junto al resto de navegantes de la madrugada, se ha convertido en un psicólogo de la ciudad. “Aunque seamos nosotros los que más lo necesitamos”, bromea.
El pasado 15 de abril, unió fuerzas con La Cope para brindar un programa insólito. La competencia fundida, consensuada, pactada… y remando en la misma dirección. Igual que los políticos, ¿no? “Yo no soy ejemplo de nada, pero aquel día nos inspiró el bienestar de la audiencia, ¿les guía a ellos el interés general? ¡No! Les importan sus partidos y su propia supervivencia”, contesta.
La transparencia de la respuesta se hará extensible a toda esta conversación, estrenada tres horas antes de que el locutor se zambulla en el directo. De la España sin fútbol al Congreso de los Diputados pasando por las residencias de ancianos. En una de ellas está su madre. Allí llegan vídeos y cartas escritas a mano. Las firma José Ramón de la Morena.
En días como estos nos damos cuenta, más que nunca, de la capacidad de acompañamiento de la radio. ¿Eso se nota también dentro del estudio?
Muchísimo. Vienes a la radio en un ambiente de depresión, conduces por una carretera en la que apenas se ven coches, entras por una puerta que no es la habitual, te desinfectas continuamente, tienes miedo al contagio, se respira un ambiente de distancia… Yo soy de abrazos, de contacto. Pero entras al estudio y de repente…
La luz roja, el directo.
El abismo y los vértigos se desvanecen. Entiendes de manera muy cristalina que hay gente que necesita tu cercanía, tu proximidad, tu cariño… La radio me está sirviendo de terapia. Quiero aprovechar y mandar un abrazo a mis oyentes. Les doy las gracias. Creo que sé cómo se sienten. Cada noche, pasamos un rato muy agradable. Aunque hacer el programa es más complicado.
La reinvención de los programas deportivos. No hay competiciones sobre las que informar.
Hacemos radio de farmacia. A ver qué recetamos hoy… Todos nos hemos hecho amigos de algún médico. Actuamos casi como psicólogos, aunque seamos los que más lo necesitamos -se ríe-. Es un tipo de radio diferente, pero me hace sentirme útil. Prefiero hablar de esto que del 4-4-2.
José Luis Garci suele decir que la televisión es la amante, pero que la radio es la compañera para toda la vida. ¿Lo suscribe?
¡Firmo debajo! Estoy totalmente de acuerdo.
Antes de entrar en harina, me gustaría preguntarle por su madre, que está en una residencia. ¿Se encuentra bien? Las residencias han sido, precisamente, uno de los epicentros del drama?
Las residencias se han convertido en corredores de la muerte. Me da mucha pena. Asumo la cuota de responsabilidad que me corresponda. Son una generación… Pasaron la guerra, el hambre de la posguerra, la dictadura… Con tremendo sacrificio, nos dieron una carrera para que fuéramos mejores que ellos. Pero cuando ha llegado la hora de devolverles ese colchón de comodidades… Les hemos dejado sólo el somier y en soledad.
¿Qué tal está ella?
Está bien, muchas gracias. Aislada. Con sus rezos y sus rosarios. Nos comunicamos por carta y con vídeos.
¿Carta tradicional? ¿A mano?
Sí, sí. Carta a bolígrafo.
Descríbame, por favor, la España sin fútbol.
Es una España más triste, menos apasionada, con los pitones cortados. En términos taurinos, un poco afeitada. Habrá gente, lógicamente, a la que el fútbol le dé igual, pero me refiero al deporte en general. El deporte ha sido el analgésico de este país durante mucho tiempo. ¿Se acuerda de la anterior crisis? Es la prueba de lo que le digo.
Los deportes no curaron el tumor de la crisis de 2008, pero sí fueron una aspirina contra el dolor
La de 2008.
