“Que no enseñen las tetas; van provocando. Que no beban tanto y podrán defenderse cuando quieran meterles mano. Que no vuelvan solas para casa aunque estén agotadas, no vaya a pasarles algo. Que no se vistan como putas. Que no bailen contoneándose si no quieren que a los tíos se les ponga dura”.
La culpa es nuestra. Siempre lo es. Somos nosotras las que ponemos la miel en los labios de los hombres para luego no darles el dulce. Somos nosotras las que tentamos a la suerte creyéndonos tan listas y tan fuertes como para no depender de ningún hombre que nos proteja. Somos las mujeres las que excitamos con vestidos ajustados que marcan nuestras curvas, escotes desmesurados que incitan al fornicio, bailes que claman por la violencia.
La culpa la tenemos nosotras que vamos pidiendo guerra. Como si la libertad dependiera de lo que trajeras entre las piernas al nacer y eximiera de responsabilidad a los que te la arrebatan. La cifra de mujeres asesinadas por sus parejas es mayor que los muertos de ETA. ¿Recuerdan el famoso debate a cuatro de la campaña electoral? Apenas 30 segundos hablaron del tema de la violencia de género, corroborando todas esas frases con las que se responsabiliza a la mujer de todas sus desgracias y se exime a los violadores de sus delitos.
Cada ocho horas se agrede sexualmente a una mujer en nuestro país. Tres al día. Mientras que en el parlamento alemán se ha aprobado por unanimidad que la negación de la mujer, un simple “no”, sea suficiente para considerar violación (y juzgar como tal) cualquier intento físico de tener una relación con ella, en España tenemos juezas que preguntan a la víctima de una violación si cerró lo suficientemente las piernas para evitar que la ultrajaran. La culpa siempre es de ella. La responsabilidad siempre es de la mujer. En lo que llevamos de año, 24 mujeres han sido asesinadas por un hombre con el que en algún momento tuvieron una relación sentimental. En realidad, son 26, pero el caso de Tatiana, de 24 años, encontrada con más de 50 puñalada y el de una mujer de 70 años en Fuengirola, Málaga, siguen bajo secreto de sumario y no se contabilizan en el listado de personas asesinadas por violencia de género.
La violencia de género es la principal causa de muertes de mujeres en el mundo. Somos así. Educamos así. Justificamos así. Mientras no haya un pacto de estado que aúne fuerzas para protegernos, seguirán matándonos. Mientras no aumenten las penas y no exista un plan educativo que forme a los niños sin el machismo y defensa del heteropatriarcado imperante, perpetuaremos esta lacra.
San Fermín es uno de los mejores escaparates de España. Además de los encierros, las corridas, la juerga y el pañuelito rojo, a estas alturas ya se han enterado hasta en las Antípodas de que en todos y cada uno de los días y en sus respectivas noches alguien tocó, manoseó, apalancó contra la pared, arrancó la ropa, violó, pegó o agredió a una mujer.
Vaya mierda de Marca España, señores. Vaya mierda.