Joan Gaspart no ha cumplido los veinte. Trabaja como botones en un hotel de Liverpool. Está tomándose una cerveza en “The Cavern” y hay cuatro chicos que hacen mucho ruido. Se llaman John, Paul, George y Ringo. Han coincidido varias veces. Joan les dice que se dediquen a otra cosa. No les augura futuro musical.
Joan Gaspart es un niño que va a Madrid a ver a su amigo Julio Iglesias, un joven futbolista lesionado que intenta cambiar el balón por la guitarra. “Deja, deja, ni lo intentes”, le dice al que luego se forraría cantando “soy un truhán, soy un señor”. Algo parecido le pasó con los fichajes del Barça…
Empresario hotelero, abuelo de veinticuatro nietos, católico practicante, jinete de la polémica. Suplicante de un referéndum por la independencia en el que votaría “no”, aunque se quedaría en la “República” si ganara el “sí”.
Concede esta entrevista a pecho descubierto, sin saber siquiera de qué va esto o por dónde van los tiros. Sucede en la conversación como en el palco del Camp Nou que gobernó: conforme se acerca el minuto noventa, la cosa se calienta. Y más si aparece Luís Figo. Todavía hoy, Gaspart bracea en la niebla de aquella traición.
El expresidente del Barça es un personaje muy interesante para abordar la política: amigo personal de Salvador Illa, Artur Mas, Mariano Rajoy o Carles Puigdemont. Ha estrechado la mano de casi todos los dirigentes que aparecen en este relato. Rueda el balón. No hay VAR.
Los políticos en el Congreso ya hablan muy parecido a aquel Joan Gaspart que se calentaba en el palco del Camp Nou. ¿Le decepciona la crispación que ha inundado el debate parlamentario?
No me hace muy feliz, la verdad. Hemos vivido una guerra sin balas. Miles de muertos. Me habría encantado la vía Portugal, todos de acuerdo y todos a una. Sí, eso es lo que me habría gustado.
El Instituto Nacional de Estadística cifra en 44.000 los muertos por coronavirus. Gobierno y oposición no han conseguido un gran pacto de Estado contra la pandemia. ¿Cómo reparte las culpas?
No soy político ni conozco los detalles del desacuerdo. Pero ya le digo: a mí me habría gustado una unidad para luchar contra la epidemia. Sobre el ministro Illa pienso lo mismo que Sánchez, y no porque sea amigo mío y le aprecie: después de todo lo que le han dicho, nunca ha perdido la compostura. Las reuniones sobre el estado de alarma deberían haber durado dos minutos: presentación y aprobación. Sin embargo, han sido jornadas en las que se ha hablado de casi todo menos del estado de alarma.
¿Es amigo suyo el ministro de Sanidad?
He tenido varias oportunidades de verle, sí. Lo aprecio mucho. Ha demostrado estar a la altura. Me gustó que Sánchez lo alabara.
¿Usted y Florentino Pérez habrían llegado a un acuerdo si el fútbol hubiese atravesado entonces una situación tan crítica?
Bueno, se me ocurre algo que sí habría forjado nuestro acuerdo: la decisión de los clubes sobre el abono pagado y no disfrutado por sus socios. En ese tema tan delicado, por ejemplo, me habría gustado una reunión de los presidentes del Barcelona, el Real Madrid, el Atleti, el Sevilla, el Valencia… Parece que están a ver quién es más generoso. Esta es la única cosa que se me ocurre y que me habría obligado a buscar un acuerdo con Florentino.
Más allá de la broma, ¿tiene la sensación de que el Congreso está importando la dialéctica del estadio de fútbol? Insultan, se mentan a sus familias, se citan en las puertas de sus casas…
No, no. Aunque yo no había nacido, me explicaron cómo era el Congreso en los años treinta. No se pegaban, pero casi, casi… Pero fíjese lo que se dicen en Turquía o Estados Unidos. He visto reacciones violentas en otros parlamentos. En el nuestro, se dicen cosas desagradables, pero espero que nunca lleguen a las manos.