De repente, la Selección ganó la Eurocopa. Después, el Mundial. Luego otra Eurocopa. Fernando Alonso, Marc Márquez, Rafa Nadal, Alberto Contador. El balonmano, el baloncesto… Todos esos éxitos eran vitaminas y anestesia. No curaron el tumor, pero con aspirinas nos dolió menos. Ahora ni siquiera tenemos esas aspirinas.
Ha hablado del deporte como “analgésico”. Siempre se dice que el fútbol es el opio del pueblo. ¿Usted lo cree?
Creo que aquella frase, aunque referida a la religión, la acuñó Marx, ¿verdad? Me parece exagerado vincularla al deporte. Creo que, en lugar de opio, el deporte es más como un porro. Ojo, yo no fumo, entiéndame el símil. A mí el fútbol me apasiona, pero no lo pongo por delante del amor, de mi familia o de mis amigos. Lo interpreto como pasión y desahogo.
¿Está de acuerdo con las reticencias que muestra el colectivo de futbolistas para volver a competir? ¿Cree que están dando ejemplo?
Según quién y cómo. Ha habido de todo. El riesgo entre los 20 y los 29 años es muy limitado. No creo que los futbolistas tengan derecho a estar más preocupados que los sanitarios en primera línea de combate.
Los trabajadores del hospital ganan la undécima parte que un futbolista de Segunda División. Está bien que velemos por la salud de los futbolistas, pero también por la de los barrenderos, los policías, los empleados de banca…
Imagino que los clubes, además, dispondrán de una tecnología que no tendrá el resto de la población.
Los futbolistas van a volver al trabajo en las mejores condiciones posibles. Les van a hacer mil pruebas. Disfrutarán de una seguridad que no va a existir en otro sector. No deben tener demasiada preocupación, más allá de la normal.
Tebas ha trasladado a los clubes que se preparen para jugar a puerta cerrada hasta 2021. ¿Vamos a ser capaces de disfrutar de ese fútbol?
No tendremos más remedio. Sólo hay dos opciones: la puerta cerrada o volver a arriesgarnos. Y no creo que nadie quiera arriesgarse otra vez. Espero que, para enero de 2021, haya una vacuna y medidas de seguridad que nos hagan ver esto como una pesadilla del invierno de 2020.
Los futbolistas van a reincorporarse en las mejores condiciones, no deben tener demasiada preocupación, más allá de la normal
¿No quedará demasiado desequilibrada la competición? El estadio es la mejor arma de los equipos con menos presupuesto.
Sí, pero va a quedar más desequilibrada por otra razón: hay futbolistas que están pudiendo entrenar en sus casas porque tienen gimnasios y espacios abiertos donde tocar el balón. Esta circunstancia no es muy frecuente en los equipos del sexto puesto para abajo.
El otro día hablé con varios jugadores de la Real Sociedad. Creo que el 90% vive en pisos. Se han hecho con bicicletas estáticas y cintas de correr, pero eso no sirve para coger ritmo de competición. Quien haya tenido un chalé… Fali, el del Cádiz, me contó que vive en un piso de noventa metros y que sólo sale a hacer la compra.
Si de usted dependiera, ¿cómo articularía el final de esta temporada?
Necesitamos ideas, no ocurrencias. He escuchado cada cosa… ¡hasta tirar penaltis! Creo que las ideas que verdaderamente se están barajando son buenas. Conviene terminar de la mejor manera posible. Los resultados deben fraguarse en los campos. Seguramente haya carruseles de varios partidos todos los días, pero es el mejor camino.
El pasado 15 de abril, la radio conoció una noche histórica. La Cope y Onda Cero unieron fuerzas para emitir un programa dedicado al coronavirus. ¿Es más fácil generar consenso entre los medios de comunicación que entre los políticos?
Sí, estoy seguro de ello. A nosotros nos une la idea de hacer lo mejor para los oyentes. Cada uno desde su micrófono. Si, de repente, entiendes que lo mejor para el oyente es juntarte con el otro, lo haces.
