Sevilla

Cuando se abre la puerta, Rafael Ruiz (Dos Hermanas, 1947), una de las dos orillas del río, se acerca a los invitados y los bautiza con gel antiséptico. Lo hace de pie, junto a una talla de la Virgen del Rocío. Después aparece Antonio Romero (Alcalá de Guadaíra, 1948), que ofrece en venta un par de carromatos y un viejo Chevrolet.

Con Los del Río hay que estar muy despierto. La broma y el chiste fino cantan por bulerías. Tan, tiquitán, tiquitán, tan-tan, tiquitán. No se han puesto chaqueta. Y es raro, porque nadie los ha visto sin chaqueta desde hace sesenta años, cuando actuaron juntos por primera vez.

–Antonio, Rafael, ¿pero cómo se presentan a la entrevista sin chaqueta?

–No han pagado ustedes ningún caché. Si hubieran pagado, habríamos venido incluso en pelotas [se ríen a carcajadas].

Y se ríen de manera sincronizada, como si un mecanismo oculto enlazara a uno con otro. Los del Río están llenos de vida. Resulta difícil lograr que la conversación avance sin canciones de por medio. Acaban de componerle una sevillana preciosa a su caballo muerto: el Guajiro.

Se miran y... ¡zas! Lo saben todo. Como esos amores viejos, que ya sólo existen en las películas. Se casaron con sus novias del pueblo, llevan los mismos zapatos, les gusta la misma música. Si no fuera porque uno es del Sevilla y otro del Betis...

Entrevista a Los del Río

Los premios se han comido las paredes de los estudios como una enredadera. Los hay de todos los países. Rafael se va a encender la luz para mostrarlos, pero se confunde y hace saltar la alarma. Antonio grita: "¡Está robando!".

"Mira qué críos, ahí está nuestra primera actuación. ¡1962! Yo no sé por qué la gente tiene tanta obsesión por esos chicos de Liverpool. Aquí están Los del Río. ¡Ahí va, mi arma!", se ponen de nuevo a cantar.

Rafael y Antonio cantaron un día en los billares de forma improvisada. Sus amigos sentenciaron que aquella conexión sería un éxito planetario. Quizás exageraron, pero el resultado les da hoy la razón. Su Macarena es la canción más exitosa de la música en español. Y una de las más exitosas del mundo.

De la radio de Sevilla viajaron a Madrid, a los tablaos de Lola Flores. La jet se quedó prendada y los contrató para todas sus fiestas. Desde Julio Iglesias a Juan Carlos I pasando por los marqueses y los jugadores del Real Madrid. Todos querían tener en casa a Los del Río. Invierno en la capital, verano en Marbella.

Pero su representante les decía: "Os falta un éxito, un pelotazo". Hasta que encontraron, primero, Sevilla tiene un color especial, que compuso César Cadaval; y después la Macarena, obra del propio Antonio.

Carmen Polo, Haile Selassie, Hussein de Jordania, Juan Pablo II, Teresa de Calcuta, Camarón, la gran Lola, la Familia Real al completo, los presidentes de la democracia... Todos cenaron con Los del Río. Por eso, esta mañana, subidos a uno de sus carromatos, paseamos por la Historia reciente de España.

Sin embargo, no hay personaje que les emocione tanto como sus madres, que los sacaron adelante al morir sus padres. Porque los dos siempre vivieron a la vez: perdieron a sus padres de muy chavales. Si una amistad así es posible, sólo es posible gracias a la rociera.

Mucha gente piensa que ustedes dos son hermanos, pero lo increíble es que también lo pensaban sus nietos, de chiquillos.

–Rafael. Nos llaman abuelos a los dos, es verdad. Empezaron de niños, pero siguen haciéndolo. Para todos ellos, somos "los abuelos".

–Antonio. Es una planificación familiar que hemos creado. No fue buscado, salió de manera natural. "Mira, mira, que vienen los abuelos". Todo se multiplica por dos.

Han hecho todo igual. ¡Tienen ustedes cuatro hijos! En los dos casos, tres chicas y un chico. Menos mal que, por lo menos, uno es del Sevilla y otro del Betis.

–R. Este quería tenerlos igual que yo [señala a Antonio].

