Como ya es costumbre, los catalanes reciben el nuevo año con la promesa de que traerá la independencia. Es ya una tradición consolidada y se nos va haciendo entrañable. Sale el president y anuncia un referéndum para el año venidero. Esta liturgia da comienzo en Cataluña a las celebraciones de fin de año más o menos desde 2014. Luego ya vienen las uvas, el cotillón, los saltos de esquí y la Marcha Radetzky.
No hay nada tan viejo como el año nuevo en Cataluña. Éste incluso podría traer unas elecciones plebiscitarias, como aquellas que se celebraron en 2015. Aquellas en las que como no ganaron en votos, los independentistas decidieron empezar a contar los plebiscitos en escaños.
La tradición de anunciar que cada año será el año del referéndum ha condenado a los catalanes a que cada año sea para ellos el año de la frustración. Es un año en blanco para todos, no sólo para los independentistas. Dicen que uno de los diálogos de la literatura más citados por la ciencia es el que mantienen Alicia Lidell y la Reina de Corazones durante su huida a ninguna parte:
"-Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
-¡Pues claro que sí! -convino la Reina- Y ¿cómo si no?
-Bueno, en mi país -aclaró Alicia jadeando aún bastante-, cuando se corre tan rápido y durante tanto tiempo, se suele llegar a alguna parte...
-¡Un país bastante lento el tuyo! Aquí es preciso correr mucho para permanecer en el mismo lugar"
Se han quedado atrapados en el País de las Maravillas. La independencia es un señuelo carísimo que permite que mantenga el gobierno un partido al que cada vez vota menos gente. La decadencia del nacionalismo burgués es tal que ya sólo puede caminar apoyado en Garganté. El extravagante báculo de Puigdemont es un concejal de la CUP que en el aniversario del asesinato de Ernest Lluch decidió cincelar el siguiente epitafio: "Era del PSC-PSOE, que no eran, por cierto, monjas de la caridad precisamente". Diez gargantés son los que mantienen en pie a Puigdemont.
Sobre el papel el plan esbozado para el nuevo año parece redondo. Un referéndum por la independencia sería una fiesta en la que sólo participarían aquellos que están de acuerdo con que se convoque. Que es a grandes rasgos la idea de nación que pretenden instaurar: una en la que sólo participe quien esté muy de acuerdo con todo. Los que no son partidarios de reventar en mil pedazos la soberanía nacional hace ya tiempo que son tratados como ajenos. 2016 nos deja la constatación de este hecho gracias a un tuit de admirable transparencia de la Assemblea Nacional: "Libertad de expresión es ver a Inés Arrimadas en TV3". Los toleran, nada peor, como puros ejemplares exóticos. Qué año nuevo tan viejo.