El partido más antiguo de España es el PSOE, que nació en mayo de 1879 en la taberna madrileña Casa Labra. Pero el más viejo es otro, uno muy reciente que aprovechó su mayo, un 15 en concreto, para canalizar entusiasmos y algún delirio. Ahora mismo, su marca sufre tanto que se la van a cambiar, comentan. A mí la añagaza no me importa un ardite en lo político, pero lo cierto es que ha dado pie a un nuevo, y seguro fugaz, entretenimiento.
Se cambia el nombre quien se avergüenza de él, con o sin razón. Quizá por un apellido infamante. O puede cambiárselo, no sé, una organización que se ha revelado criminal, como Convergencia. Normal. Pero si esa mafia mantiene sedes y embargos, obsesiones, caras viejas y caraduras, tienes que esforzarte para llamarles pedecat. Te sigue saliendo Convergencia y se molestan, y ahí te dan ganas de preguntarles por qué, qué pasa, bien que os gustaba. Pero tampoco es plan de encarnizarse con un partido evanescente, bifronte, abruselado, prófugo a medias y a medias nada.
Al joven partido viejuno le recomiendo de buen rollo, con nobleza y fair play, pues no por competidor debo confundirles, el nombre de Podemos. Podemos tiene la ventaja de parecerse mucho al anterior, que era Podemos, pero del verbo podar, como lo demuestran los notorios casos de Errejón y Bescansa, por no mencionar a otros podados y por no cansarles con segundones y con golosinas regionales.
Yo les propongo Podemos del verbo poder, una cosa alentadora, para dar ilusión a los tuyos, ya sabes, una palabra asertiva, una marca corta, sin siglas, que parece que te afianza e invita a hacer acopio de fuerzas, en positivo, ¿no lo ves? Es una llamada a la fe, tío. Disculpen, se acaba de colar un asesor de comunicación en mi columna. Dice que se dedica al branding, aunque antes era animador social. Tranquilos, ya lo he echado, no molestará más.
Me consta, después de haberme asomado al infierno reticular, y de escuchar al piante pajarillo, que andan todos proponiendo nombres graciosos a los azorados neocomunistas. Son legión los creativos, y alguno tiene gracia. Sepan los espontáneos que su manifiesta mala fe solo beneficiará al partido-macedonia, que podría retractarse de su intención por el ridículo padecido y quedarse con el nombre de Podemos. Pero —¡albricias!— gracias a estos párrafos, Podemos ya no significará “cortemos las ramas superfluas de los árboles” sino “tenemos expedita la facultad de hacer algo”. Algo.