Caballero Bonald, resistente y pilar de la Generación del 50
Escribía siempre al límite de la exigencia, al más alto nivel de calidad que podía permitirse, en las antípodas de lo previsible, capaz de calificar un vientecillo de “católico”.
Poeta y narrador, José Manuel Caballero Bonald fue miembro insoslayable de la gran generación de los años 50, o del medio siglo, o de los niños de la guerra, en la que brillan Benet, Ferlosio o García Hortelano entre los narradores, y Claudio Rodríguez, José Ángel Valente o Gil de Biedma, entre los poetas.
¿Generación? Valente no estuvo nunca muy de acuerdo con el término. Pero otros, y Caballero Bonald de modo destacado entre ellos, subrayaron siempre las afinidades éticas, estéticas y vitales del grupo. Fueron bebedores, vividores y (a la fuerza ahorcan) antifranquistas.
Compartieron conspiraciones y veladas hasta altas horas de la madrugada (a Benet le gustaba decir cuando se separaban, digamos a las cuatro o a las cinco: “Señores, acostumbro a recogerme temprano”). Hay varios testimonios gráficos en la clásica discoteca madrileña Bocaccio. En uno, se ve a Caballero Bonald con otros del grupo y su mujer, Pepa Ramis –que ayer dio la noticia-, guapa como una actriz italiana.
Y si Bocaccio fue una referencia en el tardofranquismo, en la juventud de Caballero Bonald hay también un paisaje de ventas andaluzas en las que se podía trasegar a gusto y establecer tratos carnales hoy considerados muy políticamente incorrectos.
Contra el realismo “ramplón”
En lo estético, todos, y también de modo destacado Caballero Bonald, se negaron a asociar lo que hubiera de visión crítica de la sociedad con un estilo de realismo simple o ramplón. Fueron innovadores y rompedores: ahí está el buque insignia que fue y sigue siendo Benet, o el García Hortelano de Los vaqueros en el pozo o Gramática parda.
Por su parte, Caballero Bonald escribía siempre al límite de la exigencia, al más alto nivel de calidad que podía permitirse (esto le gustaba decirlo en las entrevistas, con buen instinto para la promoción), en las antípodas de lo previsible, capaz de calificar un vientecillo de “católico”.
Caballero Bonald supo compatibilizar la crítica contra la sociedad que rechazaba -lo que podía incluir sus propios orígenes familiares (entre sus antepasados está el pensador tradicionalista francés Louis de Bonald)-, con un estilo depurado y barroco, barroquismo especialmente notable en la poesía.
Poco académicos en su estilo de vida, los del 50 no traspasaron los muros de la Academia (Ángel González fue la excepción). No lo consiguió Benet (García Hortelano dijo que no entendía su interés por entrar, porque, entre otras cosas, la Academia no parecía el lugar más atractivo para ligar) y no lo consiguió Caballero, que se topó con la inquina de Camilo José Cela, del que en un tiempo había sido colaborador y subdirector de su revista Papeles de Son Armadans.
El asunto tenía trastienda. El caso es que la despechada mujer de Cela, Rosario Conde, para compensar o desquitarse de las infidelidades de don Camilo, dijo que había tenido una relación con Caballero Bonald.
Navegante y astrónomo
La inquietud vital y cultural de José Manuel Caballero Bonald no se agotó en su obra escrita –que a la narrativa y a la poesía añade los libros de memorias o retratos, no necesariamente piadosos, de sus contemporáneos-. Fue un experto flamencólogo y productor musical (por ejemplo, de Luis Eduardo Aute). Navegante que había estudiado Náutica y Astronomía en su juventud, tuvo su territorio mítico, que llamó Argónida, en la zona del Coto de Doñana y su entorno.
Superviviente de su generación, llegó a sus últimos años en excelente forma. Sin abdicar de su sempiterno sentido crítico, incluso un poco gruñón, como buen anciano, términos como infracción o desobediencia eran parte del campo semántico de su personalidad. En cuanto a lo físico, cuando el entonces rey Juan Carlos I fue a hacerle entrega del Premio Cervantes en 2012 le soltó: “Está usted mejor que yo”.
Su obra imprescindible estuvo merecidamente jalonada por numerosos premios y reconocimientos. Desde el temprano accésit del Premio Adonais de poesía por Las adivinaciones hasta el Cervantes, pasando por el Biblioteca Breve, el de la Crítica, el Barral, el Ateneo de Sevilla, el Plaza & Janés, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana o el Nacional de las Letras Españolas, y reconocimientos como el de Hijo Predilecto de Andalucía y de la provincia de Cádiz o la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
En su larga obra poética, destacan títulos como Las horas muertas, Descrédito del héroe, Laberinto de Fortuna, Diario de Argónida, Manual de infractores, la autobiografía en verso Entreguerras o el reciente (2015) Desaprendizajes.
En la novela, títulos como Dos días de septiembre, Ágata ojo de gato, Toda la noche oyeron pasar pájaros, En la casa del padre o Campo de Agramonte. Publicó además libros de memorias o semblanzas (Tiempo de guerras perdidas, La costumbre de vivir, Examen de ingenios) y ensayos literarios y sobre flamenco,
José Manuel Caballero Bonald nació en Jerez de la Frontera el 11 de noviembre de 1926 y murió en Madrid el 9 de mayo de 2021). Estaba casado con Josefa Ramis.