José Juan Ruiz, el sabio de Elcano: "La inversión en Defensa es tan importante como apoyar los ERTE"
Presidente del Real Instituto Elcano.- "La Cumbre de la OTAN de Madrid va a tener un protagonismo que nunca nadie había imaginado" / "Habría que estudiar una extensión permanente de los fondos Next Generation en Europa" / "Se van a producir cuellos de botella que generan problemas de oferta y demanda y eso tiene una consecuencia: inflación".
6 febrero, 2022 02:24José Juan Ruiz (1957) lleva un año al frente de uno de los think tank más importantes de España: el Real Instituto Elcano. Economista de formación, prefiere poner las luces largas a las cortas y opta por mirar con optimismo al futuro para intentar anticiparse a los que serán los grandes debates de la sociedad: seguridad, gobernanza de las instituciones democráticas, educación…
Quizá por eso ha dedicado estos doces meses a reordenar una casa a la que lleva ligado los últimos treinta años. ¿El objetivo? Simplificar su estructura, modernizar los programas de estudio y detectar “dónde está la conversación global para tratar de aportar”, poniendo el foco en tres áreas geográficas: Europa, Latinoamérica —"donde España tiene su espacio, al igual que otros países como China”— y África, “el continente con mayor crecimiento neto de población con 900 millones de personas en 2050; por eso es esencial que nuestro país entienda cómo funciona”.
Esa visión transversal que tiene Ruiz se deja sentir en la conversación. En ella asegura que no se puede dudar de los indicadores que se han utilizado hasta el momento para medir la realidad económica. Ahora bien, reconoce que “por fortuna” los economistas no sólo miran el dato frío sino también otros aspectos que pueden impactar en ellos y se tienen en cuenta “la igualdad, la descarbonización o el empleo”.
No es de extrañar que con estas ideas José Juan Ruiz pertenezca al Consejo Asesor de Asuntos Económicos de la vicepresidenta primera Nadia Calviño. Ahora bien, una de las principales preocupaciones de este economista en este momento tiene nombre y apellidos: Vladimir Putin.
El conflicto entre Rusia y Ucrania mantiene en vilo a los mercados, ¿qué consecuencias puede tener para la recuperación económica?
Todo dependerá de los escenarios que se abran. Todavía es pronto para hacer ningún tipo de valoración. Europa debe aprender que ya no estamos en momentos de paz, que se abre una fase de cambios geoestratégicos que obligan a invertir en Defensa y Seguridad. Atrás quedan ya aquellos tiempos en los que cuanto menos se gaste en defensa y ejércitos mejor, porque es más solidario.
El enfrentamiento entre Rusia y Ucrania demuestra, además, que hay que tener un mínimo estatus de seguridad y, para ello, los socios comunitarios deben entender que ya no pueden seguir confiando en que su factura de Defensa se pague desde fuera, porque eso es una mentalidad de guerra fría que está obsoleta. Lo que sí está claro es que la próxima Cumbre de la OTAN que se celebra en Madrid va a tener un protagonismo que nunca nadie había imaginado.
¿Y cómo explicamos ese cambio a la sociedad del No a la guerra?
Dándoles a conocer que ese cambio geopolítico existe, que ya no estamos en la Guerra Fría, que es necesario aspirar a tener una autonomía de la Defensa y que invertir en ella es tan importante como las políticas de soporte de sectores. Es decir, de políticas como los ERTE, por ejemplo.
Además, hay otro tema que es crucial. Primero, que cuando hablamos de invertir en Defensa no hablamos de gastar. Hablamos de inversión. España tiene aquí una industria muy importante, que supone el 2% del PIB, que genera empleos y que es base de innovación tecnológica de doble uso. Muchas de las cosas que se aplican en la tecnología militar después se trasladan al mundo civil. Es fundamental.
El problema es que en España ahora mismo hay mucho ruido político como para explicar esto, ¿no le parece?
En el Instituto Elcano no hacemos análisis político de España. Lo hacemos de Europa, el mundo… Dicho esto, seguramente si uno hace esta pregunta en Estados Unidos le dirán que la polarización es atroz. En Brasil sería la misma respuesta y en Francia también.