–A. Bueno, yo tengo cinco nietos y Rafael tres. Se desajustó un poco la cosa, pero todo es en plural. Y nos enorgullece enormemente. Podríamos ser familia de verdad. Somos hijos de Dos Hermanas.

Me han contado que la clave de esto, de este matrimonio de sesenta años, es que, después de medio siglo, se siguen haciendo mucha gracia el uno al otro. "Cuenta uno un chiste y, por malo que sea, al otro siempre le hace gracia".

–A. Este año, en la feria, haremos sesenta años juntos.

–R. Me hacen gracia los chistes de Antonio precisamente porque los ha contado tantas veces… [empieza a partirse de risa]. Nos hemos dedicado a cantar en fiestas. Empezábamos después de la cena, en los comienzos ayudábamos incluso a sacar la basura. Era una cosa muy larga y no podíamos cantar todo el rato seguido.

Entonces hacían paraditas para contar algún chiste y coger aire. 

–A. Claro, buscábamos pequeños descansos. El trabajo era muy duro. A Rafael, de tanto tocar la guitarra, se le ponían los dedos más duros que las rodillas de una cabra. Yo, con la pandereta. Sin micrófono ni . Para cien personas. Y los chistes nos daban un poco de descanso. Rafael me los recordaba y yo los iba contando. 

–R. Antonio tiene mucha gracia, de verdad. Tiene un momento cuando los cuenta… ¡Mejor que nadie! 

No conciben la vida sin una de las dos orillas del río. Antonio, al ir a registrar 'La Macarena', le dijo a Rafael que firmara para que todo quedara siempre a medias. Eso fue así, ¿no?

–A. Yo había compuesto muchísimas canciones. Entonces fui a registrarme como autor. Le dije a Rafael que se hiciera también autor y así empezamos a cobrar los dos.

–R. Yo, en toda mi carrera, habré compuesto canción y media. Quizá dos canciones. ¡No es broma, eh! Alguna que otra estrofa, un estribillo.

Antes que nada, vamos a actualizar los datos. 'La Macarena': más de 4.700 versiones y más de sesenta millones de euros de beneficio.

–R. Pero, ¿eso de los sesenta millones de euros de dónde sale? Ha salido publicado en muchas partes, ¡pero que hable Hacienda! Así sabremos. Nosotros, de verdad, no sabemos la cifra exacta. 

–A. Ha habido un reparto enorme. 

–R. Oye, oye, vamos a aclararlo por primera vez, que ya es hora. Antiguamente, se daba el 50% a la editorial. Luego lo otro se reparte. Una canción, salvo que sea un zambombazo, deja muy poco dinero. Pero La Macarena fue como crear la lotería. Luego nosotros nos repartíamos, un 25% para cada uno. La editorial a su vez repartía. 

–A. Estamos muy contentos de haber compuesto una canción que ha dado tanta alegría al mundo entero. Mire, ahora que estamos hablando, en este instante, La Macarena está sonando en los cinco continentes.

Antonio, ¿cómo compuso la canción? Aquella noche, en el hotel, tras ver bailar a aquella mujer… 

–A. Estábamos en casa de Gustavo Cisneros, en Caracas. Un empresario muy importante. Vino una chavala bailaora que era monísima. Comenzamos a cantar por rumbas. Me dio por decirle: "Dale a tu cuerpo alegría, Madalena, que tu cuerpo es pa darle alegría y cosas buenas".

–R. Era una joya aquella chica. ¡Parecía de Triana! Muy morena, muy linda, muy guapa. 

–A. Estuvimos cantando unas tres horas. Ella bailaba. Al acabar, cada uno se fue a su cuarto en el hotel. Me quedé con ese estribillo en la cabeza. Luego empecé con lo de Vitorino, al que se la pegó en la jura de bandera con dos amigos. Pero yo tengo una hija que se llama "Esperanza Macarena". Entonces cambié el "Madalena" por "Macarena". Volvimos a España. Debía de ser 1992. La registramos.

Rocío Jurado lo vio venir. La Jurado sabía mucho.

–A. Fuimos a una finca que tenía don Manuel Prado en la sierra. Estaban Rocío Jurado, Pedro Carrasco y un montón de amigos. Veníamos con la alegría de La Macarena.

–R. "¡Ehhhhh, Macarena, aaaay!" [lo canta y Antonio se une]. 

