Ha bastado menos de un mes para que se vaya confirmando mi pronóstico de que la forma en que Sánchez había afrontado la crisis de Pegasus, destituyendo a la directora del CNI en lugar de romper con los separatistas, se iba a convertir en el "punto de inflexión de la legislatura".

Sánchez, funambulista entre tiburones.

Sánchez, funambulista entre tiburones. Javier Muñoz.

He de reconocer que, cuando advertí que el presidente "creía estar ganando tiempo y en realidad sólo había comprado un tobogán", nunca pensé que la pendiente fuera a ser tan inclinada. Aunque el Gobierno se aferre a los buenos datos de empleo, a la extraordinaria temporada turística y a la facilidad con que aún coloca la deuda, el antecedente de lo que le ocurrió a Zapatero a partir del 12 de mayo de 2010 planea hoy sobre Sánchez.

El miércoles pasado asistí a la entrega de los premios anuales del Club de la Energía porque entre los galardonados estaba nuestra especialista Laura Ojea. El acto se celebraba al aire libre en un clásico merendero de las afueras de Madrid como una especie de dejeuner sur l’herbe, pero la preocupación había reemplazado al hedonismo.

Grandes figuras del sector como Reynés, Bogas, Josu Jon Imaz o la número dos de Iberdrola Ángeles Santamaría deambulaban sobre el césped, intercambiando pronósticos a cual más negro sobre la duración de la guerra de Ucrania, la evolución de la inflación, el estancamiento de la economía española, las dificultades para financiarnos y la previsible huida hacia adelante del Gobierno.

-Nos presentarán como el malo de la película, igual que hicieron con la banca durante la crisis financiera.

-La vicepresidenta ya me dijo el otro día que ganábamos mucho dinero…

-Lo que está por ver es si nos dan un tajo de golpe, o nos van cortando loncha a loncha.

Todos comentaban el primer cara a cara entre Sánchez y Feijóo que había tenido lugar la víspera en el Senado y coincidían en que el presidente se había equivocado al mantener el guion que utilizaba frente a Pablo Casado, cuando su nuevo interlocutor le tendía la mano, descartaba los insultos y renunciaba unilateralmente a toda agresividad postiza.

"Al frente del PP hay ahora alguien capaz de hacerse de inmediato con los mandos del país, y eso supone un cambio radical de escenario para Sánchez"

Fue realmente pintoresco escuchar a Sánchez pedir tres veces que no "estorbara" a alguien que acababa de ayudarle a salvar la ley Audiovisual, a tramitar la propuesta para prohibir la prostitución y a corregir la metedura de pata de su grupo sobre el destope de las cotizaciones a la Seguridad Social. Además hay un consenso muy avanzado sobre la Ley de Seguridad Nacional y la renovación del Poder Judicial y el Constitucional deberían llegar en julio.

Sánchez sigue siendo el hombre de goma con todas las propiedades del mucílago; pero está cometiendo un error político de bulto al no darse cuenta de que, tal vez por sus cercanías a Inditex, Feijóo está hecho de lyocell, la fibra semisintética de moda, fruto de la mezcla de componentes vegetales y procesos químicos. El resultado es un tejido sostenible y muy versátil, biodegradable y compostable, catalogado como "producto ético": un tecnócrata con ideología y moralidad o más bien un político honrado con probada capacidad de gestión.

La contrapartida al ninguneo presidencial es la subida rampante del prestigio de Feijóo, tanto en el mundo empresarial como entre las clases medias que se beneficiarían de su bajada de impuestos, a modo de reintegro del exceso de recaudación que Hacienda viene consiguiendo gracias a a la inflación. Nadie duda de que al frente del PP hay ahora alguien capaz de hacerse de inmediato con los mandos del país y eso supone un cambio radical de escenario para Sánchez.

***

En septiembre de 2018, cuando se cumplieron cien días de la formación de su primer gobierno, tras el triunfo de la moción de censura, publiqué en esta misma sección una Carta titulada ¿De qué lado caerá?, en la que comparaba la precariedad con que había llegado al poder Sánchez y lo que le había ocurrido a mi paisano Sagasta en 1881.

