Nadie podrá reprochar falta de coherencia a la "Agenda para el reencuentro" de España y Cataluña parida por la factoría de Iván Redondo. Si en la reciente visita del presidente Sánchez a la Generalitat, el honorable Torra le hizo pasar revista a un destacamento de mossos con trabuco, ahora el presidente Sánchez cede al presidente Torra y a su lazo amarillo la sala de prensa de Moncloa reservada a jefes de gobierno extranjeros.
Acaso una pequeña salvedad. Puesto que a los periodistas se les dotó de auriculares para la traducción simultánea, ¿por qué no instalar el mismo servicio para los participantes en la mesa de negociación? Salvo que, claro está, el próximo anuncio de la portavoz del Gobierno sea que los ministros se están sacando el B2 de catalán y no necesitan pinganillo. Que todo es posible.
Para justificar el sarao, María Jesús Montero insistió una y otra vez en la necesidad de "no mirar para otro lado" y superar "la opción de no hacer nada". Es así que entre la opción de no hacer nada y repetir lo de siempre, el Gobierno de Sánchez ha optado por la segunda, pero con extra de pepperoni.
El caso es que había una tercera opción, absolutamente inexplorada, que consistiría en hacer justo lo contrario de lo que se ha venido haciendo estos últimos cuarenta años: en lugar de tratar de contentar a los nacionalistas, atender a los constitucionalistas catalanes, a los que un presidente tras otro han condenado a la extinción. Palada de tierra sobre palada de tierra.
Se quiso identificar a los catalanes no catalanistas con lo retrógado y lo ultra, pero cada vez que miramos a la envidiable Cataluña de las libertades y la democracia nos topamos con una jueza Arnau. Los lunes sentencia falta de "arrepentimiento" para no dejar salir de la cárcel a un pobre diablo con cuatro hijos pequeños al que condenaron por pasar droga. Los martes derrocha permisos con los Jordis porque no arrepentirse de su delito "es una decisión legítima". Ocasión pintiparada para que Évole vuelva a preguntar a Junqueras por los privilegios en Lledoners.
Pero volviendo al plan cuadrado por Redondo, que es de lo que se trata. Coherencia absoluta. Mientras en Moncloa se afanaban por colocar las banderas y las sillas, Adriana Lastra negociaba en el Congreso con los representantes de Otegi su apoyo a los Presupuestos. Unas horas antes, el ex jefe de ETA Josu Ternera contrataba para su defensa al abogado de Puigdemont.
Lo han llamado "mesa de diálogo", "mesa de gobiernos", "mesa de negociación", incluso "la mesa", a secas, recurriendo a veces hasta a las mayúsculas para darle una trascendencia que no tiene, como si estuvieran en Tordesillas o en Yalta repartiéndose el mundo. Pamplinas. Es una cama redonda de las de toda la vida, donde se tutea y cada cual acude con sus fantasías a satisfacer instintos y apetitos. Una vez al mes. Poco me parece.