Hombre, pero entiendo que sí habrá percibido una escalada de violencia dialéctica en nuestro Parlamento… ¡Se acusan de querer dar golpes de estado!
Bueno, ya se decían cosas hace diez o veinte años… Lo que pasa es que ahora, debido al confinamiento, estamos todo el día viendo la tele. Yo no había seguido jamás una sesión del Congreso.
Entonces, ¿tiene la sensación de que la crispación no ha aumentado? ¿Piensa que percibimos una escalada simplemente porque estamos más atentos al Congreso?
Hemos estado más atentos que nunca al Congreso. Dígame usted, si no hubieran sucedido esas escenas, ¿cómo habrían llenado su espacio los medios de comunicación? ¿Qué habrían hecho ustedes sin todos esos follones?
Señor Gaspart, nos habría encantado publicar la noticia de los grandes pactos de Estado.
Bueno, sí, vale, ¿pero qué habría pasado al día siguiente? Ojo, no lo digo a modo de crítica: los medios han contado lo que ha pasado. Espero que cuando acabe este mal sueño, esta mierda de virus, volvamos a centrarnos un poquito.
Usted suele decir que lo suyo con el Barça es como “una enfermedad”. La tensión del Parlamento se está contagiando a la calle. ¿Lo de algunos con su ideología también empieza a ser enfermizo?
Más que enfermedad, el Barça es para mí una religión. Soy católico. Así que el Barcelona es mi segunda religión. En el fútbol, no hay más ideología que la de tu equipo. En el Camp Nou y en el Bernabéu, todos reman por su equipo. Cuando, tras un gol del Barcelona, me abrazaba al vecino de grada, no miraba si era comunista, separatista o del PP. Por eso el fútbol no se puede comparar a la política.
Al revés: el símil es más certero que nunca. Fíjese: los miembros de los partidos sólo se abrazan entre ellos para celebrar sus “goles” y les importa más la victoria de sus siglas que la del país.
Esto nos ha cogido de sorpresa. Hemos vivido huelgas, guerras… Pero jamás habría imaginado que el mundo entero se paralizaría. Nos ha dejado descolocados.
Antes me ha dicho que ha tratado a Sánchez en algunas ocasiones. Estos días está dando muchas ruedas de prensa y muy largas. Habrá tenido tiempo de ver alguna durante este confinamiento. ¿Le gusta Sánchez?
No es que haya visto muchas, ¡he visto todas! Me lo he comido todo. Creo que ha estado muy bien en cuanto al tono, aunque un poco repetitivo. Diciendo siempre lo mismo. Me dejo llevar por el trato con la persona. Yo no seré jamás político, pero les profeso un gran respeto. Cuando se es presidente -yo lo he sido de un gran club-, se sufre mucho. Por eso, incluso cuando no estoy de acuerdo, me es imposible criticarles.
Pero alguna opinión tendrá sobre su gestión y su forma de conducirse.
Vamos por partes. Yo no soy socialista. Nunca he votado al PSOE en unas elecciones generales. A nivel catalán y municipal es otra historia. Pero creo que no han llevado tan mal esta situación. Se han encontrado con un marrón que nadie esperaba. Han salido a dar la cara cada día. Sánchez ha salido mucho, la gente opina que demasiado. Si no hubiese salido, le criticarían por lo contrario. Creo que lo ha hecho bien. Correcto.
¿Qué nota le pone?
¿Me deja ser un poco partidista?
Sí, claro, sea como usted quiera.
Le pondré un diez si convence a la ministra de Trabajo de que el Turismo debe tener un ERTE más allá del 30 de junio. Si no se alarga esa medida, como mínimo, hasta final de año, será un desastre.
¿Un diez? ¡Eso sí que es partidismo!
¡Oiga, lo reconozco! ¡Se lo había avisado! Es de alabar que el sector hotelero haya firmado un acuerdo con UGT y Comisiones Obreras.
Y si quitamos el partidismo, ¿qué nota le pone?
Un notable. Siete. El marrón era muy complicado. Nadie puede decir que lo hubiera hecho mejor.