–A. Rocío nos dijo: "Pollitos, eso que acabáis de cantar va a ser una bomba". Mostró una fe enorme. Igual que Manuel Alejandro, para nosotros el compositor más importante del mundo. Lo adoramos. Le damos las gracias por todo lo enseñado. Nos dijo: "Habéis logrado con La Macarena lo más difícil. La sencillez". Qué cosa tan extraordinaria.

Disculpen si la pregunta es indiscreta, pero… ¿cuánto tiempo tardaron en componerla?

–A. Normalmente, las canciones saltan. Es repentino. Esta mañana mismo, le he hecho una sevillana preciosa a nuestro caballo Guajiro, que acaba de morir y estuvo con nosotros veinte años. Le puse ese nombre porque es el del primer tablao flamenco donde actuamos. Con Farruco, Matilde Coral, Rafael Negro…

Los del Río tienen un Chevrolet antiguo en su estudio de grabación. Raúl Caro

Cuando se ha sido tan humilde, ¿qué es lo primero que hace uno con tanto dinero?

–A. Cuando empezamos a trabajar, no teníamos representantes ni nada que nos moviera. Fuimos primero a las fiestas, luego a los tablaos, después a la discoteca… Nuestro representante, Pulpón, nos decía: "Tenéis que tener una canción, un pelotazo para que os pueda vender". Pero no llegaba. Y el dinero, cuando empezó a llegar, lo mandábamos para casa. Para nuestras familias.

–R. Somos de familias muy sencillas. Nos apodaron los "artistas de la jet" por las fiestas privadas en las que actuábamos. ¿Sabe lo que hacían esos artistas de la jet? Reunir todo el dinero posible para mandarlo pa casa. Todos los meses. Era en lo único que pensábamos. Creo que por eso luego no nos volvimos locos. El éxito económico de Macarena llegó treinta años después.

–A. Me acuerdo del principio. ¿Te acuerdas, Rafael? Estábamos en el tablao, en Madrid. Aparece, de pronto, Paco Rabal con cuatro o cinco famosos del cine. ¡Eran nuestros primeros días en Madrid! Estábamos flipando. Nos vieron actuar y, al acabar, nos llamaron. Nos sentamos con ellos a tomar una copa. Nos invitaron a "la venta de la Titi, al Palomar". 

Hasta el amanecer.

–A. Hasta las siete de la mañana, que aparecimos todos en casa de Francisco Rabal. Su señora: "Paco, vaya horas. ¿Y esta gente quién es?". Dijo Paco: "Vengo con los mejores artistas que puedes escuchar". Le cantamos a la señora. Nos fuimos a la pensión, calle San Bernardo, 55. Rabal se despidió así: "Tomad, un regalito para cada uno". ¡Mil pesetas para cada uno!

–R. Para que lo entienda usted bien. Nosotros ganábamos cuatrocientas pesetas. ¡Nos dio mil a cada uno! Yo pensaba: "Si conseguimos hacer esto todos los días, nos volvemos ricos".

–A. Rabal lo pregonó por todos lados. La gente venía a bichear. Me acuerdo de Paco Gento, que se nos acaba de ir. También pasaban Emilio Romero y José María García. No venían a vernos a nosotros, sino a las bailaoras, que eran las niñas más guapas del mundo. Hacíamos el invierno en Madrid y los veranos en Marbella. La gente de la jet… Se convirtieron en nuestros representantes. Les llamaban y cogían el recado para que fuéramos a actuar a tal sitio. Necesitaríamos semanas para hablar de todos los que nos ayudaron. 

Le rezan mucho a la Virgen de la Macarena, ¿no? Vaya historia. 

–R. A la Virgen de la Macarena, a la del Rocío y a la de Guadalupe.

–A. Dicen que, aunque le cambien de vestido, la Virgen siempre es la misma. ¡Olé!

Vamos a Dos Hermanas, años cincuenta. ¿Cómo era la vida aquí? Aquella España en sepia, tradicional, rural. 

–R. Dos Hermanas tendría 30.000 habitantes [hoy, 150.000].

–A. Era muy rica, Dos Hermanas. Gracias a la aceituna de mesa. A la gordal y a la manzanilla. Podía haber cuarenta o cincuenta almacenes. Trabajaba un montón de gente. Era como una capital de pueblos.

¿Y qué hacían de chavales? 

