Acabo de regresar del cine, de ver Rocket man, un biopic sobre la vida de Elton John. Es una película amable, de factura más que correcta, y con una banda sonora que no necesita alabanzas: es el rey Elton, y no hay más que decir.
Pero, tras la buena tarde de cine, lo que me queda es una reflexión sobre la nostalgia, porque los temas musicales de la película son parte de la música de fondo de mi adolescencia y mi juventud. Películas como Rocket man nos recuerdan la edad que tenemos, lo mayores que nos hemos hecho, y lo bien que envejecen las cosas buenas: Sad songs conserva una pátina de modernidad inmune al transcurso del tiempo.
Recuerdo cada una de las canciones de Elton John porque cuando sonaron por primera vez yo ya tenía conciencia de lo que era la buena música. Recuerdo el vídeo clip de I'm still standing (una playa de arena blanca, casetas demodé, hamacas de rayas) porque me precipité a grabarlo con un vídeo 2000 cuando lo emitieron en Tocata: tenía trece años, me pasaba las tardes de los sábados vigilando cual cancerbero el recorrido de los programas musicales para hacer acopio de los vídeos que me gustaban. Sí, queridos millennials, hubo una época en la que no existía ni YouTube ni Spotify, y nos buscábamos la vida para conservar la música que nos gustaba.
Bailé Dont go breaking my heart tantas veces como sonaba en la discoteca en la que nos dejaban entrar sin pagar a mí y a mis amigas, y lloré con Sacrifice antes de cumplir los veinte años. Y veía a Elton Juhn, a aquel hombre bajito y regordete, miope y calvo, y me decía que había que tener tanto valor y tanto talento como él para aparecer en el escenario del Royal Albert Hall vestido de gallina.
Una vez, un productor amigo de mi padre contrató a Elton John para actuar en un programa televisivo. Aunque se suponía que sólo iba a hacer un playback, el productor mandó traer un piano modelo Steinway y lo hizo afinar. Me contó que, al acabar la grabación, Elton John se sentó frente a aquel piano y, a oscuras y solo, estuvo dos horas tocando, cuando ya no había público ni focos, sólo por el placer de hacer música. Supongo que hay personas que están destinadas a ser parte de nuestra historia y formar parte de la leyenda de toda una época.