Vivido en Santa Maria de Palautordera, una especie de Las Rozas a los pies del Montseny, muy poquito antes de la tic, tac, tic, tac, Diada… Quien esto firma pasaba unos días de descanso allí con la familia, que siempre fue catalanista de toda la vida y de repente se volvió independentista a muerte. Como a mí me pasó justo lo contrario, digamos que me he convertido en la oveja negra (española…) del clan. Pero tanto y tantísimo nos llegamos a querer que no pasa nada. Mi padre y yo todavía podemos ir juntos a misa y rezar codo con codo el padrenuestro en catalán. Cuando yo no estoy papá reza por mí, por mi hija y hasta por mi nuevo gato, Tao. Para que la luz de l’estelada nos proteja.
Llega el domingo y va mi señor padre al quiosco del pueblo a por el periódico. Él, que fue tantos años suscriptor de La Vanguardia, se borró por insatisfacción nacional. Que el conde de Godó se “jorobe”, dice a las huríes comerciales que le llaman por teléfono y le tientan con esto y con lo otro si se vuelve a suscribir. Pues va a ser que no. Que una cosa es la gamberrada celtibérica de la niña de sus ojos (yo) y otra cosa es “pagarle los vicios a un grande de España” (sic).
Resumiendo, que ahora mi padre lee el Ara, diario febrilmente catalán donde yo tuve columna fija por un tiempo hasta que me metieron tal nivel de censura que me tuve que ir dando un plumazo. “Papá, ¿me traes El Mundo?”, le pregunto con la boca llena de pa amb tomàquet. El hacedor de mis días mira al cielo pero se pone las pilas para no fallarme, que no lo suele hacer. Nunca.
Mas hete aquí que vuelve del quiosco todo contrito: “nena, no he podido traerte El Mundo porque se ha agotado”. El pasmo desencaja mis mandíbulas a escala de escualo: “me dices que El Mundo se ha agotado ya a estas horas… ¡¿en Santa Maria de Palautordera?!” Mi padre: “es que parece ser que les llegan muy pocos…” Yo: “¿cuántos son muy pocos?” Mi papá: “según el quiosquero… uno. Les llega uno al día”.
Pero no es fácil derrotar a un Grau. El lunes, según vuelve a amanecer en España y en los quioscos, allí está mi padre acechando la prensa para su hija… ¡y triunfa! Vuelve a casa blandiendo El Mundo del día, cuyo anchuroso titular de portada informa estruendosamente sobre el 3 por ciento en comisiones cobrado a destajo por CDC, el partido que siempre ha votado y siempre votará mi padre, manquepierda y lo llamen como lo llamen… Yo me siento un pelín violenta porque mi padre haya tenido que cruzar todo el pueblo blandiendo semejante portada, pero él llega eufórico: “¡estos titulares nos van muy bien para la Diada, que este año la haremos menos en Barcelona, más de andar por casa y por los pueblos, para disimular si pinchamos!” Me guiña el ojo. Luego nos besamos cariñosísimamente a las puertas del AVE.