No es que mal de muchos sea consuelo de tontos. El mundo está más polarizado que en 1945, y esto es porque estamos cambiando los paradigmas de nuestra convivencia. No es que seamos más gritones, es que intentamos cambiar cómo nos organizamos.
Necesitamos más sociedad. Más gente pensando que el país puede mejorar. Necesitamos gente optimista, aunque preocupada
Quizá con más sociedad civil se podría arreglar.
Necesitamos más sociedad. Más gente pensando que el país puede mejorar. Necesitamos gente optimista, aunque sea preocupada. (Ríe)
¿Optimistas preocupados? [Risas] ¿Eso qué es?
Un optimista que quiere mejorar, pero que sabe que puede ser complicado. También valen para crear un relato más positivo.
¿Los políticos también cuentan como optimistas, aunque sean preocupados?
Los políticos tienen su labor. Asumen una parte de pararrayos de la sociedad. No dividiría la sociedad en roles. Creo que cada uno hace lo que tiene que hacer. No me metería en ser tan distópico. Soy más tranquilo.
Como decía hace un momento, el mundo que conocíamos hasta ahora está en revisión, ¿hacia dónde va la globalización?
Durante mucho tiempo la globalización se movía por la eficiencia y la competitividad. La pandemia ha servido para que muchas empresas, muchos gobiernos y muchos ciudadanos se dieran cuenta de que lo global puede estar en cuestión en algunos aspectos. Han visto que el avance se produce cuando todos colaboramos.
Tras la llegada de la Covid-19 a nuestras vidas hemos visto cómo temas como la autonomía estratégica o la soberanía de las cadenas de valor son algo que se valora mucho más de lo que se hacía en el pasado. Se ha producido una fragmentación de los mercados, ya que muchos países prefieren ser menos eficientes a cambio de tener suministros. Lo vimos con las mascarillas o los equipos de protección individual (EPI).
Hay un movimiento de equilibrio, de eficiencia, de autonomía y de seguridad del suministro que cambia la hiperglobalización que existía desde hace una década.
Explíquese…
Mire China. Tiene un mercado dual, con una economía que crece y genera empleo. Exporta tecnología aunque eso le obliga a tener salarios más elevados porque logra mayor productividad. Es algo que nos pareció muy raro hace cuatro años, pero que ya empezamos a ver en otros países.
Estados Unidos dice que ya no quiere hacer offshoring, que quiere hacer onshoring. Tiene dos mercados. Uno más europeo que genera empleo y con gran protección sobre los ciudadanos: el cheque de los niños, la inversión en personas… Pero sigue teniendo una economía más tecnológica que invierte en la universidad, en la educación de la gente… Eso se parece a los mercados duales chinos.
El mundo tiende a moverse hacia allí, el problema es que para que no haya fricciones entre las grandes potencias (más allá de la lucha por la hegemonía) hay que revisar la gobernanza global. Cómo hacemos que ese mundo más global tenga también unos procedimientos y unas reglas. Esa va a ser la conversación de la próxima década, más allá de la transición energética, la democracia, la imagen de los países, etcétera.
Hablaba de la necesidad de apostar por la autonomía estratégica y de las cadenas de valor. Europa lleva años desplazando su producción a China, ¿estamos a tiempo de revertir la situación?
El proceso será gradual. Puede haber un gran diseño geoestratégico, pero la transformación responderá a incentivos económicos, a la regulación. A medida que esos incentivos demuestren que es rentable operar con cadenas de valor más seguras aunque tengan un coste mayor, no habrá problema. Sobre todo si se logra demostrar que ese traslado no afecta a la innovación tecnológica ni al mantenimiento de las estructuras. Si los incentivos aparecen, el proceso se irá produciendo.
La regulación ya está llegando. Existe un mayor control de China, también en Estados Unidos donde se ha prohibido que se vendan sus microchips a determinados países. Esa mezcla entre regulación e incentivos económicos harán que el ritmo de transformación, traslado y protección de las cadenas de valor vaya en aumento.
Pero todo ese proceso tiene un coste.
