Pocos temas hay en España que hayan obligado a tanta autocensura entre los periodistas españoles como el feminismo. Ni el islam, ni el comunismo, ni el nacionalismo se le aproximan. Sólo encuentro paralelismos con los privilegios sexuales de determinados presos españoles con sus groupies. O con la verdadera relación de determinados altos cargos del Estado con determinados personajes más que turbios, churretosos, de las cloacas madrileñas. Pero excepción hecha del sexo extramarital, nada ha provocado tantos coitus interruptus en el periodismo español como el feminismo y sus sacerdotas.
Es llamativo que ambos tabúes, cuernos y feminismo, sean puro machismo. En el primer caso se pretende proteger al cornudo en la creencia cavernícola de que la víctima de un engaño –engaño para el que por otro lado no se requieren especiales méritos– debe ser protegido de no se sabe qué humillante descrédito personal.
En el segundo caso, se pretende proteger a algunas mujeres del descrédito, esta vez real, que sufrirían si el periodismo dejara en evidencia la inconsistencia de un sistema de creencias místicas que pasa por "ciencia" cuando su base factual es la misma que la de la homeopatía, la astrología o la lectura de las entrañas de una gallina.
[En realidad el periodismo calla por miedo, pero dejen que idealice mi profesión].
Mención aparte para el inexplicable consenso periodístico a la hora de proteger la verdadera identidad de Barbijaputa con la excusa de que la susodicha "recibe amenazas en las redes sociales". Pues vaya novedad. Como todos los que escribimos con nuestro nombre y apellido en los medios. ¿De verdad que en el país de los linchadores de Alsasua, de las manadas de inmigrantes, de los okupas protegidos por la ley, de la Barcelona de Ada Colau, de la CUP, los CDR y el nacionalismo catalán de "hacen falta muertos" Barbijaputa merece especial protección? En fin.
Leticia Dolera andaba muy concienciada allá por 2015 con los problemas de los discapacitados. Aquello ocurrió cuando a Leticia Dolera no la conocía nadie más allá de la gala de los Premios Goya. Parece que el sector de justicia social escogido no debió de carburar todo lo deseado, porque Dolera, cuya carrera como actriz, directora y guionista rivalizaba en aquel momento con la de Elizabeth Berkley, se pasó de pronto al feminismo. Y ahí la tienen hoy: dirigiendo series para Movistar Plus y siendo entrevistada casi a diario por los medios, intuyo que apabullados por declaraciones como estas:
—Como directora he aprendido muchísimo, porque he hecho un máster de dirección brutal.
—Movistar Plus hace esta serie porque les ha gustado mazo.
—Da igual que las azafatas de Fórmula 1 se queden sin trabajo porque igualmente se iban a quedar sin trabajo cuando engordaran, o cuando se quedaran embarazadas, o les diera por cumplir años.
A la que le ha dado por quedarse embarazada es a la actriz Aina Clotet, apeada de la serie feminista que dirige Leticia Dolera porque "el diseño de vestuario va marcando más su figura y sus curvas a medida que avanza la serie". En Hollywood hacen pasar a Tom Cruise (1,70m con alzas) por un tipo de 1,90m. O filman escenas de sexo con dobles de cuerpo. O convierten a Elijah Wood, de 1,68m, en un hobbit de un metro. O transforman a merluzas hervidas al vapor como Natalie Portman o Robert Pattinson en individuos sexualmente atractivos.
Pero Leticia Dolera no ve factible que una embarazada ruede escenas de sexo. Tampoco adelantar la filmación de unas pocas escenas. O retocar levemente el guion de su serie feminista. O disimular el bombo de unos pocos meses de una de sus actrices principales. Y eso que Aina Clotet se ofreció a sufragar con su sueldo los posibles gastos extra ocasionados por su embarazo.
Me pregunto con qué argumentos va a exigir ahora Leticia Dolera que una empresa no despida a sus embarazadas. Pongamos por caso a la reponedora de un supermercado que debe levantar peso a diario. Si la directora y guionista de una serie de TV no puede hacer unos cambios mínimos… ¿qué margen de maniobra tiene una empresa sin el músculo financiero ni la capacidad para "maquillar la realidad" de una productora audiovisual?
La ironía es maravillosa. Las azafatas de Fórmula 1 fueron despedidas, pese a no estar embarazadas, porque gente como Leticia Dolera presionó con el argumento de que "se iban a quedar sin trabajo igualmente cuando se quedaran embarazadas". Las que se han quedado embarazadas de verdad han sido despedidas por gente como Leticia Dolera porque sus curvas deslucen sus vestidos. Como generador de paro femenino, el feminismo no tiene rival. Observen como todo el paro provocado en la vida real por las feministas realmente existentes será atribuido luego en las conferencias universitarias al muy hipotético patriarcado.
¿Se va entendiendo ya cuál es el modelo de sociedad, pero sobre todo de mujer, que propone el feminismo? Y luego teorizan estas tipas sobre la Gilead de El cuento de la criada. ¡Pero si es su utopía! Lo que no han dicho las Dolera del feminismo es que, en su Gilead soñada, el papel de comandante se lo reservan para ellas y el de esclavas parideras se lo reservan al resto de las mujeres.
Vamos: las señoronas y las criadas de toda la vida, pero con otro nombre. Eso es el feminismo en 2018.