1. Los votantes, divididos casi al 50%
El 43,4% de los ciudadanos catalanes votaron el pasado 21 de diciembre a alguno de los tres partidos constitucionalistas (Ciudadanos, PSC y PP). El 47,64%, a alguno de los tres partidos independentistas (JxCAT, ERC y CUP). El 7,46%, al PNE (el Partido Nacionalista Equidistante, más conocido como Catalunya en Comú-Podem o, lisa y llanamente, como Podemos).
Es probable que un referéndum de independencia en Cataluña arrojara unos resultados cercanos al 50% para cada uno de los bandos. Pero queda la duda de cuántos de los que ahora votan a JxCAT o ERC se atreverían a dar el paso final en el caso de que el órdago pasara del actual terreno de lo fantasmagórico al de lo real. Fuera de Europa, y de España, hace mucho frío.
La división de los catalanes entre separatistas y constitucionalistas es, en cualquier caso, casi perfecta.
2. Los partidos catalanes, un espejo roto por Cs
Constitucionalistas y separatistas cuentan con formaciones políticas paralelas que representan un mismo sistema de valores ideológicos y morales. El PP es el reverso perfecto de la vieja CiU: un partido conservador, burgués y filosóficamente cristiano. Hasta en corrupción se parecen.
ERC es el PSC separatista: un partido socialdemócrata clásico. Aunque en el caso de los de Junqueras, con un toque clerical del que el PSC de Iceta carece. Los comunistas catalanes con altas dosis de resentimiento social almacenadas en sus riñones tienen la opción de votar a la CUP, si son separatistas, o a Podemos, si son nacionalistas aunque no abiertamente independentistas.
Ciudadanos es el partido que rompe el equilibrio perfecto del sistema político catalán y de ahí el odio que despierta Inés Arrimadas entre un separatismo que ha sido incapaz de cuajar un partido separatista equivalente que lo contrarreste.
3. Las banderas
La estelada es la bandera separatista, es decir la de la mitad aproximada de los catalanes. La enseña española y la catalana constitucional, despreciada esta última por los separatistas tras convertirla en un emblema del autonomismo, han quedado en manos de los catalanes constitucionalistas. Un grave error táctico que el independentismo pagará con creces durante los próximos años.
4. El territorio
Lérida y Gerona, la Cataluña rural, es terreno separatista. Tarragona y Barcelona, la Cataluña industrial, es constitucionalista. De hecho, no son pocos —el que escribe entre ellos— los que creen que el llamado "eterno problema catalán" se solucionaría de una vez y para siempre con la conversión de Barcelona y su cinturón metropolitano en una comunidad autónoma diferenciada como la de Madrid.
5. Las sociedades civiles
El separatismo cuenta con la ANC y Òmnium y el constitucionalismo con SCC. Las tres aspiran a representar a una parte muy concreta de la sociedad civil catalana. Pero las diferencian dos detalles.
El primero es su financiación. Mientras la ANC y Òmnium han sido regadas de millones por el Gobierno catalán, SCC ha sido ignorada por las administraciones catalanas.
La segunda son sus ambiciones. Mientras la ANC y Òmnium actúan como partidos políticos, pero sin el molesto requisito de haber pasado antes por las urnas, SCC lo hace como una sociedad civil clásica que no pretende rivalizar con los partidos políticos u ocupar su lugar. Al menos de momento.
6. Las televisiones
Si se divide el share entre televisiones catalanas y nacionales, el desequilibrio es notable en favor de estas últimas. Pero cuando entramos en las cuotas de pantalla individuales, el resultado es otro. En 2017, TV3 acumuló un share del 11,8%, por un 10,1% de Tele 5, un 9,6% de A3, un 7,5% de La 1, un 6,4% de La Sexta y un 5,5% de Cuatro.
El share de TV3, sin embargo, puede llegar al 30% o incluso superar ese porcentaje en los días de máxima tensión informativa, como el de la detención de Carles Puigdemont en Alemania. TV3 es, en definitiva, la televisión preferida de los catalanes… si nos centramos en su cuota de pantalla individual y nos olvidamos de bloques (televisiones catalanas/televisiones españolas).
Los canales de televisión privados catalanes cuentan, por su lado, con audiencias muy pequeñas en comparación con las principales cadenas de televisión privadas del resto del Estado.
Por otro lado, no existen televisiones públicas catalanas en castellano.
