Ayer mismo salió a la venta un libro que yo no me perdería: Trump, El León del Circo, (El Paseo). Su autor, Francisco Reyero, es uno de esos raros periodistas que cuando dicen que además son escritores, pues no mienten. Reyero escribe como los ángeles. Ya lo demostró en una contundente y a la vez lírica biografía de Frank Sinatra (Nunca volveré a ese maldito país…) algunas de cuyas frases te calaban hasta los tuétanos. Te hacían pensar mucho sobre lo que pudo haber sido… y quizá hasta fue.
Ahora le ha tocado el turno a Trump, Donald Trump. Como ya hizo antes, Reyero ha escrito este libro no de oídas sino sumergido en americanidad hasta las cachas. Se largó a Queens, el neoyorquino borough más o menos natal del nuevo y flamante candidato republicano a la presidencia de EEUU, y allí acampó sus reales mamando el tema de la pura y dura ubre.
El resultado es un libro documentado pero más aún sabio. Un libro que incide con acierto en las sombras y las luces (alguna habrá…) de Trump pero que tiene la serenidad de poner todo eso en un contexto. Un contexto de generalizada decadencia de lo político y lo público a favor del mamarrachismo profesional y audiovisual. Del show por el show.
A poco que se me conozca y se me lea ya se sabe de qué pie cojeo yo: yo soy de Hillary como no he sido de casi nadie en mi propio país. Recomiendo encarecidamente votarla a ella pero sobre todo recomiendo NO votar a Donald Trump ni hartos de vino. Ojo a los que son carlistas por estética y a los que creen que las gamberradas en las urnas (y hasta en algunas columnas de opinión…) no pasan nunca factura. Esto será la política del espectáculo pero es también el mundo real. Una vez votado, un presidente de Estados Unidos -¡pasa incluso en España!- acumula un poder enorme. Un poder que nos puede tocar sufrir en carne propia en cualquier momento.
Lo más sorprendente de Trump, leyendo con atención la radiografía escrita que de él nos brinda Reyero, es que no engaña a nadie… mintiendo a todo el mundo. Se presenta como la quintaesencia de lo americano que no quiere saber nada del resto del mundo pero resulta que es hijo de inmigrante y que tanto él como su última esposa, la exmodelo eslovena, se cambiaron el apellido a toda pastilla para americanizarlo. Se presenta como el macizo de la raza empresarial y económica pero negocio que emprende, barco que hunde. A plomo y con aplomo. Lleva décadas endeudándose y reendeudándose. Concentrando en su persona un abismo entre valor y precio como el que casi acaba con la economía mundial en 2008.
El imperio Trump es una gigantesca hipoteca subprime. Un Trumpantojo colosal. No sería de extrañar que, después de jurar que levantará un muro entre EEUU y México y se lo hará pagar a los mexicanos, en realidad lo que levante sea un megacasino con mariachis. Y que lo quiebre. Tal y como yo lo veo y lo leo en el fino libro de Reyero, Donald Trump es la clase de elemento a quien nadie en su sano juicio debería comprarle ni una bicicleta usada. No digamos el scalextric de la Casa Blanca…