–R. Ir al colegio, jugar por la calle. Mucho tiempo en la calle.

–A. Mi abuelo era tonelero. Tenía un taller en su casa. Hacía los barriles para la aceituna. El pueblo estaba circunscrito por la estación de ferrocarril y la Nacional cuarta. 

Ustedes se conocían, pero se hicieron amigos cantando un día por casualidad en unos billares.

–R. Antonio estaba trabajando en la zapatería. Yo tengo un año menos. Nos empezamos a ver todos los días en los futbolines. Con muchos amigos. Cantábamos un montón. ¡Es que se cantaba todos los días!

–A. Los amigotes nos animaron. Un día hicimos un fandango… que se quedaron impresionados. Lo bordamos. Un maestro de escuela vivía enfrente de los billares. "Don Juan, nos han dicho que usted conoce a Manolo Bará, el locutor de Radio Sevilla. Nos gustaría que nos escuchara cantar". Hicimos una prueba y nos dejaron cantar. Era 1962. Ya fuimos casi todos los domingos. Hasta que nos contrató Pulpón, nuestro representante. 

Sus padres murieron muy jóvenes, ¿no? Esas familias salían adelante a lomos de las madres. Fue casi un prototipo en España. Y era un milagro. Porque, efectivamente, salían adelante contra viento y marea.

–R. El padre de Antonio murió todavía antes. Le cogió antes que a mí. Cuando murió el mío, mi madre iba a trabajar al almacén. Cumplí los diecinueve y le dije a mi madre: "Si no dejas de ir al almacén, me voy de casa". Y no fue más al almacén. Ya había dinero para mantenerse. No quería que siguiera pegándose esas palizas. Por eso, como le contábamos, cuando nos fuimos a Madrid, lo primero era mandar dinero a casa. Juntábamos dinero para las madres.

–A. Mi padre era taxista. Iba a recogernos a Sevilla, a las salas donde cantábamos. Todas las noches, cuando terminábamos el show. Teníamos dieciséis años. Un día me dijo: "Antonín, la semana que viene ya no voy a ir. Irá Pan Duro, un compañero. Hijo, ganáis trescientas pesetas. Veinte duros para ti, veinte para Rafael y veinte para el taxi. Nosotros no podemos traer a casa doscientas pesetas y Rafael nada más que cien. Así que ahora que os recogerá Pan Duro, iréis a medias". No se me olvida. Esa honradez tan grande… Prefirió que no hubiese diferencias entre nosotros ni riesgo de malentendidos.

¿Y las madres?

–R. ¡La madre de Antonio era la reina de la calle Real de Dos Hermanas! La más simpática, la más agradable. Remedaba las prendas a todo el mundo. Tenía la puerta de casa abierta para todo el mundo. En los bares, no había baños para mujeres. "Ay, Rosarito". "¡Pasa, pa dentro!".

–A. Fue nuestra mayor fan. Aprendía las rumbas antes que nosotros. 

–R. En mi casa era al revés. Mi padre era el que cantaba.

Los del Río, subidos a un carromato del siglo XIX, saludan a una multitud imaginaria. Raúl Caro

Desde muy niños, se ponían ustedes de chaqueta para cantar, pese a que ustedes, en realidad, nunca iban de chaqueta.

–R. ¡Perdone que hoy no nos la hayamos puesto! [suelta una carcajada]. 

–A. Era, efectivamente, una herramienta de trabajo. Nos lo inculcó el representante: "Siempre una chaquetita". Porque siempre estás a tiempo de quitártela. Pero si llegas a un sitio, hay que llevar chaqueta y no la tienes… Hay gente que dice: "Los del Río parece que van a una boda".

El secreto fue la aristocracia, las buenas migas que hicieron con los marqueses. Cantaron ustedes en todas las fiestas de la alta sociedad. Al principio, les chocaría aquel ambiente. 

–R. Fuimos muy despacio. Poco a poco. Aprendíamos sólo de las cosas buenas que veíamos. Se veía bueno y malo. Pero de lo malo huíamos.

–A. Nunca tuvimos peleas ni altercados. 

Pero, ¿cómo eran aquellas fiestas? 

–R. Las fiestas, en realidad, son todas iguales. Como si usted organiza ahora una fiesta en casa para sus amigos. Un casamiento, un cumpleaños…

Hombre, estoy seguro de que si organizo una fiesta en mi casa no va a ser como una fiesta en casa de Julio Iglesias. 