Los políticos piensan primero en su partido y después en cómo llegar al gobierno. Lo último, en su escala, es el beneficio del ciudadano. Si entendieran la política como un verdadero servicio al pueblo, no existiría ese interés tan brutal por la Moncloa. Los políticos tendrían que estar mucho mejor pagados, pero tendrían que ser muchísimo mejores de lo que son. Tengo la sensación de que la mejor generación de políticos no está en el Gobierno.
Me dan mucho miedo los políticos que dicen conocer la verdad
¿Por qué no estuvo la Cadena Ser en el programa?
Tengo amistad con Daniel Gavela, su director general. Me mandó un mensaje muy cariñoso. Me dijo que no les convencía el toreo al alimón. Es respetable.
En ese programa, usted mandó un mensaje directo a los políticos: “Es el momento de entendernos, ojalá ustedes también lo hagan”.
Yo no estoy para dar lecciones. No quiero ser ejemplo para nadie que no sean mis hijos. Pero todos tendríamos que mirar cómo abandonar la demagogia y ayudar al país. Ofrecer realidades, y no quimeras. Caminos que puedan ser verdad. La verdad no es un sitio al que llegar, sino un camino para buscarla.
Me dan mucho miedo quienes dicen conocer la verdad. Me gustan los que, como Machado, caminan hacia ella y aceptan ser acompañados. Se puede ser de izquierdas, de centro, de derechas, pero debería unirnos el bien para los ciudadanos. El bienestar no entiende de ideologías.
Las encuestas ya mencionan que hasta el 70% de los ciudadanos exige esos pactos de reconstrucción que no están sabiendo forjar los políticos.
Los políticos, valga la redundancia, no tienen interés en el interés general. Lo que más les preocupa es su partido. Ahora empiezan a vestirse de buenos samaritanos, pero no por convencimiento, sino porque se han dado cuenta de que la sociedad se lo reclama. No tienen ganas de entenderse, sino de pelearse y de demostrar que el otro está equivocado.
Bien es cierto que cambian de actitud cuando pasan de la oposición al Gobierno. Se ponen la piel de cordero cuando alcanzan la Moncloa, porque quieren que les traten bien, pero salen fuera y se ponen la piel de lobo. Me gustaría un Congreso en el que no se faltara, en el que se discrepara sin ridiculizar al oponente. Veo tal agresividad… Me da pena y me decepciona. Y lo digo yo, que no soy el mejor ejemplo.
En la biografía de José María García 'Buenas noches y saludos cordiales', de Ferrer Molina, usted cuenta que han acabado haciendo las paces. Si eso se consiguió, que parecía imposible, ¿cómo no van a lograr Sánchez y Casado los Pactos de la Reconstrucción?
Da igual que se llamen Casado o Sánchez. Son los que hemos elegido entre todos. Aunque, bueno, han salido porque no había otros. Miras las listas electorales… Las alineaciones entre las que podemos elegir son la… ¿De verdad no hay algo mejor? Se pegan tantos navajazos entre ellos para lograr la titularidad que no llegan los mejores, sino los que mejor utilizan la navaja y mejor meten el codo.
Sánchez, Casado, olvídense de sus partidos y busquen lo mejor para este país
Lleva en primera línea desde 1989. Ha conocido políticos de distintas generaciones. ¿Por qué cree que los líderes actuales son tan reacios a reunirse entre los diferentes?
Creo que es cuestión de falta de confianza… ¡No confían en sí mismos! Se rodean de enjambres de asesores, que viven de prohibirles cosas, de decirles que no. Así no se equivocan. Han aprendido a decir a todo que no: “No vayas, di que no, ten cuidado”. Les meten en una burbuja y les desconectan de la calle. Lo peor de eso es que ni siquiera se equivoca el líder, sino su asesor.
Seguro que Sánchez y Casado, en sus ratos de insomnio, sintonizan 'El Transistor' de vez en cuando. Mándeles un mensaje.
