Iceta, el tercer hombre. Aparte los miedos del PSC desde su fundación, su ideología es ser los aspavientos de un nacionalismo socialdemócrata que de higos a brevas va a Madrid, y que siempre vuelca el Estado a su favor.
Iceta está bien para una sobremesa en el Priorat, para un recorrido por Barcelona la nuit, pero no para tenerlo de hombre que susurra y es susurrado por el nacionalismo; ni mucho menos de contención bailonga a la ERC y cosas peores.
Claro que entre Iceta y Montilla, la disyuntiva es entre susto o miedo. Lo que es bien sabido es que al PSC se le pueden pedir ministros pero, fidelidad, lo que se dice fidelidad, jamás de los jamases. Entre otras mentes preclaras, Sánchez es fruto de Iceta, y al padre lo que es del padre.
Resulta que el domingo, mientras los cabreros andábamos por la España vacia en Madrid, Sánchez le reconocía al líder del PSC "las cosas que ha hecho por Cataluña y por España". Y la cosa quedaba así, medio gaseosa en la mañana de domingo. "Gracias", dijo Sánchez, por tenerle en Cataluña el caldo a punto para que a la hora de la verdad, el 28-A, el indepe sepa que hay la promesa de más bilateralidades, de amnistías y otras prebendas para que el preso vuelva a ser conseller, o subsecretario.
Iceta nos dijo que habria que modificar el sistema para contentar a los indepes cuando lleguen a un tope: 65% y con TV3 en lo suyo. Es aquello que decía Gadafi de tomar Occidente por los bajovientres: porque Iceta, más que histrión, es calculado histrión.
Si Batet está para las nobles tareas de las bilateralidades, Iceta, bailongo, de trato fácil, anda en las cañerías/fontanería del nacionalismo que acabarán siendo sanchistas por desastre
Cuando llegue el 28-A y haya que elegir, se verán los frutos de Iceta y su gota malaya cuando, con los colegios cerrados, haya Gobierno Frankenstein y Sánchez, victorioso en el páramo patrio, diga de explorar -aún más- el diálogo con Cataluña.
Y sabemos que todo diálogo con Cataluña es pa rné del contribuyente para un uniforme de mosso, para otra urna golpista, para el monolingüismo y demás.
Sánchez tiene una pata en Iceta y otra en Iván Redondo: por debajo de ese arco sanchista del triunfo se erosiona la democracia, los prucés-presos se saben libres, más el amor de Junqueras frente al trío de Colón y esas estampas que van a ametrallarnos en las semanas que tienen que venir. Porque las dos Españas son o la de Sánchez o "la faltona": un reduccionismo voxero que ya tardaba en salir.
Tipos como Iceta irían bien para embajadores en Rusia o Georgia o Indochina. Tienen algo de ese Agustín de Foxá, embajador, vividor y bailarín de cosas imposibles. Lo peor es que pone buena cara a la inevitable genuflexión del Estado ante el separata.
Es Miquel Iceta un Eguiguren bailongo, no busquen más. Más tierno, eso sí. Y con mejores digestiones.