–A. Hemos cobrado menos de lo que hemos cantado. Tenga en cuenta que había que ir a cantar gratis a muchos sitios para darse a conocer y que luego te pudieran llamar. Luego, cuando llegas a la Casa Real, a cantar para los Reyes de España, se entera todo el mundo. Y todo el mundo quiere a los artistas que han cantado para los Reyes.

–R. Cuando nos contrataban para una fiesta, no pensábamos que estuviéramos en la fiesta de alguien. Era nuestra fiesta, nuestro concierto. Y dábamos lo mejor de nosotros, como si fuera nuestra actuación. Echábamos todo el carbón. Jamás mirábamos el reloj. Ése fue nuestro secreto. Todavía nos llaman de las mejores casas. 

¿Han notado el declive de la aristocracia en España? Por aquel entonces, todo el mundo conocía a los duques, a los marqueses. Tenían cierta influencia… 

–R. Hemos tenido mucha suerte. Entramos en contacto con lo mejor de la aristocracia. O eran buenos, o les volvimos nosotros buenos [bromea]. Lo digo de corazón. El marqués de Griñón y el marqués de Cubas nos adoraban. Estábamos en el Rocío. Todo el rato cantando. No podíamos descansar. El marqués de Cubas se dio cuenta. Puso su sombrero en la puerta. "Hasta que yo no coja el sombrero que no lo coja nadie". Como diciendo: "Aquí no se entra, esta gente tiene que descansar".

–A. El marqués de Cubas se dio cuenta de que no poníamos las manos en las bandejas de comida de las fiestas. "Es que nosotros venimos a cantar". Contábamos hasta cien antes de coger algo. También nos sentábamos los últimos, por si nos sentábamos donde no teníamos que sentarnos. Eso sí, en el tema del flamenco no aceptábamos tutelas: "Esto lo organizamos nosotros. Esté usted tranquilo porque si no es un éxito, no cobramos". 

–R. Todavía me acuerdo de cuando cumplió 41 años la Reina Sofía. 

¿Qué pasó? 

–R. Era la primera vez que íbamos a la Zarzuela. Se estaba arreglando don Felipe porque se marchaba de viaje a Canadá. "Vamos a cantarle a mi hijo", dijo la Reina. Era un chavalillo, hoy es nuestro Rey. Lo vimos con sus pantalones cortos, la madre haciendo la maletita. Y, con Juan Carlos I, comenzamos: "No te vayas todavía, no te vayas todavía". Estaba el rey Hussein de Jordania. Le encantó y nos llevó varias veces a su país.

–A. Estuvimos en los sitios donde había que estar.

Ustedes son amigos del Rey emérito. ¿Cómo han vivido la aparición de las últimas informaciones? Si le vieran hoy, ¿qué le dirían?

–A y R. Pues si tuviéramos la gran oportunidad de estar con él hoy, le diríamos que somos muchísimos los españoles que agradecemos y no olvidamos su gran labor en la Transición. Es el mejor relaciones públicas que ha tenido España en todos los tiempos. Le transmitiríamos nuestro máximo respeto y cariño.

Los del Río siguen componiendo canciones y dando conciertos en España y el extranjero. Raúl Caro

Ustedes alborotaban mucho Madrid, Sevilla… Todavía eran los años de la dictadura. ¿Notaron el aliento del régimen en el cogote? 

–R. Nosotros sólo pensábamos en cantar. Jamás tuvimos ningún problema. De verdad, ¿eh? Es que hemos sido muy poco políticos. Lo único que nos preocupaba era que nuestro público estuviese contento y se lo pasase bien. Con eso teníamos bastante.

–A. Nosotros trabajábamos en todos los pueblos, en todas las casetas, en todas las casas. No preguntábamos por el partido ni nos preguntaban a nosotros. No tenemos carné de ningún partido. 

Por cierto, cantaron para Jacqueline Kennedy cuando vino invitada por Carmen Polo. ¿Conocieron a Franco?

–A. Conocimos a doña Carmen, pero a Franco no.

–R. Todos los años había un festival de Navidad en el Teatro Calderón. Iban los artistas de la época. Nos invitaron. Lo presidía Carmen Polo. Hablamos con ella tres o cuatro minutos. Estuvo simpática. 