Aunque dediqué unos cuantos párrafos a explicar las similitudes entre ambas experiencias, fruto de la combinación del ala izquierda del sistema constitucional o dinástico, con los partidos regionalistas, ahora separatistas, nada fue tan elocuente como la ilustración de Javier Muñoz, inspirada en una que 'Demócrito' publicó en El Motín.

¿De qué lado caerá?, caricatura publicada en 1881 en las páginas centrales del semanario satírico El Motín y obra de Eduardo Sojo, 'Demócrito'.

"¿De qué lado caerá?", caricatura publicada en 1881 en las páginas centrales del semanario satírico El Motín y obra de Eduardo Sojo, 'Demócrito'.

En el original se veía a Sagasta, vestido de payaso equilibrista, apoyado con un solo pie sobre un menguante queso de bola que roían los partidos de la oposición y tratando de compensar, mal que bien, el peso sobre cada mano de las dos alas de su heterogéneo gobierno. Oteando el horizonte, sobre su célebre tupé, aparecía el factótum de la situación y ministro de la Gobernación Venancio González.

En la adaptación contemporánea Sánchez se apoyaba sobre el queso al que los roedores Casado y Rivera miraban con una mezcla de sorpresa, recelo e impotencia, mientras con la mano izquierda trataba de mantener cohesionadas a figuras del PSOE tan dispares como Borrell, Carmen Calvo, Margarita Robles o Ábalos y con la derecha aguantaba el pertinaz machaque de Puigdemont y Torra. Como remate era Pablo Iglesias el que entonces se le había subido a la cabeza, instalando allí el campamento base de su asalto a los cielos.

La principal ventaja de Sánchez sobre el gran líder liberal de la Restauración era la facultad de disolver las Cortes. "Eso introduce la interesante variable de transformar la pregunta de 'Demócrito' "¿De qué lado caerá?" en "¿Contra quién se arrojará?", escribí entonces. Los separatistas catalanes tienen muchas papeletas, pero yo que Iglesias me prepararía para una confrontación entre posibilismo y extremismo".

Lo que no podíamos imaginar a finales del 18 es que en el 19 nos esperaban no una sino dos elecciones generales. En la primera Sánchez "se arrojó" contra las tres derechas de la foto de Colón, lo que le proporcionó un triunfo pírrico al no lograr reconvertir a Ciudadanos de enemigo en aliado; y en la segunda "se arrojó", en efecto, contra esa izquierda que "le quitaba el sueño", pero terminó incluyéndola en su gobierno, vicepresidencia de Iglesias incluida.

Ilustración: Javier Muñoz

Ilustración: Javier Muñoz

Tiene gracia que de los nueve personajes que acompañaban a Sánchez en ese retablo de hace menos de cuatro años sólo uno -Margarita Robles- continúe en el escenario. Algo querrá decir del manual de resistencia de este funambulista nato que ha sobrevivido a la pandemia, al volcán y a la guerra de Ucrania sobre la rueda policromada de su gobierno Frankenstein.

El más difícil todavía es tener que mantener el equilibrio no sobre una cuerda floja sino sobre un alambre empinado con afilados dientes de sierra como los que viene formando el IPC de los últimos meses. Por eso la pregunta candente vuelve a ser cuánto tardará en resbalar y contra quien se arrojará cuando trate de obtener un nuevo mandato.

***

Si hubiera aprovechado el caso Pegasus para caerse del guindo sobre la implicación de Pere Aragonés y sus compinches en la agitación revolucionaria en Cataluña, disolver las cámaras y convocar unas elecciones anticipadas contra el separatismo, Sánchez habría podido movilizar a la izquierda constitucionalista que en Andalucía está optando entre la abstención y el PP.

Todos le llamaríamos bombero pirómano y Podemos le acusaría de volver al centralismo españolista, pero él podría alegar que su política de reencuentro había sido traicionada y su mano tendida rechazada.

Todavía le quedaría la alternativa de romper directamente con Podemos y convocar elecciones contra la izquierda radical, con el pretexto de su boicot a la cumbre de la OTAN, al viraje sobre el Sáhara, a la Ley Audiovisual o a los ajustes que tocará hacer en materia de pensiones.

