Por su actitud desapasionada, voluble y dependiente de los hechos, el neosanchismo era uno de esos artefactos con la obsolescencia programada. Yo sabía que su contacto con la realidad sería difícil. Lo que no imaginaba es que todo fuese a ir tan rápido. Una amiga me dijo, por mis críticas a algunas de las primeras medidas del presidente Sánchez: “¿Exneosanchista ya?”. Y sí, los neosanchistas somos ya exneosanchistas. Y algunos estamos al borde del antisanchismo. El timo de la estampita era a nosotros, finalmente. El centro-izquierda en este país: ¡siempre perdiendo!
No había cabos sueltos en la teoría neosanchista. Puesto que Pedro Sánchez era un político vacío, cabía la posibilidad de que fuese rellenado con algo bueno. Le interesaba el poder y su moción de censura fue para conseguirlo, y para conseguir un escaparate electoral. Como el primero en las encuestas era Ciudadanos, decantarse por el centro-izquierda parecía el camino electoralmente ventajoso. Una vez conseguido el poder gracias a los peores votos del Congreso, se trataba de orientarse hacia los mejores. Y si en esta orientación no podía gobernar por la obstrucción de aquellos apoyos iniciales, este fracaso también resultaría beneficioso para las elecciones: los españoles podríamos votar al PSOE para que hiciese la buena política que los malos no le dejaban hacer. Pero me temo que sí nos dejamos un cabo suelto: Sánchez. Sin él, la teoría neosanchista tal vez hubiese funcionado.
No creo que el electorado transija con una política no regeneradora, ni con una actitud que no defienda con firmeza el Estado de derecho. Yo pensaba (¡de ahí mi neosanchismo!) que Sánchez estaba al tanto. Pero su comportamiento empieza a ser preocupante en ambos sentidos. Su vergonzoso pacto con Podemos para la presidencia de RTVE, para la que se busca un comisario político (como el que tenía el PP), indica que no se ha enterado de nada.
Más desolador aún es su enjuague con los nacionalistas. Ya veremos si de las palabras pasa a los hechos (al fin y al cabo, cuando el 155 estuvo donde había que estar), pero sus palabras son de momento desoladoras. Y directamente infames cuando culpan al gobierno de Rajoy de la confrontación en Cataluña, y sin afeamiento alguno a los únicos culpables, que son los golpistas. Sánchez dice que él no va a buscar la confrontación. Por desgracia, no asume que se encuentra en la situación de Picasso: él no la ha buscado, no; pero se la ha encontrado. Y soslayar esto no solo es irresponsable, sino también patético.
De nuevo ese adanismo de pseudoizquierda que, en el mejor de los casos, nos hará perder tiempo. Lo bueno es que serán solo dos años. Lo malo, si Sánchez no rectifica, es que se pueden hacer larguísimos.