Se acerca, tenebroso y vibrante, el 12 de octubre, Fiesta Nacional de España. Como consecuencia, Manuela Carmena se va a Bolivia y el partido político de Ada Colau envía al tajo a los ciudadanos de Badalona. Allí no hay 12-O. O, al menos, no lo hay festivo.
Que se entreveía la llegada del gran día español lo había augurado no tanto la camiseta recortada de Piqué en Albania, sino el revuelo ocasionado porque pareciera que el simpático central catalán se había cortado las mangas para evitar rodearse los brazos con la bandera española. No fue así, pero no importa: el lío que provocó, esta vez sin pretenderlo, ha sido casi tan colosal como si lo hubiera hecho deliberadamente.
Está claro que los tiempos están cambiando, como cantaba Dylan. Hubo otros, ciertamente más oscuros, en los que nadie –o pocos, al menos- cuestionaba la Hispanidad, como se decía entonces, o el desfile de las Fuerzas Armadas. Simplemente, ambos se producían. Como el veraneo en la costa –quien podía permitírselo-, los cromos de Panini o el comienzo de la Liga de Fútbol: era algo que ocurría cada año, la mayoría de los ciudadanos sin preguntarse por qué; los demás procurando, directamente, ignorar las razones.
Ahora, con la nueva política y sus derivados, con el cuestionamiento de casi todo, incluidas las instituciones del Estado, la alcaldesa de Madrid decide autocontraprogramarse los acontecimientos del Paseo de la Castellana con un encuentro en La Paz; y la de Barcelona tuitea que le produce “vergüenza” un país que “celebra un genocidio”. La eurodiputada de IU Marina Albiol rechaza la invitación de la Embajada en Bélgica y subraya que ella no tiene nada que celebrar. El alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, tampoco se va de fiesta por España, y nos informa de que “masacramos y sometimos” a un continente que ni siquiera habíamos descubierto.
Es verdad que Colón llegó a Guanahani, en las Bahamas, sin que él supiera que aquello era otro continente, y que por tanto desconocía que acababa de transformar el mundo al inaugurar –entre otros- el proceso de intercambio comercial, por llamarlo de algún modo en sus perturbadores inicios, entre América y Europa.
Podemos y sus socios dicen que la celebración que conmemora el desembarco del navegante genovés en el archipiélago de las Bahamas es franquista, y por eso repudia la fecha. En el PSOE no se sabe si dicen algo, que bastante tienen con su propia crisis de identidad. Rivera, atento a derecha e izquierda, continúa presionando para inducir a la formación de Gobierno y en el PP, sin sonrojarse a pesar de los Power Points, se muestran, como siempre, felices de participar en los fastos patrióticos.
A Piqué, seguramente, no le parecen tan entretenidos. Tal vez carezca del suficiente sentido del humor. Por cierto, el otro día vi a un pelirrojo con aspecto de turista anglosajón paseando por la Gran Vía madrileña con una camiseta en la que se podía leer: “Aluche is not Spain”. Me pareció tan divertido como revelador: seguramente, hoy ya nadie sabe bien qué es España.
Todos los países tienen un pasado. En especial el de las grandes potencias mundiales, y España fue una e incluye polémicos y no siempre felices claroscuros. A veces ese pasado incorpora, decididamente, el negro más trágico. Pero el futuro, tanto el de los países como el de las personas, está, afortunadamente, aún por escribir.