Patidifusos nos ha dejado el cartel en el que Pablo Iglesias anuncia su regreso, o retorno, o resurrección tras su baja de paternidad. No sé yo que es más surrealista, si el puño en alto, la muchedumbre enardecida a sus pies, Lomana en primera fila, ese "EL" resaltado, el copy nefasto que reza "Pablo Iglesias se reencuentra con la gente" o la salida de tono mastodóntica de todo el cuadro en su conjunto. ¿Será el Che? ¿Será Supermán? Parece que la intención tira más hacia el superheroísmo. Normal, se ha dedicado al cuidado de sus hijos, algo que le hace merecedor de aplausos, vítores y admiración suprema.
Tras mi baja por maternidad me reencontré con mis amigas en una terraza de Malasaña, todo muy discreto, pero claro, lo mío tampoco es para tanto, soy una tía: la maternidad y la espiral que conlleva es algo para lo que he nacido. Y punto. No tendría sentido liarla parda ante el Museo Reina Sofía. Mi invitación fue a modo de WhatsApp, nada de cartelitos. Eso sí, de haber optado por el diseño gráfico, la cosa habría sido en tono de humor y celebración, con alguna botella de tequila y unos collares hawaianos, pero nunca insinuando que, hasta mi regreso, vuestras vidas han navegado sin rumbo, entretenidas por Irene Montero, almas de cántaro, cuya incorporación a la vida laboral no incluía este carnaval, y eso que fue ella la que parió. Menos mal que aquí estoy yo, respirad tranquilos y tranquilas, que os voy a salvar a todos y a todas. Aunque el titulito destaque que soy un macho alfa, yo estoy aquí para guiaros y guiaras. Si hace falta abrir las aguas, apártense, que voy pallá.
Semejante despropósito no es más que otra muestra de la burbuja en la que anda sumido el macho alfa y el resto de su pandi. Una burbuja enorme que, en sus inicios, deslumbró pero que, como pasa con todo en la vida, al superar el zambombazo inicial y cegador, o hay fondo además de forma o el plumero empieza a verse y de qué manera. Las salidas de tono constantes y la incoherencia como bandera me hacen pensar que estos no pueden ser esas gentes listas que ansiamos nos gestionen. No, hombre, no. Si no sois capaces de aseguraros de que un cartelito tenga sentido, "porque había prisa", no quiero saber yo la que podéis liar con unos Presupuestos Generales del Estado.
Los argumentos prefabricados y las poses no nos bastan. Insisto, queremos a gente muy lista a nuestro lado que por lo menos sepa tomarnos el pelo sin que nos pispemos en cinco segundos. Y ojo, que escribo "a nuestro lado", no en un púlpito sobre nosotros. Pablito, baja el puño, que nos pones nerviosos. "Puños no", les digo a mis hijos siempre. A ver lo que les cuentas tú a los tuyos después de esto.
Que conste que no lo considero un cartel machista, es aún peor: lo del EL ha sido un recurso fácil. Uno que pasaba por allí, lo ha visto gracioso y zasca, ahí lo ha plantado. No es machista: es desubicado, es ridículo. Es una caricatura que parece planeada por el enemigo. Por un enemigo muy cabrón que, encima, ha tenido la suerte de que la obra de arte viera la luz la misma semana del 8 de marzo. Vaya tela. Y compartiendo tonalidad, además.
Pablito se disculpa justificando que no se siente identificado con el cartel. ¿En serio me estás diciendo que eso ha salido a la luz sin que tú lo vieras? Venga, va. Te había encantado, no disimules. El egocentrismo te ha cegado, es comprensible. Tanto tiempo entre pañales y biberones vuelven majara a cualquiera. Normal que no te dieras cuenta de que esa imagen es muy de los años treinta, muy del totalitarismo y muy del sinsentido. Te has sentido muy Terminator, te ha hecho ilusión la vuelta a las ovaciones y la has fastidiado. Nos dices que "reconocer los errores es el primer paso para hacer las cosas bien". No te equivoques: el primer paso es saber hacer las cosas bien.