En el Congreso se escuchan a diario muchas cosas raras. Pero no en la cafetería, o en los pasillos, o en el patio de los leones (que también), sino en el hemiciclo, desde la tribuna de oradores. En la sesión del martes pasado se escucharon más cosas raras que cualquier otro día en una legislatura de rarezas: se debatía la propuesta de Ciudadanos de crear una agencia de la Alta Inspección Educativa, una medida desesperada para poner coto al drama del adoctrinamiento en las aulas que se constata en Cataluña, en Baleares o en Valencia, aunque luego llega la portavoz del PP y habla de casos aislados.
Si los cientos de ejemplos que tenemos contabilizados fuesen un asunto de salud pública, estaríamos hablando de epidemia, pero como hablamos de educación, la vara de medir en este país es muchísimo más flexible. Pero volvamos a los de las cosas raras.
Yo esperaba escuchar rarezas de Esquerra Republicana, de Bildu (ains), del PDeCAT, o de Podemos (su portavoz se empeña en presentarse como prueba de lo bien que funciona la escuela pública catalana, obviando el detalle de que pasó por ella hace veinte o treinta años, cuando la campaña de ideologización no había empezado). Sin embargo el otro día las cosas raras (pero raras, rarísimas) las dijo la portavoz del PSOE, señora Martínez Seijo, que empezó la intervención asegurando que a su grupo no se le podían dar lecciones de constitucionalismo porque fueron los únicos que negociaron la constitución. Ante tamaña verdad, un murmullo recorrió las bancadas, y no sé si la señora Martínez confundió con admiración lo que era en realidad un barrunto de pitorreo.
Lo de fardar de haber llegado antes era sólo el aperitivo de lo que vendría después: la oradora llegó a decir que de activarse la propuesta de Ciudadanos, el Ministerio de Educación se vaciaría de competencias; que se pretendía externalizar la inspección (dejando claro que el PSOE, o al menos la señora Martínez Seijo, confunden la labor de los inspectores con la de la Alta Inspección Educativa) o que poner coto a los tentáculos que el independentismo extiende sobre las aulas es una artimaña electoralista.
Todo raro de narices. Pero lo más raro de toda la sesión fue escuchar a la bancada de ERC aplaudiendo las aseveraciones de la portavoz socialista: los proletarios del procés jaleando las palabras del partido que, según la señora Martínez Seijo, escribió la misma constitución que ellos se pasan por el forro. No sé adónde piensa llegar el PSOE de mano de los vítores de los separatistas. O a lo mejor sí lo sé. Lo dicho: todo muy raro.