¿Y las letras? ¿Hubo problemas con la censura? Por alguna escena calentita, subida de tono.

–R. No, porque si le cantas también a las estrellas, a las vírgenes y al amor. Pues no hay ningún problema [se ríen a carcajadas].

¿Hoy han tenido problemas con eso que llaman 'políticamente correcto'? Me contaban el otro día los Hombres G que les han hecho alguna que otra campaña delirante. Por ejemplo: "Sufre mamón es homofobia", "Las chicas cocodrilo es machismo". 

–R. ¡Hay mucha gente que no tiene nada que hacer!

–A. A nosotros no nos ha pasado. Incluso la letra de La Macarena es muy blanca. Pero en el Líbano, por ejemplo, sí hubo lío. Decían que La Macarena era satánica.

¿Disculpe? 

–A. Sí, sí, ¡satánica! Porque sonaba en una discoteca a oscuras, donde la gente estaba parada, con su copa en la mano y, de repente, todo el mundo se ponía a bailar. ¡Pam! Sonaba y todos se ponían a menear la cadera. "Eso tiene que ser satánico", decían en el Líbano.

Ahora que han mencionado el Líbano. ¡Conocieron a Haile Selassie! El emperador rastafari de Etiopía. 

–A. Sí, sí. También. Fue aquí en los Reales Alcázares de Sevilla. Vino a una cena y le cantamos un cuadro flamenco. Le encantó lo que hicimos. ¡Nos dio una medalla de oro a cada uno!

–R. Estaba feliz el hombre. Pero, oiga, chaval, es que usted lo pregunta como si nos hubiéramos criado con Haile Selassie [se parten de risa]. Yo qué sé cómo era. Pues no muy alto, creo que bajito.

¿Y Bill Clinton?

–R. ¡A Clinton ni lo vimos!

–A. Todos los periodistas siempre dicen que estuvimos con Clinton, pero qué va. Nada. Oigan, periodistas, ¡que no, que no hemos estado con Clinton, mi arma

Pues ganó unas elecciones gracias a ustedes.

–A. ¡Sí, señor! Está usted en lo cierto. Siempre le hemos agradecido que hiciera de nuestra canción su sintonía electoral. 

Igual tuvo que ver la canción con el 'caso Lewinsky'; es una melodía muy bailonga, muy de arrimarse… 

–A. Posiblemente. Quizá se inspiró así. No, no. En realidad, La Macarena es algo muy blanco, muy divertido, que lleva alegría por todo el mundo. Sigue machacando. Es una canción de consenso, que pone de acuerdo a toda España. Y al mundo.

–R. Ha sido un regalo de la Virgen. "A través de estos dos vecinos de Dos Hermanas, mi nombre va a ser el más popular de la Historia". ¿Por qué no vamos a creer en los milagros? Hemos trabajado lo mejor que hemos podido, hemos intentado no meter la pata, hemos conseguido llevar a nuestras madres la gloria bendita. Y hoy tenemos dos familias maravillosas.

Estábamos en los tablaos. Apareció Lola Flores, que les contrató para animar el suyo, Caripén. ¿Cómo era Lola Flores? ¿Tan arrolladora como dicen?

–R. Pero eso no es una noticia, porque Lola ayudaba a todo el mundo. ¡Era mucho mejor todavía de lo que dicen! Única, sin fronteras ni límites.

–A. Buena gente, humilde. Se sublevaba ante las injusticias. Montó un restaurante flamenco. Tuvo tanto arte… ¡que nos llamó a nosotros! Una vez le preguntaron: "Habiendo trabajado con tanta gente, ¿cómo no sabes inglés?". Dijo: "Por la misma razón que la reina de Inglaterra no sabe español". Tremenda, Lola.

También conocieron a Camarón, ¿verdad? 

–A. Llegó a Madrid dos años después que nosotros. Lo tratamos muchísimo.

–R. Cantaba muy bien. Era muy, muy tímido. Buen chiquillo, pero mucha timidez. Hasta para entrar en una caseta tenía que ir un amigo: "Oye, que vengo con Camarón, ¿podemos entrar?". Coño, tirad pal fondo. Es vuestra casa. Con él y su cante nos volvimos locos todos los que nos gusta el flamenco.