Desde mi punto de vista, Felipe González ha sido el mejor presidente de la Democracia
Los ha tratado a casi todos. ¿Se atrevería a clasificar de mejor a peor a los presidentes de la Democracia?
A mí, personalmente, me gustaba mucho Felipe González. Le contaré una anécdota. Es un tío muy majo. Cuando era líder del PSOE y yo vicepresidente del Barça, fuimos a cenar. Le hice esta apuesta: “Yo seré presidente del Barcelona antes de que tú seas presidente del Gobierno”. Me respondió: “Estás equivocado, Juan, será al revés. El que gane invitará en su casa al que pierda”. Yo nunca cené en La Moncloa.
Pues mire que tuvo años González para cumplir su apuesta…
Nos vimos varias veces después y me lo reconocía: “Te debo una cena”.
La palabra de un presidente del Gobierno es muy importante.
Bueno, no tiene más importancia… Me es muy difícil ordenarlos porque tengo dos criterios encontrados: el bien de España y el del Barça que tanto quiero. Zapatero, culé empedernido, que sufría tanto como yo… Tiene toda mi simpatía. Aznar es un madridista absoluto. Discutíamos mucho. Dejémoslo ahí: el mejor, Felipe.
También tuvo muchas sombras: los casos de corrupción, los GAL…
¿Sabe quién puede ser millonario? Quien haga las quinielas el lunes. Mi madre, en el cielo esté, tenía mucha razón: “Nunca te arrepentirás de lo que no digas”. Yo no le hacía ni caso. Cuando se está en un cargo importante, pasan muchas cosas. Algunas buenas y otras malas.
Por cierto, usted aparece mencionado en varios sitios como el peor presidente de la Historia del Barça. ¿Qué responde?
Que tienen mucha razón. Creo que esta frase me define: nunca me volvería a presentar a presidente del Barça porque no me votaría ni yo mismo. Sirvo para lo que sirvo. Durante veintidós años, disfruté una barbaridad al lado del presidente Núñez. Fui el encargado del área deportiva. Fiché a los mejores del mundo: Maradona, Romario, Schuster, Messi, Bakero, Beguiristain… Por eso gané las elecciones. La gente me veía como un forofo. Lo seré hasta que me muera. Pero la gente se equivocó.
¿Por qué?
No es lo mismo el mejor presidente de la Historia del Barça, como lo fue Núñez junto a Gamper, que un hombre tan forofo y apasionado como yo. Me dejaba llevar. Oiga, déjeme decirle que no tuve nada de suerte.
¿Y eso?
La noche que fui elegido presidente, el mejor jugador del fútbol español, Luís Figo, se me fue al Real Madrid. Fue una jugada sucia, nocturna y alevosa de mi buen amigo Florentino Pérez. El mismo día que te eligen… y que tu mejor jugador se lo lleve el rival… No es empezar con buen pie. Luego cometí un gran error.
¿Cuál?
Tras la operación de Figo, todo el mundo supo que teníamos mucho dinero para fichar. Los socios pensaron: “Este señor tiene experiencia y sabrá fichar”. Pero estábamos en agosto. Alguien mínimamente inteligente habría dicho: “A estas alturas no puedo preparar la plantilla, no me puedo hacer responsable”. Pero yo llevaba veintidós años de vicepresidente… y me hice responsable. Fiché a Overmars, un gran jugador al que no le salieron las cosas. Mi balance: suerte ninguna y errores todos. Cien mil personas sacaron el pañuelo y me pidieron que me fuera a casa. Les hice caso.
Volvamos a la arena política. ¿Qué le parece que la gobernabilidad del país esté en manos de Esquerra Republicana, el PNV y Bildu?
Es que no lo está.
Sánchez es presidente gracias, principalmente, a ERC y PNV.
Eso no quiere decir que esté “en manos de”. Si lo estuviera, Sánchez se vería obligado a conceder mañana la independencia a Cataluña. ERC no manda mucho.
Hay una “mesa del diálogo” por la independencia entre el Gobierno y la Generalitat.
Vamos a ver cómo termina esa mesa. Si acaba con la independencia, chapeau para ERC -ironiza-. Significaría que lo han hecho tan bien que el Gobierno les ha dado lo que querían. Pero eso no va a suceder.
