Los movimientos de defensa de los animales han tenido un crecimiento espectacular en años recientes. Hay múltiples evidencias que indican esto. Una de ellas es su creciente capacidad de movilización, de la cual pudimos ver un claro ejemplo el pasado sábado día 10. La masiva asistencia a la manifestación por la abolición de la tauromaquia convocada por el Partido Animalista constata una tendencia creciente. No es solo que cada año haya más gente concienciada con la necesidad de respetar a los animales, sino que hay más gente dispuesta a movilizarse por ello.
Esto ha ido sucediendo de la mano de otros cambios. Las organizaciones en defensa de los animales son cada vez mayores, y cuentan con más apoyos. De hecho, están entre las organizaciones sociales que tienen un mayor seguimiento en internet. Junto a esto, se puede observar también que el espacio en los medios de comunicación dedicado a esta cuestión también se ha ampliado. Y por otra parte, han crecido asimismo las distintas publicaciones dedicadas a esta cuestión, desde libros y revistas académicas a sitios web. Todo esto es reflejo de un aumento en general de la concienciación sobre este tema.
Los implicados en la defensa de los animales no lo consideran una afición, sino una causa de justicia
Hay una parte de nuestra sociedad que aún no ha sido consciente de esto. La clase política, en particular, no ha entendido todavía que la defensa de los animales hace ya años que dejó de ser una preocupación minoritaria. Eso explica que todavía ocupe un lugar en la agenda política muchísimo menor del que realmente tiene entre los intereses de mucha gente.
Por otra parte, todavía mayor que el desconocimiento de la envergadura real de este movimiento es el de sus motivaciones y objetivos. Hay quienes piensan que las personas que defienden a los animales lo hacen porque les tienen cariño o les gustan, y que lo que buscan es la protección de perros y gatos y el fin de la tauromaquia.
La realidad difiere mucho de esta visión. Las personas implicadas en la defensa de los animales consideran que su causa no es una cuestión de afición o preferencia personal, sino de justicia. Consideremos el siguiente ejemplo. Resultaría absurdo pensar que quienes luchan contra el hambre en el mundo o en otras causas que afecten a seres humanos lo hagan porque tengan cariño o les gusten las personas a quienes protegen. Más bien lo hacen porque lo consideran justo y éticamente correcto. Lo mismo sucede en el caso de la defensa de los animales.
No es aceptable que las capacidades intelectuales sean motivo de discriminación. Tampoco para los animales
En realidad, la idea en la que se basa la defensa de los animales es muy simple y clara. Mucha gente piensa que si podemos elegir entre hacer que alguien sufra y muera o evitar hacerlo, deberíamos optar por lo segundo. Pues bien, dado que los animales también pueden sufrir y disfrutar, no hay motivo para actuar de forma distinta en su caso. Y es que la capacidad de sentir y sufrir es lo que importa para que nuestras acciones y omisiones puedan dañar a alguien.
A veces se afirma que los animales no merecen ninguna consideración simplemente porque no son humanos, sin más. Pero ello, por sí mismo, no constituye ninguna justificación. En otros casos esta idea se afirma argumentando que solo los humanos poseen ciertas capacidades intelectuales complejas. Pero tal argumento debería ser inaceptable. Recordemos que hay muchos seres humanos que, por accidentes, enfermedades o edad, no poseen tales capacidades intelectuales. A lo largo de la historia, y también en la actualidad, muchas de estas personas han sufrido terribles formas de discriminación. Y debemos convenir en que ello resulta totalmente inadmisible. Por este motivo, no puede ser aceptable que las capacidades intelectuales puedan ser un criterio para discriminar a alguien. Ahora bien, si concordamos en esto, ya no podemos emplear este argumento para defender la discriminación de los animales.
Mientras el ecologismo defiende a las especies, el animalismo se preocupa por los animales como individuos
Por este motivo, desde hace más de cuatro décadas se ha venido usando un neologismo para nombrar nuestra actitud hacia los animales: “especismo”. Este término es análogo a otros que ya conocemos, como el de “racismo” o “sexismo”, y se usa para nombrar la discriminación de quienes no pertenecen a una cierta especie.
Esto nos puede dar una idea del alcance que verdaderamente tiene la defensa de los animales. Ello también afecta a sus fines. Claro que esta aboga por el respeto a animales como perros y gatos. Y sin duda se ha destacado en la lucha contra la tauromaquia, como muestran la manifestación del pasado sábado, o las protestas contra el Toro de la Vega, cuyo sustituto tras la reciente prohibición se celebra precisamente hoy mismo. Pero la defensa de los animales se compromete también con todos los demás animales que pueden sentir y disfrutar.
Esto muestra, asimismo, las claras diferencias y oposiciones habidas entre la defensa de los animales y el ecologismo, pues, mientras este último defiende los ecosistemas y las especies, la defensa de los animales se preocupa de los animales en tanto que individuos.
El aumento del número de veganos muestra la importancia de la concienciación con el respeto animal
Otra consecuencia muy significativa es la creciente difusión del veganismo. Se llama veganismo al rechazo a la participación en las distintas formas de explotación animal, tanto en el ocio como en otros ámbitos como el de la alimentación. Las personas veganas no consumen productos animales, de forma que no contribuyen a su explotación. El aumento del número de personas veganas ha sido espectacular en años recientes, lo cual muestra de forma clara la importancia que está cobrando la concienciación con el respeto por los animales. Asimismo, muestra hasta qué punto estamos ante un movimiento que no solo crece, sino que lo hace en torno a un compromiso con unos principios éticos sólidos.
Sin duda a mucha gente todo esto le puede resultar chocante. Pero cuando nos enfrentamos a una idea novedosa, la actitud más inteligente no consiste en desdeñarla, sino en examinar las razones en su favor y en su contra. En este caso muchas personas ya están haciendo esto. Precisamente el crecimiento de la concienciación sobre esta causa está siendo el resultado de tal reflexión por parte de esas personas.
*** Óscar Horta es profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Santiago de Compostela y miembro de la Fundación Ética Animal. Lleva el blog Ética más allá de la especie.