Los hechos: María Gómez, periodista en el Mundial, se quejó de que un tío le arreara un beso mientras retransmitía. Más tarde le aclaró a otro que le preguntó “¿Cómo te llamas, guapa?” en medio de una entrevista, que lo de guapa sobraba. Y luego María dijo que los futbolistas de la selección de Marruecos eran unos pibones y que alguien tendría que consolarlos cuando perdieran contra España.
Y se montó la gozadera.
Que si el beso no era para tanto, que si lo de “guapa” es un piropo, que si tanto te quejas y ahora te propasas con los pobres marroquís indefensos, so insensata.
Bien, vayamos por partes.
El beso: María no quería ese beso, no esperaba ese beso de uno que deambulaba por allí. El besuqueo indeseado lo sufren las periodistas día sí, día también. Sí, es una falta de respeto porque es su cara. Solo suya, de nadie más, y debería tocarla quien ella quisiera. Todo muy fácil. Lo que le ha pasado a María nos ha pasado a TODAS, se ha convertido en algo común, que no normal. Un beso, una palmada en el culo, cosas peores.
El señor de “¿Cómo te llamas, guapa?”: el problema, que muchos no se enteran, no es la frase, sino el contexto y el tono condescendiente. María no está en un bar tomándose una copa. María está retransmitiendo para millones de personas. María no tiene cinco años. María es guapa, pero eso es lo de menos.
El “guapa” podía haber sido un “cariño”, “cielo”, “chata” o cualquiera de esos vocablos que tanto nos encantan. Si realmente hubiera admirado su belleza, podía haber esperado a que se apagara la cámara y decirle algo como “María, lo habrás oído antes, eres una mujer guapísima y quería decírtelo”, la chica seguro que lo agradece. Lo que le ha pasado a María nos ha pasado a TODAS. En el trabajo, en el gimnasio, por la calle. Un coñazo.
Los pibones de Marruecos: María se coló, no era el foro adecuado. Pero su afirmación no supone una falta de respeto hacia los guapos de Marruecos, sino una falta de profesionalidad, y así lo ha reconocido en una disculpa pública. María no ha avergonzado a ningún jugador, no ha infravalorado su carrera deportiva. María no ha besado sin permiso. María ha hecho un comentario desafortunado y se ha zampado las consecuencias.
Los pibones de Marruecos (otra vez): los de Marruecos están buenos no, lo siguiente. Los de Irán, ni te cuento. Los de Islandia, todos tremendos. El portero de Suiza tiene unos labios formidables. Todos lucen unos cuerpos de infarto. A muchas (y muchos) nos encantaría besarles, tocarles el trasero y pegarnos un revolcón con ellos. Si ellos quisieran, claro.
Porque no hay nada malo en disfrutar de la belleza ajena, siempre que no se invada a la fuerza.
Los comentarios sexistas nos describen como objetos pasivos. Porque el machismo no se basa en palabras, sino en una forma de pensar que genera desigualdad.
Esas apreciaciones sobre los buenorros del Mundial, o de donde sea, no incluyen agresividad, jerarquías, ni juegos de poder. No hay sumisión de una de las partes.
Por otra parte, los textos alabando la belleza de los futbolistas no suponen ni un 1% de toda la información que nos bombardea hasta la saciedad desde hace dos semanas. ¿Sabéis que hay un Mundial de fútbol femenino? Pues, sorpresa, lo hay. Habría que ver, si alguien se molestara en dar noticias sobre las selecciones femeninas, cómo funcionarían esos porcentajes.
Otra de las cuestiones recurrentes: ¿Qué habría pasado si ese comentario sobre los pibones de Marruecos lo hubiera hecho un hombre? No hace falta que imaginemos ni supongamos, solo hay que ir a Google y cotillear un poco, pero muy poco, para encontrar perlas muchísimo más brillantes que la de María.
A Eugenie Bouchard, tras ganar a Kiki Bertens con un 6-0, 6-3 a en el Open de Australia, comentaron su outfit y le pidieron que diera unos giros para mostrarlo. Igualito que a Nadal o Murray. Eugenie está muy buena. Como Nadal. Como Murray. Como Rúrik Gíslason.
Hablando de Murray, un periodista le preguntó cómo se sentía tras ser primera persona en la historia en ganar dos medallas de oro olímpicas en tenis y tuvo que aclarar que Serena y Venus tenían unas cuantas más. Viva el rigor y su gente.
Así que, señores, no imaginen, no supongan. Centrémonos un poco. Abramos la mente. Hablad de nuestros pechos y nuestros culos todo lo que queráis, pero teniendo claro que son NUESTROS pechos Y NUESTROS culos. Deseadnos lascivamente, pero desde el respeto, la igualdad y el cariño.
NOSOTRAS HAREMOS LO MISMO.