¿Y el PNV?
Son los más inteligentes a la hora de pactar. Han sabido negociar muy bien siempre.
Cuando era presidente del Barça, se decía que usted era cercano al PP. ¿Lo sigue siendo?
No, yo no he sido nunca cercano a ningún partido. Respeto a los políticos y nunca me meteré en política. Sí debo reconocer que soy un poco veleta. En las municipales, voto a la persona. En las catalanas, voto al partido que mejor me representa. Y en las españolas, pienso en el conjunto del Estado. Soy capaz de apoyar a tres formaciones distintas.
Tiene pinta de votar a Pablo Iglesias o Santiago Abascal en las generales…
No, no -se ríe-, pero le diré una cosa: estoy seguro de que si conociese a Pablo Iglesias, nos caeríamos bien. Dejando aparte su ideología, es un gran comunicador.
¿Y Abascal?
Tiene sus ideas. Las respeto, pero no las comparto.
Estoy muy contento de haber llevado a mis hijos a colegios concertados. Es un error atacar su independencia
Usted es católico practicante. ¿Cuál es el partido que mejor defiende hoy esos postulados?
¿Quiere que le diga la verdad? Ninguno. La religión, sea cual sea, nos hace pensar que no somos una planta. Creemos en un ser superior que nos está esperando. Los partidos hacen bien en meterse lo mínimo posible en eso. Creo que, hoy, todos respetan las religiones. La Constitución deja claro que somos un Estado aconfesional. Bueno, otro asunto es el de los colegios.
¿A qué se refiere?
Soy abuelo de veinticuatro nietos. Si me pregunta usted: ¿qué partido defiende más y mejor la educación concertada? El PSOE, no; mi amigo Iglesias, con el que quiero ir a cenar, tampoco…
Si vota pensando en sus nietos, ya sé a quién vota.
Estoy muy contento de haber llevado a mis hijos a colegios concertados. Es un error tremendo atacar su independencia. Ojo, también respeto tremendamente a los centros públicos.
¿Es de esos que todavía se muerde las uñas por la mayoría que desaprovecharon Pedro Sánchez y Albert Rivera?
Volvemos a entrar en un tema personal… Conocí a Rivera, muy culé. Conmigo siempre se portó muy bien. Cuando le pedí algo, lo hizo. Le tengo simpatía. Cuando se es un partido de centro, según interesa al conjunto de los ciudadanos en cada momento, se debe girar hacia la derecha o la izquierda. Creo que Arrimadas lo está haciendo muy bien. Lo ha visto claro y ha girado en contra incluso de muchos de sus votantes y excompañeros. La felicito.
¿Debió desconfinar Sánchez el país con mayor rapidez?
Es una pregunta muy compleja. Si lo hubiera hecho, probablemente hubiese muerto mucha más gente. A mí, como empresario, me habría gustado ir un poco más rápido. Pero siempre me pregunto: ¿cuál habría sido el coste de ese acelerón? No lo tengo nada claro.
¿Qué le parece el Ingreso Mínimo Vital?
Muy correcto. Estoy obsesionado con las personas que duermen en la calle. Hay más de 1.300 en Barcelona. Me gustaría investigarlo. Veamos hasta dónde es capaz de llegar esta medida.
¿Cree que el ministro del Interior debe dimitir por el lío con la Guardia Civil?
He oído tantas cosas sobre ese asunto… Creo que no debe dimitir. Los ministros nombran a sus cargos de confianza cuando lo creen oportuno. Si yo fuera ministro, también me rodearía de quienes aunaran lealtad e inteligencia. Es todo muy interpretable.
Marlaska cesó a Pérez de los Cobos tras negarse este a filtrar una investigación referida al Gobierno.
En estos momentos, lo que menos nos interesa son los follones. Tranquilicémonos un poquito, pasemos el verano, consigamos la vacuna… y después, queridos políticos, ya tendrán tiempo ustedes para pelearse.
