"En Cataluña somos muy avanzados en todo lo que sea retroceder", decía el lunes Juan Carlos Girauta tras conocerse que Uber y Cabify se irán de Cataluña. El negocio es redondo. Quizá hasta se estudie en las facultades de Economía del año 3019. Nos quedamos con Peseto Loco y con el gremio de los que revientan actos de homenaje a las víctimas del Holocausto, y mandamos al paro a los dos mil trabajadores de Vector y Moove, las empresas propietarias de las flotas de vehículos de Uber y Cabify. Es lo que ocurre cuando juntas en un mismo territorio el virus del socialismo, el del populismo y el del nacionalismo: que no hay dios que resista tanta visión de futuro.
En la Cataluña de hoy, los señoritos ya no te sueltan lo de "haber estudiado" cuando te dejan en paro. Ni siquiera lo de "haber aprendido a programar", que es la versión 2.0 de lo anterior. Te sueltan "haberte comprado una licencia en el mercado especulativo secundario al precio de 350.000 euros para poder operar en régimen de monopolio en un sector barrado a la competencia por la primera alcaldesa bisexual, pobre y disruptiva de la historia de Barcelona". El ludismo siempre ha salido caro. Sobre todo para los demás. Pero últimamente se ha puesto imposible. Pronto pedirán avales para ser un agrocarcamal de la boina, el botijo y la radio de galena.
Lo de Cataluña, en cualquier caso, se ha convertido ya en rasgo diferencial. Echamos a las VTC y nos quedamos con los taxis. Echamos a los inversores y nos quedamos con los manteros. Echamos a las empresas y nos quedamos con los CDR. Echamos a los turistas y nos quedamos con los okupas. Hasta echamos a Inés Arrimadas y nos quedamos con Núria de Gispert, que ya es quedarse.
Desde la llegada a nuestras vidas del proceso secesionista, en la Dinamarca del Sur todo se soluciona poniendo de patitas en la frontera a los que muestren síntomas de mayor sofisticación intelectual que un godo. ¿Recuerdan al Arnaldo Otegi que dijo aquello de "el día que en Lekeitio o en Zubieta se coma en hamburgueserías, y se oiga música rock americana, y todo el mundo vista ropa americana, y deje de hablar su lengua para hablar inglés, y todo el mundo en vez de estar contemplando los montes esté funcionando con internet, para nosotros ese será un mundo tan aburrido que no merecerá la pena vivir"? Pues ese Otegi es el centro de control de la NASA comparado con el catalán medio actual.
No se conocía, en fin, mayor ejemplo de visión a largo plazo desde que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos de España. Aunque al menos acertamos reconquistando Granada. Cataluña, ni siquiera eso. Debemos de ser la primera región del planeta que, siendo cabeza de león, ha exigido convertirse en cola de ratón por no sé qué pamplinas del hecho diferencial y el derecho a la autodepauperación. "Cataluña no es una comunidad como las otras", me dijo hace una semana José Antich, director de El Nacional, durante la entrevista que le hice en su despacho. Por supuesto que no lo es. Aunque no en el sentido que imaginaba él.