Ya lo estamos viendo. Nada en la vida es gratis. Si estás dispuesto a ser menos eficiente para estar más seguro, es posible que el precio suba. Sobre todo si se hace a gran velocidad. Se van a producir cuellos de botella que generan problemas de oferta y demanda, y eso tiene una consecuencia muy clara: la inflación. Eso va a obligar a que las políticas que se venían adoptando hasta ahora cambien a corto plazo.
¿Y cómo compaginamos esa subida de costes con la transformación de las cadenas de valor?
Eso es lo que hay que gestionar. Por ejemplo, si pensamos en qué le falta a la transición energética (una vez ganada la batalla de que hay que hacerlo y que no es un espejismo) es una mayor presencia del consumidor. La oferta está bien analizada y estudiada, pero nos falta demanda. Puedes tener productos innovadores, fantásticos, pero si nadie los compra no habrá un uso extensivo y, por tanto, no bajarán los precios.
Nada en la vida es gratis. Si estás dispuesto a ser menos eficiente para estar más seguro, es posible que el precio suba
No son sólo los precios. La transición energética tiene también una dimensión económica. Si llevarla a cabo requiere de inversiones de dos puntos del PIB anual, eso tiene que salir de algún sitio: o se reduce el consumo, o suben los impuestos, o hay un aumento de la desigualdad, sube el desempleo, etcétera.
Cuando se introduce la dimensión macro es cuando te das cuenta de la responsabilidad que tiene cada uno de los agentes de la cadena de valor. No se puede dejar caer a la gente, hay que proteger a los vulnerables. Todo eso tiene repercusión presupuestaria.
Habrá que establecer también un sistema de recaudación directa o indirecta sobre el consumo para pagarlo todo. Eso lo tendrá que discutir la política, y es una dimensión que no es visible todavía pero que es vital para que todos estos cambios salgan bien.
¿Cómo es posible que todavía no hayamos tenido en cuenta esa dimensión macro y los costes que lleva asociada la transición?
Porque durante veinte años hemos tenido que trabajar para que nadie dude de que la transición es necesaria. Hoy esa batalla está ganada, no hay que insistir más en esa idea. Pero esto tiene un coste: las discusiones han acortado el horizonte para llevar a cabo la transformación energética, y eso hace que sea menos gradual y tenga un mayor impacto sobre la economía.
Ahora es urgente invertir en pensar cómo hacemos sostenible el choque social que vamos a tener. Hay que pensar en cómo hacemos que sea sostenible y digerible por las democracias mundiales, pero también por la gente.
Una de las claves para que todo eso se produzca es que la recuperación económica sea sólida, ¿vamos por el buen camino?
Los números trimestrales del PIB nos han demostrado que te puedes llevar sorpresas. Hay que mirarlos, obviamente, pero quedarse en el corto plazo no tiene mucho sentido. No se puede poner en duda que la economía se está recuperando.
Una de las claves por las que la economía va a ir creciendo es que no hemos destruido PIB potencial. La gente sigue existiendo, los consumidores se mantienen, las máquinas trabajan... No tenemos que readaptar ningún sector como ocurrió en 2008 con la banca o el sector de la vivienda.
El PIB más o menos se ha mantenido, el empleo va por el buen camino. Creo que el crecimiento se va a acelerar en los próximos meses.
Ahora bien, todo lo que hemos vivido nos ha dejado otros problemas: deuda, inflación, balcanización de las cadenas de valor…. Todo eso es lo que hay que resolver ahora. Pero que la recuperación existe y que el año que viene podemos crecer al 6% o 6,5% si no pasa nada más, es factible.
Ahí también deben jugar un papel clave los fondos europeos. Los famosos Next Generation.
Aquí la clave es si somos capaces de usar los fondos para lo que están diseñados: transformar la economía española en más verde, igualitaria, digital, tecnológica…. Ese es, en realidad, el tema principal en el que debemos centrarnos.
¿Vamos por el buen camino?
Si analizamos lo ocurrido en 2021, la cosa parece que no va mal. España, aun con las complejidades que tiene la organización administrativa, ha sido capaz de tener un desembolso que no ha tenido nadie. Y estamos en condiciones de optar a nuevas cantidades durante 2022.
