En la iconografía del poder es frecuente la representación de grupos avanzado con decisión irrevocable porque la masa que camina produce fascinación y miedo desde que la humanidad es manada. Esto lo expresaron con singular magnetismo Eugène Delacroix y Giuseppe Pellizza, que en La libertad guiando al pueblo y El cuarto Estado construyeron el simbolismo de todas las revoluciones.
Esta fotografía de Javier Lizón, en la que los diputados de Unidos Podemos siguen a Pablo Iglesias para anunciar la tercera moción de censura de la democracia, es tributaria del espíritu que evocan esos dos míticos cuadros. En ambos lienzos, como en esta fotografía, la presencia masculina destaca mientras que la femenina es minoritaria y aparece relegada a una función decorativa.
Es verdad que en la obra de Delacroix, la abanderada que guía al pueblo en armas a pecho descubierto -y bayoneta en ristre- es la figura central, pero su función es alegórica y espectral. Lo mismo puede decirse de la mujer que, en el cuadro de Pellizza, se aproxima -niño en brazos- al obrero que encabeza il cammino dei lavoratori, un Pablo Iglesias de época.
En este retrato de Podemos aparece representado el escalafón de responsabilidades y afectos que depara el líder. Al fotógrafo le vino dada la composición; otra prueba de que la vida imita al arte y de que Podemos es una formación de improvisaciones muy ordenadas y jerárquicas.
En el centro, Pablo Iglesias flanqueado por la compañera portavoz, Irene Montero y por el afluente Xavier Doménech. En los extremos, el arroyito Alberto Garzón y un muchacho de En Marea que alcanzó cierta popularidad por pedir la liberación del etarra De Juana Chaos. Detrás, Rafael Mayoral y un atrezzo de cabezas femeninas.
La representación del poder sigue siendo cipotuda y vertical, como confirma la nueva política. Si lo pensamos bien, la casta de las democracias liberales ha alumbrado miles de imágenes como ésta en los parlamentos, en los salones con moqueta y en las inauguraciones de obra pública. La masa junto al líder sólo deja tres salidas al espectador: la huida, la confrontación o el besamanos.
Es una fotografía muy sugestiva en la que también hay algo que recuerda a las epopeyas violentas de Quentin Tarantino. Aunque bien mirado, en el cartel de Reservoir dogs el reparto de egos es más democrático.