El vídeo del Ayuntamiento de Barcelona contra la violencia de género es todo un síntoma y tiene una única lectura: Colau y su equipo necesitan ayuda. Y mucha, porque no se puede –no se debe– proyectar y ejecutar con dinero público una campaña tan burda, con un mensaje del todo desafortunado, que más que subliminal –si en algún momento pretendió serlo– resulta inequívoco. Y de tan evidente, solo puede asomarse a un lugar: al ridículo.
No hay otra manera de entender que se muestre a unos chicos hablando en castellano con una actitud claramente machista al observar un supuesto vídeo sexual de uno de ellos, y que otro, en catalán, les afee esa actitud. Lo único positivo que se puede esperar de semejante mensaje es que quienes lo vean perciban lo que de verdad está detrás de la campaña: no un español malo y un catalán bueno, sino una manipulación gratuita e intolerable de ambos.
Es un asunto de mayor trascendencia de la que parece, ya que se trata de algo que ataca la línea de flotación de la sensibilidad de cualquiera que tenga alguna. ¿Hasta dónde va a llegar la manipulación política? ¿Cómo se puede pensar que los ciudadanos somos tan extremadamente simples como para tragarnos semejante planteamiento?
Ideas como las que brotan aquí alimentan la disputa y fomentan la incomprensión al otro. Sin duda, contribuyen a alejar la posibilidad de entendimiento entre unos y otros. Y lo peor es que el mensaje lo envía quien debiera buscar la convivencia entre todos; el equipo municipal que debería serlo de todos; la alcaldesa de todos barceloneses, de los que se expresan en catalán y de quienes prefieren el castellano.
La campaña conduce a un único concepto: el nacionalismo, ese mal. Y si lo promueven los estamentos públicos, ese mal aún más peligroso. Como dice Mario Vargas Llosa, esa noción, la del nacionalismo, que tanto zarandea este último tiempo a Cataluña, y que tanto enfrenta a los ciudadanos que viven en ella, entraña en realidad “una forma de racismo”.
Asombrosamente, en el vídeo de Colau, uno de los dos chicos que habla en castellano es negro. No está claro si es casualidad o infortunio, pero en el fondo no importa tanto: difícilmente se puede realizar una campaña que deje peor aroma, o que resulte más indignante.
Por eso, el equipo de gobierno de ese ayuntamiento debería no solo retirar este vídeo inmediatamente, sino pedir disculpas a la ciudadanía de todo el país, no solo a la catalana, por haberla creado.
Según otro escritor, uno no tan bueno como el Nobel hispano-peruano, pero sí tan conocido como él, Ken Follet, España era “el matón de barrio” de la Europa del siglo XVI. Si el galés tiene o no razón, eso es discutible. Y, si fuera cierto, también sería de aplicación a muchas naciones. Al final, las grandes potencias cometen todo tipo del errores para mantener su supremacía. Es, lamentablemente, parte de la historia que hemos construido entre todos en el planeta.
Pero está claro que ya no es el caso: hace mucho que dejamos de ser una gran potencia mundial y, si algún día lo fuimos, hace mucho que dejamos de comportarnos como matones de barrio. Por mucho que en Cataluña algunos aspiren a mostrar a los españoles de ese modo.
Es cierto que este vídeo de la campaña #ElPresentEsFeminista forma parte de un grupo de tres mensajes y que solo en este se utiliza el castellano. Los otro dos están grabados íntegramente en catalán. Pero que en este último solo los machistas se comuniquen en castellano supone, como mínimo, un alarde de innecesaria temeridad en unos momentos tan inestables y delicados como los que está viviendo esa comunidad.
El conflicto catalán necesita, por parte de todos, la mejor de las voluntades para concluir felizmente, si es que esto aún es posible. Y exige a la vez los mayores cuidados, y toda la habilidad, para, en medio de este proceso tan desesperante, no generar aún mayores probabilidades de que todo sucumba a un final del que no estamos tan lejos, uno que bordee no ya la desunión, sino la tragedia.