Además, el foco donde se quiere actuar es el que todos los analistas habrían identificado. Todo eso es importante. No era nada evidente que fuéramos a ser capaces de hacer lo que hemos hecho. Ahora bien, tengamos en cuenta que ese cambio de pasar de crecer a transformar es algo que en términos de gestión tiene sus consecuencias.
¿A qué se refiere?
Todo el mundo es consciente de que los Next Generation son una oportunidad espectacular porque permiten abaratar los costes de la inversión para hacer reformas. Pero también sirve para paliar las consecuencias que sufrirán los perdedores de esos cambios. Sobre todo cuando estamos en un contexto en el que la política monetaria tendrá que ajustarse.
No solo es transformar, es dulcificar el proceso de reequilibrio macroeconómico que se va a producir en todo el mundo. Ahora veremos si somos capaces de absorber todo el dinero.
Además, con tipos más altos y menos estímulos, el valor de los fondos sube comparado con la opción de no invertir o de buscar inversión en el mercado de capitales.
España ha sido capaz de tener un desembolso de fondos UE que no ha tenido nadie
Ha dado con una de las claves de las próximas semanas, ¿habrá subida de tipos? Parece que por ahora los halcones se imponen a las palomas en el seno del Banco Central Europeo.
Lo importante no es si uno es halcón o paloma. Lo básico es que los bancos centrales sean capaces de hacer entender que harán “whatever it takes” (lo que sea necesario) para que las expectativas de inflación queden ancladas. Para lograrlo hay que tener en cuenta que hay muchos factores que influyen en ello, y son distintos en Estados Unidos respecto a los de la Unión Europea.
Van a aparecer asimetrías en política monetaria, y eso es indudable. ¿Por qué? Porque no sólo el ritmo de compra de activos determina el sesgo de una política monetaria. También influyen los tipos de cambio, que son los que arbitran las asimetrías monetarias. Si tu moneda se aprecia necesitas menos incremento de tipos que si te deprecias. Eso es lo que vamos a ver en los próximos meses, decisiones sobre QE, sobre tipos y sobre tipos de cambio.
Un alza de tipos que llegará, además, casi en paralelo a la vuelta de las reglas fiscales en la Unión Europea. ¿Es factible volver a los límites de deuda y déficit previos a la pandemia? ¿Deberíamos repensarlos?
Lo primero que hay que tener claro es que sin reglas fiscales una unión monetaria no funciona. Son imprescindibles para su estabilidad. Dicho esto, es una utopía pensar que en 2023 podemos volver a una deuda del 60% del PIB cuando nos movemos en un contexto de niveles de tipos negativos y con niveles de endeudamiento 40 puntos por encima de los que había antes de la crisis.
No hablamos de que sea algo de izquierdas o derechas. Es que no funcionará y los mercados no se lo van a creer. Así que este 2022 tenemos que repensar las reglas fiscales para acompañar el proceso de desendeudamiento.
Creo que habrá unas reglas comunes, pero luego tenderán a ser normas individualizadas. Eso sí, siempre que haya una gobernanza, un control, que lo justifique. Por entendernos, unos límites hechos a medida, no un pret a porter.
Después de eso hay que hablar de las inversiones que son importantes para el futuro. La transición digital, la energética… Habría que estudiar una extensión permanente de los fondos Next Generation en Europa que permita financiar aquellos proyectos que van acorde a las exigencias de la UE. De este modo quedarán fuera del déficit, y permite evitar problemas que genera el propio déficit.
¿Eso no sería cronificar la deuda?
No, no. En absoluto. Parece obvio que si descarbonizas la economía española estás cumpliendo un objetivo europeo. No es sensato que esa exigencia europea tenga que estar limitada por la capacidad de los países para hacer inversiones. De este modo, con unos fondos permanentes, puedes impulsar un bien público.
Le he leído en varias ocasiones que a la economía española le falta relato y optimismo, ¿por qué?
Porque nos falta optimismo. Basta con fijarse en lo que decían mis compañeros sobre la tasa de paro: que estaría por encima del 25%. Tenemos un punto de pesimismo que está ahí. Sin embargo, para hacer un cambio como el que tenemos que afrontar necesitas grandes dosis de creerte que eres capaz de hacerlo.
