Amanece la prensa campanuda, un día sí y otro también, disparando a los políticos con el mismo desahogo con que se lanzan pelotas a los muñecos de feria, suponiendo que aún haya muñecos en las ferias y que aún exista la prensa. Con esto de las nuevas elecciones ya es el acabóse: ahí están unos y otras, igual que césares en la tribuna del Coliseo, prestos a mostrar el pulgar arriba o abajo con regocijo. Infalibles. Y muy previsibles en el veredicto.
Entiendo la pereza de ir a nuevas elecciones, pero llegados a este punto uno no sabe ya si cansan más los discursos y las ruedas de prensa de los políticos o los presuntuosos análisis de los sabihondos tertulianos, que igual disertan acerca de la euroorden, dan lecciones sobre demoscopia, corrigen a juristas por la prisión permanente revisable, interpretan cual avezados psicólogos el más mínimo gesto del entrevistado o aconsejan a la ministra de Economía cómo sacar al país de la crisis. Todo en uno, como el spray arreglatodo.
Lo bueno de la columna, aparte de que el perpetrador tiene más tiempo para consultar la Wikipedia y disimular sus carencias, es que requiere de esfuerzo lector. No es pelma. Ni te asalta por la radio del coche camino del trabajo ni te distrae desde la televisión del bar en mitad del café, el pincho de tortilla y el canto de la tragaperras.
Se ha escrito mucho del populismo en la política, algo menos del populismo en los medios y nada del periodismo político populachero y de sus versiones vernáculas. Siempre ha habido postureo y toreo de salón en el gremio, pero jamás en España se ha tratado con mayor desdén a los políticos ni se les ha mirado como ahora por encima del hombro.
Vale. Convengamos por un momento que tenemos la clase política más fofa. ¿Qué podríamos decir de la periodística? ¡Es que ni siquiera el nivel de algunos corresponsales extranjeros puede servir de consuelo!
La cacería al político coincide con el momento en el que más expuesto está ante la opinión pública. Se mira con lupa cada detalle, se disecciona el mínimo desliz. Nunca se ha dedicado en los medios más horas a la política y a los políticos, hasta que se les ha convertido en uno de los grandes problemas del país, según refleja regularmente el CIS de Tezanos.
Quizás debido a esa mayor cercanía ha empezado a haber trasvases del periodismo a la política, y viceversa. Lo sorprendente es que siendo unos tan tontos y otros tan listos, a nadie se le haya ocurrido aún entregarle a los primeros un micrófono y a los otros, por fin, las riendas del país.