Dos añitos de inhabilitación (recurribles) y una multa que se paga con mordida y media del Palau. Baratito, baratito, le ha salido a Artur Mas desobedecer el imperio de la ley. De prevaricar ni hablamos: eso le ha salido gratis. ¿Cabe alguna remota duda de que la intención de todo esto fue, desde el primer momento, pasarse el Estado, de Derecho y del revés, por el arco de triunfo? Si tal remota duda cabe, me remito para disiparla a las reacciones suscitadas entre los de siempre por la sentencia conocida ayer.
Debo reconocer que a mí me empiezan a crujir todas las maderas del alma ante esta sistemática tomadura de pelo y de lo que no es pelo. ¿Qué más tiene que pasar para que el Estado deje de tratar de cazar ratas de alcantarilla con guantes de seda? ¿Qué inconfesables tratos o contubernios son de aplicación aquí?
Ya sé que a ustedes, esto de condenar por el 9-N a gente implicada en casos de corrupción que marea, como aquel babilonio camino de Judea, les parecerá de sainete y hasta de chiste. Pero piensen en nosotros, los otros catalanes, los que llevamos décadas aguantando que se nos nieguen el pan, la sal y el allioli… ¿Que a ustedes les da pereza judicializar la política? Toma, y a mí. Y a los presos políticos venezolanos. Y a los cubanos. ¿A que es fácil minimizar la dictadura y la ilegalidad cuando los que las sufren son los demás?
Quosque tandem abutere, Cataluña, patientia nostra? El 9-N, Artur Mas no sólo se rió a carcajadas del Estado al que él cumplidamente debió representar y defender hasta el último rincón de Cataluña. Se rió de todos y cada uno de nosotros. De todos los catalanes raritos, mafaldescos, quijotescos y dejados de la mano de Dios. Los que ni sé cómo nos hemos atrevido a pensar y a decir que el emperador está desnudo, que la independencia no es que sean molinos de viento, ES QUE NO LA QUEREMOS NI REGALADA, NI EN PINTURA, y que tenemos tanto derecho como el que más a un presidente de la Generalitat con cara y ojos. Que nos gobierne con probidad, que no nos robe y que nos cuide. ¿Era tantísimo pedir?
¿Y es tantísimo pedir a España, camisa blanca de mi esperanza, que haga de una vez un gesto, que tenga un momento gallardo y se haga y nos haga valer? ¿Se acuerdan del “España y yo somos así, señora”? Yo pongo la señora. ¿Quién pone a España?