Si pensamos que no vamos a ser capaces de usar los fondos europeos porque la forma del Estado o la polarización lo va a impedir, no lo haremos. Al final, de lo que se trata es de contar para qué quieres hacer las cosas.
Hay que ser optimista y pensar que este país va a ser mejor. Espero que nadie esté en contra de eso. Debe haber consensos que nos unan a todos en algunas políticas.
¿En cuáles?
La educación es central. Toda la vida han dicho que la universidad española es mediocre, pero no es así. Hay que lograr que esa idea de que no tenemos una enseñanza mediocre cale y se extienda a la secundaria, la primaria, la infantil… Se necesita revitalizar el sistema educativo porque es la base para el resto de transformaciones.
El mejor ejemplo es el caso de las personas mayores con los problemas que tienen para usar los cajeros automáticos. Es muy visual. No es sólo un problema bancario. Es un problema de por qué las personas no han aprendido a usarlos. Brasil es un país más pobre que nosotros y la población está digitalizada en el sistema bancario. Hay un problema importante de educación.
La demografía es otro tema clave. No es independiente de la educación ni del mercado de trabajo. También sería importante tener una política de familia.
Por último, hay un tema de soft power y representación internacional. Deberíamos hablar más. No somos una potencia de primer orden, pero sí una mediana con ideas, fortalezas estratégicas y una visión del mundo. Creo que hay un tema de soft power y protagonismo global que hay que revisar profundamente.
Hay que lograr que esa idea de que no tenemos una enseñanza mediocre cale y se extienda a la secundaria, la primaria y la infantil
El hecho de no alzar la voz, de no tener un protagonismo en la escena internacional… ¿Podría jugarnos una mala pasada en las relaciones con Marruecos?
Es un tema recurrente. Es uno de nuestros ejes de investigación: el entorno de nuestros vecinos. Le dedicamos tiempo y recursos. Es importante para nosotros. Marruecos, Argelia, el Sahel. No sólo por lo negativo. También en positivo
África, por ejemplo, es el continente donde el crecimiento neto de la población a 2050 va a ser mayor: tendrá 900 millones de personas. Que España mire a África es esencial, hay que conocer mejor el continente.
Además somos un país europeísta, que tiene a América Latina al otro lado. Tenemos algunas cartas que jugar y debemos ser conscientes de ello para jugar la partida de la mejor manera posible.
Pero parece que al otro lado del Atlántico nos están ganando la partida China y Rusia gracias a la 'diplomacia de las vacunas'.
El latinobarómetro pregunta por los personajes más criticados en Latinoamérica, y te llevas una sorpresa con la imagen que tienen allí de Putin o Xi Jinping.
Esta idea de Latinoamérica como campo de batalla entre China y EEUU que nos excluye es un poco de Juego de Tronos. El mundo es menos rápido en cambiar.
Hay un poso cultural, de relaciones empresariales, de pertenencia a valores civilizatorios que hace muy difícil que sólo por razones económicas las cosas se den la vuelta en 15 años.
España tiene su espacio en América Latina, igual que lo tiene China. No creo que la diplomacia de las vacunas borre 400 años de valores compartidos.
¿Y cómo ponemos en valor nuestro papel en la escena internacional?
Destacando nuestra lealtad europea y a las instituciones. En España, lo que ha ocurrido con los NextGen o con la OTAN en los últimos días te da la idea de que es un país que sabe cumplir las obligaciones de los clubs a los que pertenece. Aunque eso tenga fricciones.
La dimensión atlántica es un tema que tenemos que sacar más a relucir. No por la retórica de que España es el puente con América Latina. Es que sin ese continente no se pueden llevar a cabo los objetivos de la Unión Europea.
No se puede descarbonizar Europa si no se tiene en cuenta lo que ocurre en el Amazonas, qué ocurre con el sol de los desiertos de Atacama o con el litio en Bolivia. Si no está Latinoamérica en la conversación global, en la europea no se va a poder emplastar todo. Es un tema en el que España puede contribuir y tener un gran peso.