Atentados, moral y fútbol
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Decía el franco argelino Albert Camus que todo lo que sabía de moral lo aprendió del fútbol.
Esta sentencia despierta una curiosidad insaciable entre quienes, admirando la figura y la obra del autor de El hombre rebelde, sólo conocemos del fútbol el horror de las multitudes, la molestia de los cláxones y la intriga de que un deporte tan masivo y antiguo haya dado lugar a un registro expresivo tan limitado y poco original en sus celebraciones.
Es imposible intuir qué hubiera pensado o callado el Nobel de Literatura de 1957 de la indiferencia exhibida por los jugadores de la selección de Arabia Saudí durante el minuto de silencio previo al partido que los enfrentó a Australia, la madrugada del miércoles, en un encuentro para la clasificación del Mundial de Rusia 2018.
Pero incluso sin esperar nada parecido a la ética en el fútbol, la actitud de los jugadores árabes produce indignación, enfado y amagos de cólera. Mientras la selección de Australia se abrazaba en medio del campo y toda la grada rendía tributo a las víctimas del último atentado en Londres -dos de las mujeres asesinadas eran australianas-, sus rivales estiraban, calentaban, se ataban las botas y tomaban posiciones en el terreno de juego.
Esta foto no registra -como el vídeo- la magnitud del desprecio de los saudíes durante ese larguísimo minuto, pero resulta formal y conceptualmente igual de hiriente. La imagen aparece dividida en dos mitades diferenciadas. La parte de arriba corresponde a una de las pantallas gigantes y muestra con nitidez un plano medio de varios futbolistas australianos abrazados: han sido retratados por la espalda, donde las formas de hombres sin rostro convergen en la solidaridad y en el duelo. La parte de abajo está desenfocada, el plano es más abierto y una nebulosa de grano confunde e iguala el pesar de jugadores y espectadores; también lo confronta con la displicencia y la frialdad del equipo visitante.
Es lógico que en España, episodios como éste retrotraigan a los años luctuosos de ETA, cuando los teóricos de “esas otras formas de violencia” que ejerce el Estado se abonaban a un fariseísmo progresista y dialogante para acabar justificando el desprecio de los tiroteados y la marginación de sus familias.
El escándalo ha sido tal que la Federación de Fútbol de Arabia Saudí ha pedido “sinceras disculpas”, ha expresado su “profundo arrepentimiento” y ha asegurado que en su cultura no se expresa así el duelo. Bienvenida, pero con cautela, la retractación: habían sido avisados de antemano y en enero de 2015, en el Campeonato Mundial de Balonmano de Qatar, sí se guardó un minuto de silencio en memoria del rey saudí Abadalá bin Abdulaziz.
La factura moral de la realpolitik es siempre onerosa, como bien sabe el Kichi de Cádiz. La cuestión es si por el petróleo, las fragatas y los patrocinios de estos vendedores de camellos anegados de petróleo, además de aguantar su soberbia, su desprecio por los derechos humanos y sus oscuras relaciones con Al Qaeda hay que jugar con ellos a la pelotita.