Qué discurso más facilón el de Meryl Streep en los Globos de Oro. ¿Quién no está hoy en día a favor de la libertad de prensa? ¿A quién no le repele la imitación burlona que hizo Donald Trump de un periodista enfermo? Defender la libertad de prensa en los EE.UU. de 2017 es tan absurdo como defender la prohibición de la esclavitud en Londres, París o Madrid. Sentir un rechazo instintivo por quien se mofa cruelmente de otro desde una posición de poder es probablemente el nivel cero de la humanidad y uno de los pocos dilemas morales (si es que se le puede considerar un dilema) que obtendría una respuesta unánime por parte de todos los ciudadanos del planeta independientemente de cuál fuese su cultura de origen.
Por lo demás, mencionar a Ryan Gosling como ejemplo de las bondades de la inmigración entra de lleno en lo demagógico cuando no resulta insultante para decenas de miles de inmigrantes entre cuyos problemas se cuenta el no ser tan bellos como él, no provenir de un país tan glamouroso como el suyo y no haber tenido la suerte de acabar trabajando para la industria de Hollywood.
Por supuesto, el éxito de Ryan Gosling no demuestra las bondades de la inmigración sino más bien aquello que una parte de la izquierda se niega a entender: que el problema de fondo no es el supuesto racismo de una parte de la sociedad sino la incompatibilidad de las costumbres y la religión de algunos inmigrantes con los derechos humanos vigentes en sus países de acogida. Algo que no ha resultado ser un problema en el caso de Ryan Gosling porque su país de origen, Canadá, es un clon cultural y moral de los EE.UU.
Pero lo interesante del discurso de Meryl Streep no estaba tanto en el exhibicionismo pornográfico de su supuesta bondad, comprensible a fin de cuentas en alguien que vive de su imagen pública, sino en su mención a los tres sectores supuestamente más “denigrados” en los EE.UU. de Donald Trump: Hollywood, la prensa y los extranjeros. Los extranjeros ricos y de clase alta, claro. Pocos inmigrantes mejicanos pobres suelen tener mesa reservada en la gala de los Globos de Oro.
Lo curioso es que esos tres sectores, que en realidad son dos (Hollywood y la prensa: lo de extranjera es anecdótico en este caso), son precisamente los que con más saña, agresividad y crueldad se han mofado a lo largo de este año de aquellos ciudadanos situados muy por debajo de ellos en la pirámide social estadounidense. Supongo que no hace falta recordar cómo esos dos sectores calificaban de paletos, racistas, machistas, belicistas y poco menos que infraseres merecedores de castración química a aquellos estadounidenses que se disponían a votar a Donald Trump. ¡Y luego se extrañaban cuando esos mismos infraseres mentían en las encuestas! Todavía suerte que no les calzaban un guantazo a media pregunta.
Pero el ejemplo más claro lo daba Meryl Streep en su propio discurso. Sólo un instante antes de indignarse por la mencionada burla de Donald Trump, la Streep, desde esa posición de poder que le da ser una respetada y millonaria actriz perteneciente a uno de los sectores económicos privilegiados de la ya de por sí privilegiada economía americana, se burlaba de los gustos culturales de esos paletos a los que ella desprecia. “Si echamos a los extranjeros no nos quedará nada que ver aparte de artes marciales mixtas y fútbol americano, que no son arte”.
Si estos pijos progres no existieran nos los tendríamos que inventar.