Hablemos ahora de dos buenos amigos suyos: Artur Mas y Carles Puigdemont. Sobre el primero: muchos de los que le conocen dicen que no había sido independentista en su vida.
Bueno, yo quizá piense igual… Pero debo decir que, en Cataluña, muchos de los que no eran independentistas hoy sí lo son. En cambio, los que eran independentistas no han dejado de serlo. Hace cinco o seis años, el referéndum habría sido un 60% o 70% a favor de la permanencia en España, pero hoy creo que habría un empate.
¿Usted está a favor de un referéndum?
Tengo una respuesta compleja, solamente para inteligentes y usted lo es.
Qué detalle…
Estoy a favor del derecho a decidir, pero votaría que “no”. Si ganara el “sí”, no me iría a vivir a Teruel. Me quedaría en Cataluña. Yo no quiero la independencia, pero respeto a los que la desean.
Volviendo a lo de antes… ¿Artur Mas es, entonces, el Figo de la política? Cambió de chaqueta de un día para otro.
No, no, a ver, se lo voy a explicar, porque esa comparación me ofende. Yo creo que Mas era muy catalanista, pero no independentista. Esa es mi sensación. Figo, en cambio, fue un traidor. Se fue al Real Madrid cuando estaba comprometido conmigo. Lo de Artur Mas es cambiar de pensamiento, pero no de camisa. No me haga el símil con Figo que me pongo nervioso.
Por eso lo hacía: era una provocación.
Figo fue un traidor. Me la jugó. Voy a explicárselo.
Adelante.
La misma noche que fui elegido presidente del Barça me llama Figo y me dice: “Juan, tengo dos billetes. Uno que va a Madrid y otro a Barcelona”. Le dije: “Te iré a buscar al aeropuerto”. Él añadió: “Mi representante ha firmado un documento con el Real Madrid. Si no ficho, debe pagar quinientos millones de pesetas. No voy a dejarle tirado, pero si me garantizas que el Barça paga esa cantidad, me quedo”. La jugada de Florentino fue sensacional.
¿Disculpe?
Si fichaba a Figo, genial; y si no, tenía quinientos millones para pagar los abonos a todos sus socios. Insistí: le dije a Figo que afrontaríamos esa cantidad. Pero él me pidió que fuera a buscarle con un aval de La Caixa de quinientos millones. ¡Eran las doce de la noche! No podía lograr eso. Le di la garantía del Barça, de que asumiríamos nuestro compromiso. Y él se fue al Real Madrid.
Se lo pregunto de otra manera: ¿la conversión de CiU al independentismo fue una estrategia para tapar la corrupción?
Eso lo dice porque lo ha leído usted mil veces. Yo creo que no.
¡Vaya coincidencia lo del 3%!
Los catalanes no somos tan tontos como para que se nos tape así la boca. No nos olvidamos de la crisis económica y de lo demás porque se nos hablara de independencia. Repito: los catalanes no son tontos. Yo, sí, pero los demás no -se ríe-.
Los políticos presos catalanes son todos amigos míos, creo que no deberían estar en la cárcel
¿Qué tal está Puigdemont? ¿Habla con él a menudo?
Hablo con él, aunque no muy a menudo. Es amigo mío, lo aprecio como persona. Está en Bruselas y lo acogí en un hotel que tenía allí.
¿Gratis?
No, no, como cliente.
¡Vaya amigo!
Puigdemont siempre ha sido independentista. Sigue siéndolo y lo será. Está donde está porque así lo ha decidido él. Yo soy contrario a la cárcel preventiva. Me refiero a la de los presos políticos… Son todos amigos míos.
¿Presos políticos o políticos presos?
No, no, me explico: digo que creo que no tendrían que estar en la cárcel.
Si usted dice que en España hay “presos políticos”, estaría afirmando que esto no es una democracia.
Al igual que, en su momento, dije que Sandro Rosell no debía estar en la cárcel, lo digo ahora sobre estos políticos. Yo respeto mucho la justicia. Simplemente, doy mi opinión.
Se dijo que usted intentó mediar con Puigdemont para que no declarara la independencia de forma unilateral. ¿Cómo fueron aquellas conversaciones?
