“And is the wise man always right? No, he can play the fool” Ronnie James Dio.
Un grupo de economistas independientes alemanes y franceses han abierto un sano debate sobre la reforma de la Unión Europea en un interesante documento, “Reconciling risk sharing with market discipline: A constructive approach to euro area reform”. Su preocupación es que la incorrecta arquitectura de la eurozona puede llevar a su autodestrucción. Y no les falta razón en el diagnóstico de los errores. Lo que pongo en duda son las soluciones. Les recomiendo la lectura del documento para que se formen su propia idea.
Básicamente, se repiten soluciones que parten de la base de que los problemas de bajo crecimiento, alta deuda y desequilibrios de la zona no son institucionales, sino de financiación.
Se acude a hablar de “compartir el riesgo combinado con disciplina” sin analizar adecuadamente la construcción de lo que en tantas ocasiones se llama “proyecto europeo” y que se ha impuesto como una condición incuestionable por parte del dirigismo político. A las indudables bondades que tiene un proyecto económico y de progreso, de unión para crecer entre países vecinos, se le ha añadido, como un requisito incontestable, el proyecto político y, aún peor, el proyecto político dirigista creado a imagen y semejanza de Francia.
Para ello se nos repite incesantemente que se debe profundizar en la unión bancaria, la unión fiscal y la mutualización de riesgo vía eurobonos. Los expertos que han escrito el informe hablan de riesgo y responsabilidad y hacen un análisis desapasionado en el que se minimiza, por no decir ignora, el incentivo perverso de unos estados que ya pesan más del 40% del PIB de la eurozona a la hora de transferir sus desequilibrios a los ciudadanos bajo el subterfugio de las palabras más contaminadas de la historia reciente: “social” y “solidaridad”. La solidaridad con el aparato burocrático usando el dinero de los demás.
El documento habla de combinar responsabilidad y mutualización, pero no analiza la evidencia de la historia reciente. La Unión Europea, con sus cosas excelentes, sigue penalizando al eficiente para subvencionar y perpetuar los desequilibrios de los ineficientes. Y, aunque ese no es la recomendación de los expertos, no podemos olvidar lo siguiente.
Cuando en la Unión Europea se habla de armonizar, es subir impuestos.
Cuando en la Unión Europea se habla de Eurobonos, es “que pague Alemania nuestro déficit”.
Cuando en la Unión Europea se habla de unión bancaria, es “que financie el leviatán público a coste cero”. No se puede pedir unión bancaria como una panacea mientras los estados se niegan a que se den fusiones y adquisiciones entre países, y cuando los estados presionan al BCE para que no acelere la limpieza de los préstamos de difícil cobro. Es darle cerillas a un pirómano.
Las muy bienintencionadas recomendaciones de los expertos ignoran la historia reciente de unos países que han preferido mantener a toda costa sus enormes gastos públicos antes que dejar respirar a familias y empresas, unos estados que siguen hablando de las empresas como “suyas” y donde se sigue hablando de presión fiscal como algo que solo puede subir. Y de buenas intenciones está plagado el infierno.
Por supuesto que el informe habla de responsabilidad, pero no desde el ángulo presupuestario, sino de financiación.
Desafortunadamente, cuando hablan de los Estados Unidos de Europa nunca miran a Estados Unidos.
En Estados Unidos, si quiebra Detroit no lo rescata Texas.
En Estados Unidos nadie habla de armonización fiscal porque es un disparate. Si, como pretenden los “del proyecto europeo” burocrático se armonizase Alabama o Kansas a la fiscalidad de California, se destruiría la mitad del país.
Si se llevase a cabo una unión bancaria a la europea en EEUU, el rescate que se hizo (TARP) no se habría devuelto con intereses, como ocurrió, sino que se habría convertido a la banca norteamericana en -aún más- un apéndice gubernamental de financiación de la expulsión del sector privado en favor del gasto del gobierno.
La Unión Europea es aproximadamente el 7,2% de la población mundial, el 23,8% del PIB del mundo y casi el 58% del gasto mal llamado “social”, puesto que incluye ingentes cantidades antisociales de gasto político.
Desde la imposición de un dirigismo que percibe la economía como una pirámide donde lo primero y más importante es la normativa y el gobierno, se está perdiendo la carrera tecnológica, atacándola desde la represión fiscal y el intervencionismo, y se está perdiendo la oportunidad de crear un sistema financiero líder, perpetuando los desequilibrios por ley. Un análisis de los problemas de la Unión Europea que ignora los incentivos perversos de unos gobiernos que se niegan a que se limpien los préstamos de difícil cobro “para que fluya el crédito” sea como sea, y donde la regulación -la regulación- considera que prestar al sector público no tiene riesgo y no necesita capital.
Los desequilibrios de la Unión Europea no necesitan ni unión bancaria -como nos la venden, que es como la fusión fría de las cajas españolas, una bomba- ni armonización -subida- fiscal ni eurobonos- que paguen los alemanes-.
Los desequilibrios de la Unión Europea vienen de pensar que cada país, cada región, cada ciudad, puede y debe -es su “derecho”- tener la misma estructura económica, burocrática e impositiva.
No es que quiera ser como Estados Unidos. El problema de la Unión Europea es que quiere 27 Washingtons.
El problema no es la falta de mutualización, sino que vamos de crisis en crisis porque todos nos sentimos con derecho a gastar y endeudarnos con el dinero de los demás.
Una Europa que critica a quien hace bien las cosas, tiene bajo déficit o ninguno, crece más y mejor con bajos impuestos, y aplaude a quien lo hace mal, pero siguiendo los dictámenes del pensamiento único burocrático, no es una Europa de futuro. Es una Europa de pasado, y una bomba de relojería.
No es un problema de construcción financiera y fiscal, es un problema de defender un igualitarismo suicida y suprimir las maravillosas diferencias que tenemos. No se trata de Europa a dos velocidades, sino a 27 estupendas velocidades. Ningún político en Bruselas tiene la llave mágica. Pero si queremos una Unión Europea líder global y fuerte, tenemos que ayudar al crecimiento y el empleo cambiando las prioridades. No, la prioridad no es igualar para multiplicar la burocracia, sino dejar respirar a los creadores de empleo y a las familias. Competencia fiscal sana, como en EEUU, responsabilidad crediticia y fortalecer la iniciativa privada.
Si no fortalecemos los pilares del crecimiento, no se salvará Europa, aunque se implementen parches. Mutualizaremos el fracaso. Pero con mucha dignidad, ya lo verán.