"Adelantar las generales a este otoño sería el escenario menos malo para Sánchez, permitiéndole eludir el fatal compromiso de tener que subir más de un 7% las pensiones"

Tendría también un problema de credibilidad después de haber mantenido a personajes como Iglesias, Irene Montero o Belarra tanto tiempo en el Gobierno. Pero la complicidad con Yolanda Díaz, en forma de coalición o acuerdo político, amortiguaría las subsiguientes acusaciones de derechización.

En ambos casos se trataría de competir, como en noviembre del 19, por el espacio de centro desde la identidad socialdemócrata reivindicada en el congreso del PSOE de Valencia y de tomar la iniciativa antes de que a los lobos de la inflación su unan los cocodrilos del estancamiento económico.

Adelantar las generales a este otoño sería el escenario menos malo para Sánchez -permitiéndole eludir el fatal compromiso de tener que subir más de un 7% las pensiones- pero tendría el gran inconveniente de que pondría en riesgo su anhelada presidencia de la UE en el segundo semestre del 23. Para cualquier otro gobernante no dejaría de ser un honor de índole secundaria, pero Sánchez lo ve como un peldaño clave para su soñado futuro europeo.

Ese condicionante personal, tal vez quimérico, encadena por tanto hasta el final a Sánchez a esos atrabiliarios socios que están acelerando su hundimiento en un entorno económico pantanoso del que no podrá salir. Eso implica aferrarse a la fantasía de la alianza de fuerzas progresistas y terminar apelando a las urnas contra la unión de las derechas, en un momento en el que será inimaginable hacer electoralismo a base de gasto público a la griega.

No le arriendo la ganancia. Si Sánchez se enroca en su actual planteamiento le espera año y medio de calvario, teniendo que apoyarse en quienes afilan ya los cuchillos para rebañarle su electorado, bloqueado por la nueva política monetaria del BCE, acosado por la subida de la prima de riesgo y la desconfianza de los mercados, vigilado por una Comisión Europea azuzada por los países frugales, zancadilleado a la vez por Argel y Rabat y obligado a seguir equiparando falazmente al PP de Feijóo con Vox para extremar la discordia entre españoles.

***

Todo indica que esa estrategia lleva camino de tener un efecto bumerán en Andalucía. La incapacidad del PSOE de construir una alternativa consistente con Juan Espadas como paladín le está volcando en atizar el miedo a Vox. Pero el gran beneficiario de ese mensaje viene siendo Juanma Moreno, cuya moderación y eficacia pocos cuestionan. Si la única incógnita que dejan los sondeos es si podrá gobernar sólo o tendrá que coaligarse con la corrosiva Olona, la invitación al voto útil de la izquierda razonable parece clara. Por eso se calcula un insólito trasvase desde el PSOE al PP cercano ya al 15%aunque tampoco debe subestimarse la estructura municipal socialista.

Si Juanma Moreno adquiere una hegemonía equivalente a la de Ayuso en el hasta hace tres años eterno feudo del PSOE, Andalucía marcará otro hito en el camino de perdición de Sánchez. Si su victoria queda empañada por la necesidad de dar entrada en la Junta a Vox, lo probable es que haya una repetición electoral. Juanma Moreno no cree en esa coalición y a mí me ha dicho que no está dispuesto a formar "un gobierno que se rompería a los seis meses".

Esa sería la ventana de oportunidad para volver a plantear el pacto del apoyo a la lista más votada que garantizara la investidura de Juanma Moreno y convirtiera la nueva batalla por la Moncloa en un mano a mano entre 'Mucílago Sánchez' y 'Lyocell Feijóo'. Tanto Vox como los otros dos populismos que el PSOE arrastra como rémora quedarían así neutralizados.

Llegados a ese escenario ideal yo confrontaría a los dos aspirantes con la célebre frase que Sagasta dirigió a su impaciente correligionario Moret: "Yo quiero la libertad real, la libertad práctica, la libertad verdadera que no traiga nuestro desprestigio; la libertad que no asuste y que no se desacredite". ¿Quién de ustedes nos la ofrece?