Se vio la Constitución en letras doradas sobre un mueble chinesco, se vio prematuramente encanecido a Felipe VI. Por el mensaje de Nochebuena pasó la Historia (perdón por la mayúscula, que diría JM) de un año que nos robaron la primavera, la libertad. Y aun pretenden robarnos la Constitución.
Yo me fijaba en las canas de Felipe VI, en los cambios de plano, en la voz como un susurro y en lo no dicho pero hecho. Fue el mensaje que tenía que dar, porque no todos los días es octubre, es 2017 y es Cataluña. Y por eso la referencia velada a la mano larga del padre pudo callar a muchos, que no quisieron enterarse o parece que hay que darles todo machacadito. Los republicanos de hoy vienen cortos de lecturas y quieren más picota que informes, más venganza que Ley.
Yo, a pesar de todo, vi un mensaje valiente de un Rey cansado. Cansado de esta gallofa tuitera que pone en solfa la jefatura del Estado cuando ven una serie y se vienen arriba. O cuando se aburren. Me gustó que el Jefe del Estado citara expresamente los "bares", porque en los bares está la democracia y el resto, el asambleísmo, es una adulteración sobaquera de la democracia, como pasó el 15-M y como confirmó el abrazo del insomnio.
Digo que el Rey fue valiente un día en que España estaba más sola que nunca. Quizá entre coplas de Juanito Valderrama lo escucharon los camioneros que quizá anduvieran en Dover. Y los enfermeros con una depresión incurable, y esos hosteleros que coquetean con la cápsula de cianuro y hasta los residentes de los cementerios, donde está la España que fue y que Simón no ve.
El discurso del Rey, amigos monárquicos, camaradas rogelios y sosos apolíticos, no nos va a llevar nunca a invadir Polonia, ni eso está en su espíritu. En los limitados márgenes, me pareció ver que Felipe VI marcaba terreno propio, y quizá sea junto a Margarita Robles la única roca fija en la que podamos creer aún en 1978, en el consenso y nuestros mejores años.
En realidad, la televisión me dio a un hombre de bien sobre un fondo rojo. Esa es la España que tenemos y así pasaremos de año. Habiendo asumido que Frankenstein anda impaciente y las costuras de nuestro sistema no se pueden agrietar más.
Feliz año entrante a los libres de pensamiento, palabra, obra y omisión...