7. El cine
En 2015, último año del que se tienen cifras, se estrenaron en Cataluña 135 películas de producción catalana (de acuerdo a la localización de la sede de la principal productora de la película) por 107 españolas, 422 europeas, 423 estadounidenses y 127 del resto del mundo. Que sean de producción catalana no implica que hayan sido rodadas en catalán.
Pero si se atiende al número de espectadores, las estadísticas cuentan una historia diferente. 1.500.000 espectadores asistieron a esas películas de producción catalana, 2.000.000 a las películas de producción española, 3.100.000 a películas de producción europea, 11.700.000 a películas de producción estadounidense y apenas 650.000 a películas del resto del mundo.
8. La lengua
Según los últimos datos conocidos, los de 2013, el catalán es la lengua habitual del 36,29% de los catalanes y la lengua con la que se sienten identificados el 36,38% de ellos. El castellano es, por su lado, la lengua habitual del 50,73% de los catalanes y la lengua de identificación del 47,55%.
9. El sistema educativo
El único de los terrenos en el que se rompe el equilibrio perfecto entre catalanes separatistas y catalanes constitucionalistas. Y, por lo tanto, aquel en el que recaen todas las sospechas de ser el principal causante de la actual ulsterización de la región.
Porque mientras los catalanes nacionalistas cuentan con el 100% del sistema educativo y de una red de colegios en las que el castellano ha quedado relegado a la consideración de lengua extranjera, los catalanes constitucionalistas han visto repetidamente pisoteado su derecho de educar a sus hijos en español.
Todas las sentencias del Tribunal Constitucional que han pretendido enmendar la situación han sido repetidamente desobedecidas y el Gobierno no ha hecho nada para remediarlo ni siquiera durante la aplicación del 155. La solución parece obvia: la creación de una red escolar paralela donde la educación se imparta en castellano, pero el nacionalismo no parece tan interesado en solucionar uno de los problemas endémicos de la región y en rebajar la alta tensión social que se vive en la actualidad como en imponer su lengua y marginar la del 50% de los catalanes.
10. Los libros
En 2016 se editaron 4.473 libros en catalán y 10.578 en español (es decir 30%-70%). Aunque conseguir cifras de ventas por idiomas es muy difícil por la opacidad de las editoriales al respecto, es de suponer que la proporción de libros editados en uno y otro idioma se corresponda más o menos fielmente con la de lectores en una y otra lengua.
O quizá no: es probable que las ayudas de la Generalidad a la publicación de libros en catalán distorsionen esa cifra y que el porcentaje de lectores en catalán sea menor que ese 30%-70%.
11. El humor
Por cada Toni Soler o Empar Moliner existe en Cataluña un Albert Boadella o un Jaume Vives. Tabarnia es el espejo del programa Polònia y sólo dos detalles los diferencian. La financiación (Tabarnia se paga sola mientras que a Polònia la financiamos todos los catalanes) y el estilo de humor (anárquico en el caso de Tabarnia y de pleitesía frente al régimen en el caso de Polònia).
12. Los equidistantes
Hasta en el terreno de la equidistancia se ha ulsterizado Cataluña. Mientras el sector constitucionalista cuenta con sus equidistantes de siempre, es decir el PSC de Iceta y Pedro Sánchez, el separatista cuenta con la fidelidad de Podemos.
Tanto PSC como Podemos son partidos nacionalistas y partidarios de las medidas más sectarias del supremacismo catalanista, y a la cabeza de ellas la inmersión lingüística, pero les diferencia su actitud respecto al Estado de derecho y la Constitución. El PSC pretende reformarla a gusto del separatismo mientras que Podemos pretende demolerla al gusto del separatismo comunista. Barcelona, una ciudad que ha retrocedido cuarenta años en apenas dos de gobierno de Ada Colau, es su campo de pruebas a tal efecto.
Si preguntamos por nombres concretos acabaremos siempre en los mismos: Jordi Évole, Antonio García Ferreras, Ana Pastor o Ignacio Escolar. Ni contigo ni sin ti. Una vela a Dios y otra al diablo. O mejor dicho: una a la democracia y media docena a Jaume Roures.
13. La Policía
Mossos d'Esquadra por un lado y Policía Nacional y Guardia Civil por el otro. Actualmente, las relaciones entre los separatistas y su policía son tensas y abundan las acusaciones de traición hacia el cuerpo. Por el lado constitucionalista, las simpatías parecen bastante más sólidas. Nada sería mejor recibido ahora mismo entre la Cataluña constitucionalista que la supresión de los Mossos y la vuelta a las calles y las carreteras catalanas de la Policía Nacional y la Guardia Civil.