Yo no llegué a hablar con él directamente. Creo que sí lo hizo el líder del PNV. Le hice llegar mi opinión indirectamente…
Entonces, sí que medió.
Le hice llegar, como otras muchas personas, mi opinión. Le dije que no era el momento de declarar la independencia. Pero bueno: él lo hizo y yo no voy a juzgarle.
Antes me ha dicho que usted no quiere la independencia. Entiendo que, entonces, le pareció mal que la declarara.
No es que yo quiera el “no”… Yo le he dicho que votaré que “no”. Y punto. Respetaré a los que voten que “sí”. Si se celebra un referéndum y triunfa la independencia, no me rasgaré las vestiduras. Me quedaré a vivir en Cataluña y lo respetaré.
¿Cree que conocerá una Cataluña independiente?
Depende de tantas cosas… No tengo ni idea. Lo que sí me gustaría vivir es el derecho a decidir. Vivirlo y votar que “no”.
Pero, ¿hasta qué punto es importante para usted “vivirlo”? ¿Es una prioridad vital?
Hombre, a ver… No lo sé. Es un sentimiento. Si no ocurre, tampoco me voy a volver loco. También me gustaría que el Barça ganara la Liga y la Champions. Si no, me quedaré muy triste y esperaré al año que viene.
¿Qué prefiere que suceda antes de morirse? ¿La Liga y la Champions del Barça o el “derecho a decidir”?
Eres un cabrón -ríe-. Pero se lo digo muy fácil: el derecho a decidir. Porque el Barça, si no gana, puede volver a intentarlo el año que viene. Y si no al otro. Y al otro. Y al otro… También le digo que si se convoca un referéndum y sale que “no”, deberíamos respetar el resultado por lo menos durante los próximos cien años.
Cuando Joan Laporta ganó las elecciones a la presidencia del Barça, la gente gritaba: “Laporta presidente, Cataluña independiente”. Hoy, el club apuesta inequívocamente por el referéndum. ¿Le parece un error?
Creo que, según las encuestas, el 80% de los catalanes está a favor del derecho a decidir. Otra cosa es que luego ganara el “no”. Por tanto, es un sentimiento muy extendido y el Barça es un club muy catalán.
El Fútbol Club Barcelona es un club muy catalanista, ¡mucho!, y eso que lo fundó un suizo
Pero, ¿no le da pena que se politice un club de fútbol? Habrá muchos socios del Barça que no sean independentistas ni nacionalistas.
El Barça es un club muy catalanista, mucho, y eso que lo fundó un suizo. Cuando los andaluces, extremeños y gallegos iban a trabajar a Cataluña y querían sentirse muy catalanes, se hacían del Barça. Cuando Núñez presidía el club, había más banderas del Barça que de Cataluña en el campo. Es verdad. Yo, por ejemplo, nunca voy con una bandera que no sea la del Barcelona. Pero, ¿por qué en el Bernabéu hay más banderas de España que del Madrid? Lo respeto, pero no lo comparto.
La pregunta era: ¿qué le parece que el club se posicione políticamente?
No recuerdo ninguna nota en la que el Barça se haya declarado independentista.
Hay varias notas en las que se ha manifestado a favor de un referéndum.
Yo, expresidente del Barça, también le estoy diciendo que apuesto por el derecho a decidir.
Pero usted lo dice como Joan Gaspart, no en representación del club.
Usted me llama porque soy expresidente de Barça. Se lo repito: el Barcelona es un club muy catalanista. Es como si me dice que la virgen de Montserrat es independentista.
¿Cómo?
Pues eso, que el ser catalanista no es ser independentista. El derecho a decidir no es ser independentista. Es un sentimiento, no una posición política. Un referéndum es un sentimiento. En Suiza los hacen todas las semanas. ¿Por qué los catalanes no podemos opinar?
Esto es como el eterno retorno de Nietzsche, no vamos a llegar a ninguna parte… Aunque usted todavía sigue al pie del cañón, me gustaría pedirle un epitafio a su carrera profesional.
Este tío no ha sido ni peor ni mejor que los demás.