Lo llamamos Quico. En confianza. Lo vemos tan prócer, tan elegante, casi que con un porte de galancillo de telefilme de sobremesa. O de ministrable de la UCD de los que al final se comieron un colín. Lo vemos con las canas al aire, el acento dulce en la lengua tan poética y monosilábica, como contaba Pla del catalán. Y es él, Quico, ese elegido por el que la democracia es democracia o no lo es, según confesión propia. Un todo o nada, como gusta a PDeCAT de magnificar lo que vino después de la charlotada de las urnitas 9-N.
Hoy todo pasa por Homs -o eso quiere vendernos-; desde el futuro de Cataluña a la (re)construcción europea. La derecha catalanista no puede envolver ni tanto hedor, ni tanto padrecito fundador a la altura del Lute, pero siempre tienen el recurso en la manga de ir bajando el tono, de venirse a Madrid a mezclar churras con merinas dialécticas -como Mas en el Ateneo el martes- y sacar al facherío a la calle cabreado, ahora que a ellos -al facherío- no le van quedando ni whiskerías ni banderas. El látigo y la rosa, que es Convergència de aquí a la eternidad, y por mucho que la tuneen de acrónimos.
A Homs, el Supremo le ha encasquetado un añillo y un mes de inhabilitación por desobediencia al TC, mas de la prevaricación ni flowers. Un año y un mes; 13 meses que dan para una novela, corregir galeradas, y para buscarse un prologuista de esos de fuste que comulguen con la causa; que de Guardiola a un coach quebequés tiene donde elegir Quico, Quico Homs. Porque lo llamamos Quico cuando se pone estupendo por el viejo caserón de San Jerónimo, donde lo extrañaremos, con esa extraña elegancia que es casi consustancial a los pocos que siguen llevando corbata allí.
Quico, inhabilitado, es un antisistema a su entender. No lleva esas botas montañeras para patear picoletos de algunos de esos compañeros de viaje de Podemos, sino que va de traje en las fiestas de guardar que ha marcado la peña del prusés en su hoja de ruta: una romería de la Generalitat al juzgado, cuatro juegos florales y un chorro de burguesitos, de tecnócratas, que han descubierto la democracia al borde de la andropausia. Qué cosas.
Como cuenta Ferrer Molina, "Madrid ha estrenado la primavera y Cataluña "independencia política". Curiosamente ahora, cuando la astenia, cuando las siestas primaverales y cuando veamos a Homs desocupado y vestido de limpio: de Blanquerna al Ateneo. Llorando su inhabilitación para el ejercicio público de sus monomanías.