14. Los comentaristas de referencia
La república catalana cuenta con Pilar Rahola, Quim Monzó, Empar Moliner, Mònica Terribas, Antoni Bassas o Jordi Basté. La Cataluña constitucional, con Carlos Herrera, Carlos Alsina, Arcadi Espada, Fernando Savater, Ana Rosa Quintana o Federico Jiménez Losantos. Se cuentan con una mano los medios en los que coinciden, al mismo tiempo, los unos y los otros.
Mención aparte para la cuota constitucionalista de TV3, esos Astrid Barrio, Laura Fàbregas, Joan López Alegre, Daniel Basteiro o Nacho Martín Blanco que suelen responder con una flema admirable al discurso sectario de unos contertulios nacionalistas que siempre les superan en una proporción de tres o cuatro a uno.
15. Los tuiteros
Hasta Twitter ha llegado la ulsterización de la sociedad catalana. El uso de bots y de perfiles falsos, habitual en sectores independentistas y podemitas, pretende decantar la batalla hacia el bando independentista aunque sea artificialmente y por la fuerza del número. Pero la resistencia no cede espacios y realiza a diario la labor de limpieza y desescombrado que no ha realizado el Gobierno español: la que implica desmontar punto por punto el relato falso acerca de España y su relación con Cataluña que el separatismo lleva propagando desde hace cuarenta años.
16. Los cantautores
Lluís Llach contra Joan Manuel Serrat. Un combate desigual, al menos desde mi punto de vista, entre la canción mortecina del uno y la frescura mediterránea del otro, pero combate al fin y al cabo. Para gustos, colores.
17. Los corruptos
Ni en eso ha logrado diferenciarse el régimen nacionalista del bipartidismo reinante en España durante los últimos cuarenta años. Si PP y PSOE han monopolizado prácticamente todo el poder a lo largo de ese tiempo, CiU lo ha hecho en Cataluña, con la excepción del breve periodo de tiempo en el que la Generalidad fue tomada por un tripartito de fuerzas abiertamente nacionalistas: ERC, PSC y IC-V.
El 3% es ya un símbolo de la Cataluña nacionalista. También la corrupción blanda. La que comporta el mantenimiento de una trama de complicidades y lealtades compradas a base de presupuesto público y en la que medran medios de comunicación, entidades civiles y públicas de todo tipo, ayuntamientos, sindicatos y hasta clubes deportivos. Andalucía, Madrid y Valencia se han llevado la fama, pero la que ha cardado la lana ha sido la Cataluña nacionalista. Por algo es la comunidad más corrupta de España. Y esto son datos oficiales y no una mera opinión del que escribe.
18. Los medios digitales
La Cataluña nacionalista tiene El Nacional, Nació Digital o VilaWeb, mientras que la constitucionalista cuenta con Crónica Global, Libertad Digital, El Confidencial o EL ESPAÑOL.
La diferencia, de nuevo, está en su financiación. Mientras los digitales catalanistas son medios quebrados a los que sólo mantienen en pie las ayudas de la administración, los constitucionalistas son todos privados y se financian por suscripción y/o publicidad (pública o privada).
19. Los medios de papel
Si el lector del ABC fuera nacionalista, leería La Vanguardia. Si el de El País lo fuera también, El Periódico de Cataluña. El hipotético lector separatista de El Mundo debería, sin embargo, conformarse con los medios digitales.
En Cataluña —donde por cierto se leen bastantes menos diarios que en Madrid y sólo hay que echarle un vistazo a los quioscos que sobreviven a la crisis del papel en una y otra ciudad— se puede saber con quién vas a poder tener una conversación civilizada sobre política simplemente atendiendo al diario que lleva bajo el brazo.
20. Hasta los bares
No voy a dar nombres porque supondría poner dianas sobre los unos y los otros. Pero ya les aseguro yo que la Cataluña constitucionalista sabe perfectamente a qué bares y restaurantes acudir. Como lo sabe también la Cataluña separatista.
Sólo les doy una pista. Se beben mejores cócteles en la primera. Aunque también es cierto que el cóctel es una bebida intrínseca y conceptualmente constitucional. El otro bando es más de cerveza artesana local.