"Como ha dicho Nicolás Redondo, tiene usted menos sensibilidad social que una almeja", le espetó José María Aznar a Felipe González en el famoso primer debate cara a cara de las elecciones generales de 1993.
El entonces candidato y líder del PP se refería a Nicolás Redondo Urbieta (Baracaldo, 1927), quien pudo ser el líder de la izquierda; fue mentor de González y terminó siento el principal adversario desde la izquierda del expresidente socialista.
Su papel en la política española de la Transición y de los primeros 15 años de la democracia constitucional fue fundamental, siempre desde una posición de reconocida coherencia, cerca de la cabezonería que le imputaban sus adversarios.
[Nicolás Redondo Urbieta, un líder sindical que sería hoy considerado una rareza entre la izquierda]
Hijo y padre de socialistas, metalúrgico de oficio y detenido por su actividad antifranquista en el País Vasco. Fue secretario general de UGT desde 1976 a 1994 y diputado del PSOE en cuatro ocasiones. Abandonó en 1987 su escaño por discrepancias con la reforma de las pensiones que promovían Felipe González y su ministro Carlos Solchaga. Éste último se convirtió en el antagonista principal de Redondo desde el Ministerio de Economía y ambos ofrecían dos caras diferentes del socialismo. Uno desde la defensa del tejido empresarial y expresiones como que "España es el país en el que se puede ganar más dinero en menos tiempo" en la época del "pelotazo" y otro desde la defensa de la lucha obrera y los trabajadores.
Su coherencia le llevó a poner distancia del PSOE y buscar la unidad de acción sindical con Comisiones Obreras frente a Felipe González.
Redondo defendió la autonomía de su sindicato en un tiempo en el que existía la llamada "doble militancia" de los socialistas entre el PSOE y UGT.
González orilló al sindicato y menospreció su capacidad de movilización y eludió la necesidad de mantener acuerdos con los representantes de los trabajadores y de los empresarios. Y Redondo se plantó para que UGT no fuera correa de transmisión del Gobierno. Tanto, que le torció el pulso al entonces todopoderoso presidente del Gobierno con la mayor huelga general de la historia, la del 14-D de 1988, la que hizo parar hasta los relojes en España. Fue la primera gran derrota política de González
Toda una enseñanza para el futuro sobre la necesidad de pactar con los agentes sociales y sobre la coherencia de sindicatos con capacidad y decisión de protestar y movilizarse también contra gobiernos de izquierdas.
Dolorosa ruptura
A su vez, por ese divorcio de González, a Redondo le cayó desde sectores del oficialismo del PSOE la gran acusación de estar favoreciendo a la derecha y debilitando al primer Gobierno de izquierdas de la democracia.
Esa ruptura con el entonces líder socialista fue especialmente dolorosa porque Redondo fue uno de los responsables del ascenso de González al frente del PSOE y, por tanto, de la reconstrucción del partido que ganó las elecciones en 1982 con una aplastante mayoría absoluta.
En 1974, los llamados "socialistas del interior" acudieron al congreso del PSOE que se celebra en Suresnes (Francia) con el objetivo de arrebatar el partido a los "socialistas del exilio". Querían darle un giro a un partido que no estuvo en la vanguardia contra el franquismo y que era controlado por dirigentes históricos.
Algunas federaciones propusieron en las semanas previas a Redondo como posible secretario general, pero el sindicalista renunció a serlo. Fue uno de los que apoyó la candidatura de González, como consecuencia de lo que se llamó el Pacto del Betis: un acuerdo de los socialistas de Sevilla, encabezados por Felipe González y Alfonso Guerra, con los socialistas vascos, liderados por Ramón Rubial, Nicolás Redondo y Eduardo López Albizua (padre de Patxi López).
Aquel acuerdo de 1974 se concretó en el fin del poder del exilio en el PSOE y el inicio de una nueva dirigencia del socialismo del interior que, finalmente, se convirtió en el partido hegemónico de la izquierda. Por delante del PCE, que había sostenido la lucha antifranquista desde el interior y la clandestinidad.
Ignacio Varela, exfontanero de aquel PSOE, relata en su libro "Por el cambio" cómo Redondo dio paso en ese Congreso al "joven" González ("Isidoro" en la clandestinidad), frente a todas las opiniones y pronósticos. "Redondo le comunicó la doble noticia: su propia renuncia y la decisión de proponerle para encabezar el partido. «Vamos, no jodas», fue la primera respuesta del sevillano. Pero la evidencia de que no había otra solución viable y coherente con lo que había pasado hasta aquel momento lo condujo a aceptar: en realidad, él había modelado toda la propuesta estratégica del congreso. Descartado Nicolás, lo lógico era que se encargara de llevarla a la práctica".
En su actividad al frente de UGT pasó del enfrentamiento con CCOO y su secretario general, Marcelino Camacho, a un pacto de unidad de acción que aún se mantiene. De aquella época es la famosa frase "Marcelino, mientes y tú lo sabes", que Redondo dirigió a Camacho en un programa de José María Íñigo en TVE.
El final de su mandato al frente del sindicato quedó empañado por la explosión del escándalo de la PSV, una cooperativa de viviendas para trabajadores ligada a UGT que quebró en 1993 y que tuvo que ser rescatada por el Gobierno de González. Hubo detenciones, juicio y condena a los responsables, y provocó que Redondo renunciara a la reelección.
Cuando dio paso a Cándido Méndez al frente de UGT, Redondo abandonó la vida pública y sólo reapareció en actos muy concretos, pero alejado ya de la política y el sindicato.
No estuvo en el arranque de los Pactos de la Moncloa y, de hecho, fue muy reacio a firmarlo, aunque UGT se sumó una vez cerrado el acuerdo.