Saquen lo mejor que tengan dentro y utilícenlo en beneficio de los ciudadanos. ¡Olvídense de sus partidos! Busquen lo mejor para este país.
Si les entrevistara, ¿cuál sería la primera pregunta para cada uno?
Como decía Borges… Con el tiempo, mereceremos no tener gobierno. Me pensaría mucho esas preguntas, las prepararía a conciencia. Pero, a grandes rasgos, por ejemplo, a Sánchez le preguntaría por qué hemos llegado a esto. Y a Casado: “¿Solamente puedes hacer lo que estás haciendo?”. Porque creo que podría hacer más.
Usted apela muchas veces en su programa al pueblo, a la gente llana. ¿Teme que el pueblo opte por opciones extremistas con la nueva crisis económica?
Existe ese riesgo. Ese es otro virus: el del odio, la rabia y la impotencia, que empieza cuando no tienes cómo dar de comer a tus hijos. A partir de ahí, moralmente sientes estar autorizado a todo. Vamos a ver qué pasa.
Me da mucha pena cuando dicen que no hay mascarillas ni test para todos. Pero, ¿cómo es posible? Es como si nos dicen que no va a haber agua ni oxígeno. ¡Que busquen donde sea!
¿Cuánto tiene de Madrid-Barça nuestra política?
Mucho. Nuestra política es más ultra que el Madrid-Barça. Por cierto, de manera más injustificada, aunque lo otro tampoco se pueda justificar. Porque, en el partido de fútbol, uno necesita el fracaso del otro para ganar. En política sucede al contrario: el bienestar es para todos.
No se puede comparar a Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero con Felipe González
¿Cree que se pueden comparar futbolistas de distintas épocas o es un intento vano?
Es un intento vano. Ni los balones, ni el césped, ni las patadas eran iguales. La televisión es una denuncia constante, lo ve todo. Se juega de otra manera. Una entrada a Messi no es lo mismo que una entrada a Maradona. En aquellos tiempos no había treinta cámaras en cada estadio. Los arbitrajes también son distintos.
Ahora se juega mejor al fútbol que antes. Hemos evolucionado. La preparación y los entrenamientos son mejores. Aunque quien tenía talento en aquella época también lo tendría ahora.
¿Y entre políticos? ¿Se atrevería a comparar a Sánchez con sus dos antecesores: Zapatero y González?
No se puede comparar a Sánchez y Zapatero con Felipe González.
¿Y a Sánchez con Zapatero?
Bueno, cuando acabe Sánchez, lo veremos…
Como ciudadano, ¿está tranquilo con la gestión del Gobierno?
No.
¿Y con la actitud de la oposición?
Tampoco.
Quim Torra dice que quiere jugar su propio partido. El otro día, la portavoz de la Generalitat llegó a decir que en una Cataluña independiente habría habido menos muertos.
Siento pena cuando leo esas cosas. Sé que, desde Brunete, a seiscientos kilómetros de Cataluña no se ven las cosas igual. Soy consciente de que hay que estar allí para entenderlo, pero existen pocas cosas que nos unan tanto como las desgracias. Hay que ser muy imbécil para no buscar la unión ni siquiera en la desgracia.
Después de las pitadas que se ha llevado el Rey en alguna de las últimas finales de la Copa, ahora vamos a un Athletic-Real Sociedad, ya veremos si con público o sin él. ¿Cree que debería regularse de alguna manera?
Tendríamos que educarnos mejor como sociedad. Ser más respetuosos. Prohibiendo se evitaría, pero la gente no lo haría por miedo. Debemos aprender a sentir que no se debe pitar un himno. Ni el español, ni el andaluz, ni el catalán, ni el vasco.
Los himnos representan los sentimientos de mucha gente. Para unos suponen alegría, para otros tristeza. Cuando aprendamos a respetarnos, este país será más habitable. ¿A quién se hace daño con esos pitos? ¿Al Rey? ¿Al Gobierno? Entramos en una espiral de odio que nos conduce al despropósito total.