Esta imagen registra el vuelo de uno de los misiles que la madrugada del sábado cayeron sobre instalaciones de armas químicas en Damasco. El punto de luz sobre la humareda semeja una luna, que es “el sol de los muertos” -Carlos Marzal- en un conflicto en el que las víctimas inocentes se multiplican por la impunidad que Rusia brinda al régimen de Al Asad y por la inoperancia diplomática de la ONU.
La imprecisión de la fotografía, en la que los edificios trémulos se desvanecen en la oscuridad de la noche, refleja a la perfección la dramática disyuntiva a la que se asoma el mundo. Desde que se produjo el ataque coordinado de EEUU, Francia y Reino Unido es más complicado decir si estamos ante el final de una guerra civil o ante el inicio de una escalada bélica a nivel global. La implicación de Macron y May en la ofensiva apuntan hacia la alternativa menos traumática. El duelo de dos exaltados como Putin y Trump en el tablero sirio, sin embargo, propician a un escenario de alto riesgo.
Los momentos cruciales de la humanidad también entrañan también situaciones de una llamativa frivolidad. Por ejemplo, la emisión de música nacionalista y patriótica en las televisiones y radios sirias durante el bombardeo; por ejemplo, la normalidad impostada por el tirano, que ha publicado fotos en las redes tras el ataque.
La música siempre ha sido una invitada extemporánea en las grandes conflagraciones. Los rusos ponían tangos a todo volumen para desquiciar a los alemanes en la batalla de Stalingrado. Los stukas hacían sonar una sirena para desatar el pánico, y también se valieron de la música de Wagner.
Otro ejemplo de frivolidad es la resurrección del eslogan ‘No a la guerra’. Hay que ser hipócrita para establecer paralelismos entre la invasión de Irak y esta intervención armada en Siria; para reclamar permisos y garantías de la ONU a sabiendas de que Moscú tiene derecho de veto en el Consejo de Seguridad; y para apelar al pacifismo y al "diálogo" -así a lo bruto- por no apoyar una operación en la que EEUU lleva la iniciativa.
Quienes se quejan de que los aliados se entendieron con Franco tras derrotar al fascismo en la Segunda Guerra Mundial apuestan ahora por la no intervención. Prefiero el ruido de las bombas americanas, inglesas y francesas sobre Damasco al llanto de los niños abrasados por las armas químicas en los reductos rebeldes.