–A. Es tan rico el flamenco… El flamenco entra en el jazz y en el blues. A ellos, en cambio, les cuesta una barbaridad entrar por bulerías. Del flamenco, de esa madre soleá, viene toda la música. La mayor riqueza musical del mundo está en España. Hemos enseñado al mundo a cantar y a bailar.

Sin embargo, pasaban los años y no había manera de ir a la tele. Ustedes sabían que aparecer en la tele era la clave del éxito y se lo pidieron directamente a quienes mandaban. 

–R. Fue en la Zarzuela. Estábamos Manuel Prado, Ángel Nieto, Adolfo Suárez, nosotros y el Rey. Don Juan Carlos contaba chistes. Todos se reían, pero Antonio le respondía: "Majestad, pues a mí no me ha gustado". Y todos a carcajadas, ése era el mejor chiste.

–A. Oye, ya que estamos aquí, ¿con quién tenemos que hablar para salir en Televisión Española? Es más difícil que barrer una escalera p’arriba. Adolfo Suárez, presidente del Gobierno, nos dijo: "No os preocupéis, que vais a salir en la televisión". A los dos días, Uribarri nos estaba buscando por tierra, mar y aire. Oiga, ¿le podemos hablar de Lucio?

¿El de los huevos de Lucio? ¡Claro!

–A. Es que nos hace mucha ilusión. Nos ayudó una barbaridad. Compró un restaurante. Pudo comprar porque es un trabajador nato. Sigue con su chaqueta blanca puesta todos los días. Cuando lo conocimos, no nos despegamos ni un momento. Por la noche, decía a toda la gente del restaurante: "Señores, actúan Los del Río en tal sitio. Todo el mundo para allá". Fue un gran tándem.

–R. Sí, porque luego, por la noche, en el concierto, el público se acercaba a él y le hacía reservas. Llevaba un montón de servilletas en el bolsillo y tomaba nota. Se cenaba en Lucio y se iba al concierto de Los del Río. Y viceversa. ¡Qué categoría tiene Madrid! Si pasara cualquier cosa y no nos pudieran enterrar aquí, que nos entierren en Madrid.

Antonio y Rafael nacieron en Dos Hermanas a finales de los cuarenta. Raúl Caro

Son ustedes tan simpáticos que se saltan los protocolos y nadie les dice nada: le cantaron al papa Juan Pablo II, cuando ya sabían que no se podía cantar en esas recepciones. 

–R. Oiga, oiga, ¡qué dice usted! Nosotros no nos saltamos nada. El cardenal Carlos Amigo nos dijo: "Aunque os hayan dicho que no se puede cantar, cuando estéis ante su Santidad, haced lo que os dicte el corazón". Jode, no veas la que formó este muchacho [señalando a Antonio]. ¡Cantó dos tonos más alto!

–A. Llegó su Santidad con la madre Teresa de Calcuta. Yo le había compuesto una sevillana y se la cantamos: "El Papa en el balconcillo de la ermita del Rocío/se sintió marisma y jara/se sintió romero y lirio/¿qué tendrá el Rocío divino que hasta el Papa preguntaba por las cosas del camino?".

–R. Nos cogió de las manos y decía: "Rocío, Rocío".

Y la madre Teresa ahí al lado.

–A. Ella venía con él, sí.

–R. Para mí, ese detallito fue… Cuando apareció, juntó las manos, hizo así [hace un gesto uniendo las palmas, como rezando y agachando la cabeza]… Se hizo un silencio tremendo. Qué cosa más bonita, todavía me emociono. 

–A. El Papa y la Mama. 

Era fan de Los del Río, ¿no?

–R. Y yo qué co…. Oye, ¡tú eres un canalla! [se ríe].

–A. Estuvieron encantados. Les llevamos una misa rociera de José María Jiménez. Cómo disfrutaron. Fue imborrable, todavía soñamos con ese momento.

Antonio se levanta del carromato. De un brinco. Rafael, que alaba la comodidad de este vehículo del siglo XIX, amaga con echarse una "siestecita". Fuera, en la calle, les van saludando los vecinos por goteo. Son los santos de Dos Hermanas. Les rezan. Aparece una señora: "Van a cerrar el cine de El Rocío [el cine de su infancia]". Lo que no cerrará nunca, mientras haya vida, serán Los del Río. ¡Olé!

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